Política Monetaria y Alianza del Pacífico

 

Autor: Sergio J. Chión chacón

Catedrático de Centrum Católica

 

Através de la alianza del pacífico se puede aspirar a participar en las decisiones de coordinación de política económica.

 

Años atrás las economías del orbe eran más independientes unas de otras y cada cual tenía una mayor independencia para formular su política fiscal y monetaria, así como otras regulaciones económicas. A partir de los ochenta, con la creciente integración de los mercados capitales, las distintas economías del mundo han evolucionado en la dirección de la formación de una sola economía mundial, como se puede apreciar por los flujos de comercio de bienes y servicios, los de capitales y hasta los de factores de producción. No obstante, las economías pretenden y tratan aun de mantener su propia política fiscal y monetaria, las cuales pueden colisionar entre sí, generándose el caos y, en última instancia crisis económica. El contexto actual y su evolución exigen una mayor coordinación de las políticas macroeconómicas de los países, para el logro de la estabilidad y mejor desempeño de la economía mundial.


Si bien para estos fines de coordinación se formó el G-20 con reuniones regulares desde 1999, de los jefes de Estado, gobernadores de bancos centrales y ministros de Economía, en la práctica es poco lo logrado en términos de la referida coordinación económica. Al respecto, basta citar dos ejemplos. En setiembre del 2010, el ministro de Finanzas de Brasil, Guido Mantega, hizo pública su queja y reclamo respecto de los problemas que le producían a su país, y a otros países, la política monetaria de relajamiento cuantitativo de la FED, llegando a acusar a los EE. UU. de gestar una devaluación competitiva del dólar para reflotar su economía a costa de otros países. Otro tanto ocurrió a principios del 2013, cuando distintos países asiáticos protestaron ante las políticas implementadas por el Banco de Japón. Al igual que en el caso de Brasil, se llegó a hablar de una guerra monetaria encubierta. El proceso de integración de las economías del mundo trae enormes beneficios en términos de bienestar de la humanidad, pero esto necesariamente impone una redefinición del significado de soberanía economía.


Si se pasa a ser una economía “integrada”, no se puede seguir adoptando posturas de economías independientes. Según su tamaño económico, la política económica de un país tiene importantes efectos colaterales sobre otros países. Estos efectos se dan a través de múltiples dimensiones: en términos del comercio de bienes y servicios; en la movilidad internacional de la fuerza laboral y de las remesas internacionales; del valor de las monedas y, por ende, de la competitividad cambiaria de los países; de los flujos de capitales y, por lo tanto, de la disponibilidad y costo del crédito. Así, la política de relajamiento monetario de EE.UU. provocó en los países emergentes, entre ellos Brasil, grandes flujos de capitales que abarataron los créditos, incidiendo en tasas de crecimiento que generaron presiones inflacionarias y posibles burbujas en determinados activos; depreciaron las monedas, etc. Todo eso complicó a las autoridades económicas de esos países.


Los efectos colaterales no son todos adversos, los hay positivos y negativos y, el conocimiento actual del tema es controversial en términos de los efectos netos y la magnitud de los mismos. Lo que sí queda claro es que pueden ser fuentes de alta inestabilidad y desequilibrio en las economías que experimentan estos efectos colaterales, especialmente las economías emergentes como es el caso del Perú. Así en nuestro país, como consecuencia de la política de la FED se registraron grandes ingresos de capital “golondrino” que apreció la moneda, abarató el crédito, se llegó a hablar de burbujas inmobiliarias, se generó presión inflacionaria, restó competitividad al aparato productivo, etc. También es cierto que al atenuar la crisis en EE.UU. se tuvo un efecto favorable en términos de una mayor demanda de nuestros productos.


Si bien el G-20 incluye varios países emergentes, la importancia de los mismos en este foro era bastante limitada. En tiempos recientes, por la importancia de su tamaño económico, China ha tomado un peso específico propio en la política económica mundial. Otro tanto viene ocurriendo con India y Brasil, que se espera que dentro de 15 años superen en tamaño a las economías de Alemania y Francia. Esto ha puesto la atención en la importancia de la inclusión de estas economías emergentes en la coordinación de las políticas economías. De esta forma se aprecia, a pesar de ciertos retrasos, la presión por un mayor rol de estos países no solo en el G-20, sino también en instituciones como el FMI. En los próximos 10 años, estos países emergentes serán la voz activa en los foros de coordinación de políticas económicas.


¿Qué del Perú? Por su tamaño, países como el Perú y Chile, individualmente, tienen poco que influir en estos foros, a pesar de que estarán sujetos a las inestabilidades que generan las políticas económicas de otros países. Pero como dice el dicho, la unión hace la fuerza. La Alianza del Pacífico, formada por Chile, Colombia, México y el Perú, es un bloque económico de 215 millones de habitantes, tiene el 35% del PBI de América Latina y el 50% de su comercio, ya no dudar tiene su peso tanto o más importante que el del propio Brasil. A través de este bloque se puede aspirar a alguna participación en las decisiones de coordinación de política económica, de ahí la importancia “econopolítica” de que el Perú genere un liderazgo al interior de este grupo económico.

 

Publicado en: Diario El Comercio (04 de Mayo del 2014)