TODOS LA MIRAN

Netflix es la única de los cinco gigantes tecnológicas que, hasta ahora, ha evitado enredarse en controversias.

Las grandes compañías tecnológicas suscitan reacciones extremas y contradicciones. Los inversionistas las adoran porque crecen y tienen ambición: el grupo de las cinco gigantes (Facebook, Amazon, Apple, Netflix y la matriz de Google, Alphabet), conocido como FAANG, vale más que todas las empresas del índice FTSE 100 y, sin su impulso, el mercado bursátil estadounidense habría caído este año.

Pero también han generado rechazo por estar envueltas en todo tipo de controversias, desde el uso abusivo de data y conductas anticompetitivas hasta la evasión de impuestos y la adicción a los smarthpone. Se han convertido en las empresas que los políticos aman odiar. Todas menos Netflix.

Desde su fundación en 1997, como un servicio de alquiler de DVD, se convirtió en una upsart de transmisión de videos online y, finalmente, en la primera potencia televisiva del mundo. Este año, su producción excederá la que cualquier cadena de TV y habrá realizado más de 80 películas, con lo que superará a cualquier estudio de Hollywood. La compañía gastará entre US$ 12, 000 millones y US$ 13, 000 millones, entre US$ 3,000 millones y US$ 4,000 millones más que el año pasado.

Los 125 millones de hogares que atiende, el doble que en el 2014, pasan más de dos horas diarias viendo Netflix -el único mercado grande donde no se le permite operar es China-, y hoy tiene más suscriptores fuera que dentro de Estados Unidos. Su ascenso ha ido de la mano del declive de la TV tradicional: los estadounidense entre los 12 y 24 años pasan la mitad del tiempo en que el 2010 viendo TV paga.

A diferencia de otras upstars que han remodelado industrias, Netflix ha forjado su transformación sin provocar un rechazo del público o de los reguladores. Y el precio de su acción ha subido más del doble desde inicios de año. Esto plantea tres preguntas: ¿Cúales son las lecciones para las otras empresas del medio? ¿Qué puede aprender el resto de las FAANG? ¿Podrá seguir Netflix contentando a todos?.

Comencemos con los medios. Las compañías que solían usar a Netflix para que trasmitiera su contenido como fuente de ingresos adicionales, ahora buscan competir con ella.

El resultado es un frenesí de compras, aunque la consolidación es solo una parte de la respuesta, pues también deben seguir el ejemplo de Netflix y usar Internet para ofrecer a los consumidores precios más bajos y más opciones de contenido, mediante la aplicación de la ciencia de datos.

Con respecto a las FAANG, Netflix se distingue de ellas de varias maneras. Al contrario Facebook y Google, ha evitado incursionar en noticias y se ha enfocado mayormente en entretenimiento, lo que la ha protegido de escándalos sobre noticias falsas, manipulación electoral y tribalismo político. Además, su modelo basado en suscripciones hace que no dependa de la venta de publicidad o de data de sus usuarios.

A diferencia de las otras FAANG, que son globales pero inequívocamente estadounidense, Netflix se está volviendo internacional: produce series (y de películas) en 21 países y la subtitula y dobla en múltiples idiomas. Lo que las otras pueden aprender es a usar la data con mayor cuidado, ser más claras con los términos contractuales con sus clientes y ser más respetuosas con los mercados domésticos.

Si bien esos rasgos ayudan a explicar por qué la compañía ha evitado el rechazo, no aseguran que tenga a todos contentos. El peligro de corto plazo es financiero: las valorizaciones infladas son comunes, pero Netflix sobresale. A fin de justificar su valorización, su utilidad operativa bruta dentro de una década tendría que ser equivalente a alrededor de la mitad de las ganancias generadas este año por las empresas de entretenimiento estadounidenses.

Hay muchos motivos para dudarlo. La compañía tiene deudas por US$ 8,500 millones y CEO, Reed Hasting, ha dicho que continuará endeudándose "por muchos años"; se espera que su flujo de caja permanezca negativo por buen tiempo. Esa estrategia funcionará si Netflix puede aumentar sus precios mientras continúa sumando suscriptores.

No obstante, la competencia se está intensificando y en países sin neutralidad de red, los dueños de infraestructura de banda ancha e inalámbrica que además controlen la producción de contenidos, podrían aprovechar esa ventaja para priorizar material propio.

Paradójicamente, el riesgo de largo plazo es que la valorización de Netflix sea correcta. El rechazo a las gigantes tecnológicas se explica en parte por los temores de que las plataformas centralizadas terminen por estrangular la competencia. Algunos sospechan de que la compañía ambiciona monopolizar la TV, lo cual concentraría un enorme poder culturar en las manos de pocos algoritmos y productores de contenidos.

Inevitablemente, si sigue ese camino se le haría más difícil eludir la atención de los reguladores. Por ende, una lección final que aplica para Netflix y todas las tecnológicas, es que para mantener contentos en el largo plazo a reguladores, políticos y consumidores, no existe sustituto para la competencia.

Publicado en Gestión, 3 de julio del 2018