"No tan buenos como creen"

Autor: Paul Krugman

 

 

 

 

 

Con frecuencia, quienes gobiernan en épocas de booms económicos llegan a creer que son competentes. Se puede ver en Estados Unidos: Jeb Bush imagina que conoce los secretos del crecimiento económico porque fue gobernador de Florida durante la burbuja inmobiliaria y tuvo la suerte de dejar su cargo justo antes de que estallara.

También lo hemos visto en muchos países: recuerdo la sabiduría y omnipotencia que se atribuyó a los burócratas japoneses en la década de 1980, antes de que comenzase la prolongada estagnación. Este es el contexto necesario para entender la extraña situación del mercado bursátil chino.

Lo que debe interesar no es el precio de las acciones, sino que las autoridades hayan decidido poner en juego su credibilidad al intentar controlar dicho mercado. Y en ese proceso, están demostrando que a pesar del destacable éxito alcanzado por este país en los útimos 25 años, sus gobernantes no tienen ninguna idea de lo que están haciendo.

Comencemos con los fundamentos. China se encuentra al final de una era de elevadísimo crecimiento que fue posible en gran parte gracias a la masiva migración de campesinos desempleados a las ciudades costeras. Esta reserva de capital humano está reduciéndose, lo que significa que el crecimiento debe ralentizarse.

Pero su estructura económica está construida sobre la presunción de un crecimiento muy alto. Las empresas, muchas estatales, acumulan sus ganancias en lugar de transferirlas a la economía, lo cual ha congelado los ingresos de las familias. Al mismo tiempo, los ahorros indivduales son elevados, en parte porque los programas sociales son débiles, de modo que las familias guardan dinero como medida de prevención.

Como resultado, el gasto chino está desbalanceado: tasas muy altas de inversión pero una participación muy pequeña de la demanda de las personas en el PBI. Esta estructura funcionaba cuando el fuerte crecimiento económico ofrecía suficientes oportunidades de inversión. Pero como ahora los retornos están decreciendo rápidamente, ha surgido un feo problema de transición: ¿Qué ocurriría si la caída de la inversión no es compensada por un adecuado incremento del consumo?

Lo que China requiere son reformas que amplíen el poder de compra. Si bien ha estado haciendo esfuerzos en esta línea, estos no han sido suficientes. Por ejemplo, ha puesto en marcha un sistema de cuidado de la salud, pero en la práctica muchos trabajadores han quedado al margen.

Entretanto, los líderes parecen esta aterrados -probablemente por razones políticas- ante la perspectiva de una breve recesión. Así que han estado empujando la demanda con la inyección de créditos, incluyendo el fomento de un boom del mercado bursátil. Tales medidas pueden funcionar por un tiempo y habrían sido positivas si las grandes reformas estuviesen caminando velozmente. Pero no lo están y el resultado es una burbuja que quiere estallar.

La respuesta del Gobierno ha sido un esfuerzo supremo para mantener los precios de las acciones.

Los grandes accionistas no pueden vender, las entidades estatales tienen la orden de comprar y a muchas empresas cuyas acciones están a la baja se les autorizó suspender sus negociaciones. Esto se hace durante un par de días para contener un pánico injustificado, pero no de manera sostenida y en un mercado que se halla muy por encima del nivel que tenía hace poco tiempo.

¿Qué piensan las autoridades que están haciendo? En parte, deben estar preocupadas por el surgimiento de repercusiones financieras. Al parecer, un buen número de actores financieros chinos se endeudó poniendo sus acciones como garantía, por lo que la caída del mercado podría generar suspensiones de pagos. Esto resulta especialmente inquietante porque China tiene una enorme "banca en la sombra" que no está regulada y podría sufrir una corrida de depósitos.

Pero también parece ser que el Gobierno, que incentivó a sus ciudadanos a adquirir acciones, siente que debe defender los precios de tales títulos para preservar su reputación. Y, por supuesto, lo que al final está haciendo es arruinarla a una velocidad récord.

En efecto, cada vez que uno cree que las autoridades han hecho todo lo posible para destruir su credibilidad, se superan a sí mismas. Obviamente, los medios estatales chinos han estado culpando por el hundimiento bursátil a una conspiración foránea contra su país, lo cual es menos plausible de lo que se podría pensar: China lleva años manteniendo controles que han ahuyentado a los extranjeros de su mercado bursátil, así que es difiícil vender a precios de realización activos que a uno nunca se le permitió poseer.

En suma, ¿qué acabamos de aprender? Pues que el increíble crecimiento de China no fue un espejismo y que su economía continúa siendo una potencia productiva. Es claro que sus problemas de transición son importantes, pero eso ya se había desde hace algún tiempo.

La gran noticia no tiene que ver con la economía china sino con sus líderes. Olvídense de todo lo que oyeron sobre su brillantez y previsión pues juzgando por sus actuales deficiencias, no tiene idea de lo que están haciendo.


Publicado en: Diario Gestión ( 05 de Agosto 2015 )