THE ECONOMIST

CACHUELEO TECNOLÓGICO

Los gobiernos deben comenzar a fijarse en el tiempo de empleo que generan las plataformas online.




El arzobispo de Canterbury (primado de la Iglesia anglicana), Justin Welby, la ve como "la reencarnación de un viejo mal".

La senadora estadounidense Elizabeth Warren dice que, para cuantiosos trabajadores, es "el próximo paso en un frustrado intento por construit seguridad económica, en un mundo donde todos los beneficios van para el 100%".

Para muchos, la "economía del cachueleo tecnológico"- en la que empleos temporales son asignados vía plataformas online-, es un potente símbolo del fracaso del capitalismo moderno. Según sus críticos, permite a las empresas librarse de empleados bien pagados y reemplazarlos por free lances (indepedientes) baratos.

Si antes los trabajadores dependían del empleador para el pago de sus pensiones o la cobertura de su seguro médico, ahora deben ahorrar para su futuro. Bajo este argumento, la economía del cachueleo impulsa la inseguridad y la erosión de los derechos laborales.

Hay algo de cierto en esto, aunque pasa por alto el panorama completo.

Para empezar, el cachueleo no se apoderará del mundo. En la OCDE, el porcentaje de trabajadores en empleos a tiempo completo, que se redujo tras la crisis financiera de 2008-2009, ha estado en aumento. En Estados Unidos, la permanencia laboral promedio casi no ha variado en los últimos 30 años. Dependiendo de a quién se preguntem entre 1% y 5% de estadounidenses cachuelea -pero muchos de ellos también tienen empleos fijos-.

Ese pequeño tamaño no es el argumento a favor más fuerte, sino los beneficios que aporta a la economía.

Las ventajas para los consumidores son claras: con un clic o un toque de pantalla, alguien viene a pasear al perro o edita un documento de vital importancia. Pero los trabajadores también se ven favorecidos. Los algoritmos que afianzan las plataformas del cachueleo tecnológico mejoran el "emparejamiento" entre trabajador y cachueleo, lo cual reduce los tiempos muertos.

Asimismo, las pruebas de que estos trabajadores enfrentan una penalidad salarial son inconsistentes; muchos señalan que valoran en la autonomía adicional que disfrutan. También es una manera útil de ampliar los ingresos cuando escasean otras fuentes de trabajo, así como de abrir mercados. El arribo de Uber a las ciudades estadounidenses genera un aumento promedio de 50% en el número de taxistas independientes.

Claro que la economía del cachueleo tecnológico no es perfecta. Las plataformas argumentan que solo son mercados neutrales donde trabajadores y clientes hacen negocios. Según esta lógica, los trabajadores serían autoempleados, pero los estándares bajo los que muchas plataformas operan dicen otra cosa. Por ejemplo, quienes realizan delivery de comida tienen que usar uniforme y los taxistas por app necesitan mantener una buena calificación.

Las plataformas tienen un legítimo interés en conservar la calidad de sus servicios, pero no puede ser correcto que especifiquen cómo los trabajadores deben actuar, como si fuesen sus empleados, cuando rechazan sus responsabilidades como empleadoras.

Una propuesta que está siendo considerada en Estados Unidos es crear una tercera categoría de trabajador que se sume a las de empleado y autoempleado. Pero la demarcación entre clasificaciones siempre será difusa.

En Reino Unido, donde los argumentos sobre el estatus legal de los free lances son más fuertes, ya existe una tercera categoría.

Pero lo mejor sería basarse en otros dos mecanismos. El primero es el mercado. El desempleo es bajo y las remuneraciones comienzan a elevarse -Amazon ha anunciado incrementos importantes en los salarios mínimos de sus trabajadores estadounidenses y británicos-. Las plataformas tendrán que reaccionar; algunas ya están ofreciendo voluntariamente seguro médico.

La competencia entre las empresas también ayuda.

Los conductores italianos de delivery de comida se jactan de hacer que las plataformas se enfrenten entre ellas a fin de obtener mejores beneficios. También son bienvenidas las innovaciones como GigSuper, un fondo australiano que posibilita que los free lances ahorren para su jubiliación.

El segundo mecanismo es ayudar a los trabajadores a exigir sus derechos laborales. Una opción es hacer que sea más simple que los trabajadores descontentos recuerran al sistema judicial. Si bien están en aumento las sentencias que sientan precedentes, las barreras para llevar a casos a los juzgados son menudo muy altas. Otra alternativa es brindar asistencia a los autoempleados para que se organicen, a fin de mitigar el bajo poder de negociación que tienen en comparación con los empleados.

Una tercera opción es impulsar la credibilidad del sistema para detectar y juzgar infracciones deliberadas a la legislación laboral. Estados Unidos solo tiene un inspector laboral por cada 100,000 personas empleadas, el ratio más bajo a nivel mundial. Con insistir que las empresas cumplas las reglas, se brindará a los trabajadores mayor protección y, al mismo tiempo, será posible que la economía del cachueleo tecnológico esté a la altura de sus enormes expectativas.

Publicado en Gestión, 09 de octubre de 208