REGULADORES: MODELO PARA REARMAR

 

No hay nada más sensible para un político que el precio de la luz, el agua o el teléfono. El modelo de los reguladores independientes merece ser repensado y rearmado para extraerle el beneficio que aún puede generar. A lo largo de los años, el modelo ha tenido varios parches. Se anuncia una revisión integral de la ley marco de los organismos reguladores.

 

ALEJANDRO FALLA
Socio de Bullard Falla Ezcurra

Hace 25 años se popularizó en nuestro medio la idea de delegar en organismos públicos independientes dentro del Poder Ejecutivo la función de regular industrias vinculadas a los servicios públicos. Así surgieron las 'osis' (Osiptel, Osinergming, Ositran, Sunass) como brazos independientes con poder para fijar tarifas, dictar normas, fiscalizar y sancionar el incumplimiento de las mismas, y resolver controversias.

La idea es buena. Se trata de aislar del juego político las decisiones vinculadas a tarifas y a condiciones en que se prestan los servicios públicos. No hay nada más sensible para un político que el precio de la luz, el agua o el teléfono. Un alza de tarifas puede afectar su popularidad. Si por ellos fuera, los servicios deberían ser prestados de manera gratuita o las tarifas nunca deberían subir.

Con la creación de las 'osis' se aseguraba que el proceso de regulación de estos servicios se mantenga lejos de este tipo de presiones, respondiendo exclusivamente a criterios técnicos predecibles que garanticen tanto la continuidad de los servicios como la recuperación de las inversiones de quienes han asumido el riesgo de invertir en estos sectores.

Pese a la bondad del modelo y los evidentes beneficios que ha generado al país (inversiones en esos sectores, buenas prácticas gubernamentales, etc.), existen signos de deterioro. La dificultad para concretar la designación de los presidentes e integrantes de los consejos directivos de las 'osis' –que ha sido una constante en los últimos años– es un indicador de un problema mayor.

A lo largo de la historia de los reguladores, hemos visto cómo el Ministerio de Economía ha echado mano de los recursos de estas entidades para financiar actividades que nada tienen que ver con los servicios públicos ni con el propósito con el que fue recaudado el aporte por regulación (financiamiento para el complejo habitacional Héroes de Bagua, por ejemplo).

También hemos visto a los reguladores actuando con 'horror al vacío', llenando cual cerámica nazca cualquier espacio vacío con regulaciones, sin haberse detenido a evaluar previamente la eficacia y costos de la iniciativa. Hemos visto crecer regulaciones muchas desproporcionadas alrededor del fantasma de la captura del regulador por los regulados, cuando la captura venía más del lado del Ejecutivo o de los miedos y sesgos de los propios reguladores.

El origen del problema no es el presupuesto. Con excepción de Sunass, las 'osis' han duplicado y en algunos casos, cuadruplicado el presupuesto que tenían el 2010. Sin duda, existe un problema de remuneraciones, limitadas demagógicamente en gobiernos pasados. Pero el problema mayor tiene que ver con el diseño de dichas entidades, que las hace vulnerables a presiones externas, pero sobre todo a sus demonios y fantasmas internos.

El modelo de los reguladores independientes merece ser repensado y rearmado para extraerle el beneficio que aún puede generar. A lo largo de los años, el modelo ha tenido varios parches. Se anuncia una revisión integral de la ley marco de los organismos reguladores.

La iniciativa esta vez viene del propio Congreso, a través de la Comisión de Defensa del Consumidor. Ojalá que esta reforma termine fortaleciendo el modelo y no haciéndole más daño como resultado del juego político que puede desatarse alrededor de esta iniciativa. Veremos qué pasa.

 


Publicado en El Comercio, 04 de octubre de 2017