¡Qué caro está mi cebiche!

 

Carlos E. Paredes

 

1. Con la intención de hacer algo diferente, el sábado pasado fui al supermercado. Pasé un buen rato comprando lo indicado en la larga lista que me habían confeccionado en casa. En el mercado me sorprendió notar cómo habían subido algunos precios, sobre todo los de la carne y el pescado. Para ser uno de los países con inflación más baja de la región, me sorprendió que los alimentos pudiesen haber subido tanto. Cuando constaté que el precio del filete de lenguado bordeaba los 150 soles/kg, no sólo hice “Plop” como Condorito, sino que pensé: “gracias a Dios que el pollo a la brasa es otro de nuestros platos nacionales…”

2. ¡Por qué está tan caro mi cebiche! ¿Acaso no somos una potencia pesquera mundial y, por lo tanto, el pescado debería ser barato? Se han propuesto diferentes hipótesis para tratar de explicar este fenómeno. Algunos han planteado que éste se debería al exceso de pesca de anchoveta, pero no proveen mayor sustento para su afirmación (no analizan ni la cadena trófica ni los volúmenes de pesca de los últimos años). Otros, genuinamente preocupados con la desnutrición crónica en el país, ven con mala cara que exportemos productos hidrobiológicos (al margen de que no exportamos aquellos pescados cuyos precios han subido en el mercado interno). Y, finalmente, están las hipótesis que nos vienen casi de manera natural a los economistas, quienes tendemos a pensar en términos de oferta y demanda.

3. Veamos qué es lo que ha pasado. Para construir el índice de precios al consumidor (IPC) de Lima Metropolitana, el INEI sigue los precios de los siguientes productos pesqueros: cojinova, bonito, jurel, liza, tollo, choros y atún. Entre el 2009 y el 2013 los precios de los cinco primeros productos se incrementaron en promedio en 33%, casi tres veces la inflación acumulada en este mismo periodo (11.8%); el precio de los choros aumentó en 69% (los choros siempre mañosos y fastidiando la paciencia), mientras que la conserva de atún se incrementó en 11.3%. Y es interesante notar que entre diciembre del 2012 y diciembre del 2013, periodo en el que la flota industrial no pescó anchoveta dentro las primeras 10 millas, el precio promedio de estos siete productos pesqueros aumentó en 13.2%, casi cinco veces la inflación de esos doce meses (2.86%).

4. Resulta evidente que estamos frente a un reacomodo de precios relativos: el pescado de nuestra costa va a valer relativamente más que los otros bienes que consumimos. Sin duda, esto refleja factores de demanda ligados a los mayores ingresos de la población como al boom gastronómico, que han generado un fuerte incremento en la demanda por pescado. ¿Y qué ha pasado con la oferta? Las estadísticas oficiales sobre volúmenes desembarcados -aunque poco precisas en el caso de la flota artesanal- muestran una alta volatilidad interanual para estas especies.

5. A pesar de no contar información precisa sobre la oferta, sí sabemos que la misma está limitada por la “capacidad de carga” de nuestro mar. Y al contrario de lo que sucede en otros mercados, un aumento en el precio del pescado no necesariamente llevará a un aumento en la cantidad ofertada del mismo, sino por el contrario, puede llevar a una depredación de la biomasa y a un mayor aumento en el precio del pescado en el largo plazo. En la práctica, no hay barreras a la entrada a la pesquería artesanal y la presencia y control del Estado en este sector es muy limitado. En este contexto, enfrentamos el peligro latente de que en el futuro haya menos pescado para nuestros cebiches y que sus precios sean aún más caros.

 

Publicado en Gestión el 6 de febrero del 2014