¡Ahí vienen los dólares!

Autor: Dario Tropeano

 

 

 

Ahora, más cerca del bocado ("El bocado argentino: endeudar el país", "Río Negro" 22/10/2015) y en la refriega final de una lucha electoral que dramatiza dos realidades de país, los candidatos han dado pistas claras sobre cómo piensan recuperar el stock de dólares para las comprometidas reservas del Banco Central.
La obsesión inquieta con el dólar que se nos impone cada día (sin perjuicio de la necesidades técnicas de su disponibilidad para importar, pagar deuda externa, abastecer a los argentinos que viajan al exterior, etc.) requiere en esta instancia algunas simples cuentas comparativas para concientizar dónde estamos y de dónde venimos. Siquiera para mejorar el cuadro de "macaneo" que escuchamos a diario sobre la cuestión.

El cotejo bien vale para el pan, la nafta y por cierto para el dólar, el oficial y el otro (blue, paralelo, ilegal o como se llame la criatura). Tomemos el período 2003/2015 para cotejar la evolución de las tres variables comparadas con el salario mínimo, vital y móvil (SMVM) y con una jubilación mínima, e ingresemos a la máquina que nos llevará con vértigo al pasado y al presente:
SMVM en agosto del 2003, $ 260 y al mismo mes del 2015, $ 5.588; en el 2003 comprábamos un litro de leche con $ 1,50 (176 litros con un SMVM). La jubilación mínima en el 2003 era de $ 200 y alcanzaba para adquirir 160 litros de leche. En el 2015 el litro de leche cuesta aproximadamente $ 12 y con el SMVM actual se adquieren 465 litros de leche, la jubilación mínima actual es de $ 4.299 y alcanza para comprar hoy 358 litros de leche.

Respecto de la nafta súper, en el 2003 costaba $ 1,89 el litro (SMVM, $ 260) es decir que se adquirían 137 litros de nafta súper con un salario mínimo, y en el 2015 el costo por litro es de $ 13 (SMVM, $ 5.588), lo que alcanza para comprar 430 litros de nafta. En el caso de la jubilación mínima en el 2003 alcanzaba para comprar 106 litros de nafta súper y en el 2015 ($ 4.299) 330 litros.

Vayamos ahora al dólar oficial y al dólar blue o paralelo, para ver cuántos comprábamos en la comparación temporal con un SMVM: en el 2003 (SMVM, $ 260), dólar $ 2,98=u$s 87,2. En el 2015 ($ 5.588) dólar oficial-ahorro $ 11,48= u$s 486,75 y dólar blue $ 14,55=u$s 384.

La comparación con otras variables de la canasta básica nos acerca a la misma conclusión: aun con fuerte inflación, el poder de compra de los argentinos asalariados y jubilados (incluida la compra de dólares) ha aumentado más de tres veces, sin perjuicio de los desajustes relativos de los costos internos frente al dólar oficial, que han deteriorado fuertemente el aparato productivo y exportador. Ello no implica desconocer que actualmente un tercio de los argentinos padece situación de pobreza, valores menores que el resto de los países latinoamericanos.
La tensión en el precio del tipo de cambio refleja que la contención del mismo hace a la política de precios internos, pero fatalmente puede impactar en la formación del valor de los productos que exportamos si no se atienden los costos internos. Más inversión, más productividad y por cierto más industria nacional que amortigüe el efecto "costos en dólares" de los insumos importados que necesita nuestra economía es la ecuación que se ha relegado en el intento de expandir la distribución del ingreso en estos años.

La necesidad de ese relanzamiento (que necesariamente implica ajustes y devaluación del peso) para "volver a exportar todo lo posible", generando divisas para afrontar los compromisos ya indicados, no puede realizarse sacrificando la distribución del ingreso conseguida. Los dólares pueden obtenerse por distintos caminos, pero no acordando –como lo han hecho recientemente referentes económicos del candidato Mauricio Macri– con el Banco Mundial el otorgamiento de créditos adicionales –supuestamente disponibles para la Argentina– como anticipo para la llegada del FMI. La liberación inmediata del cepo cambiario pretende financiarse (ya que los dólares físicos no existen para atender la demanda instantánea que ello va a generar) con estos recursos y algunas ventas de granos retenidos por los exportadores que esperan la devaluación. El rápido acuerdo con los fondos buitre permitirá además colocar deuda en dólares en el mercado internacional, pero ¿qué acuerdo vamos a negociar cuando hemos prometido al 93% de los acreedores que respetaríamos las propuestas de pago que les hicimos? ¿El candidato opositor modificará la ley que prohíbe mejorar las ofertas ya realizadas a nuestros acreedores legítimos? ¿Tendremos en los próximos meses las habituales misiones de auditoría del FMI visitando Buenos Aires para analizar nuestras cuentas públicas? No se trata de puro nacionalismo o alguna "fobia contagiosa" contra el FMI, sino simplemente de la realidad: el capítulo IV del Estatuto del FMI obliga a los países que lo integran a ser periódicamente supervisados, mantengan un nivel de deuda sustentable o no, le deban al Fondo o no. Simplemente deben ser auditados a los fines de respetar las políticas macroeconómicas que el organismo fije. En esas políticas viene montado un paquete que incluye la constante disminución del sector público, la privatización de los servicios públicos rentables, el control de "costo argentino" (necesariamente salarial) y la idea de desarrollar la exportación de insumos básicos (agro-mineros en nuestro caso) como "motor de desarrollo", relegando la industria media y pesada. Ello en tanto dichos sectores estén convenientemente abiertos a la inversión extranjera compitiendo en igualdad de condiciones con el capital nacional. Esto no es "sembrar miedo electoral" sino una verdad evidente que pudimos constatar desde hace varias décadas en la Argentina (se puede acceder a los antecedentes en la biblioteca del Ministerio de Economía o a mucha bibliografía general al respecto), que fue claramente precisada en la auditoría de deuda realizada por Ecuador por decreto 472/2007, como la realizada por técnicos brasileños respecto del endeudamiento de las décadas 1980/90.

Es una absoluta irresponsabilidad afirmar que una devaluación como la insinuada por los referentes económicos del macrismo –del orden del 50%– no va impactar en los precios o, como dijo el economista Alfonso Prat-Gay, "la devaluación ya la hizo el mercado, dado que el dólar oficial lo utiliza poca gente". Ello fue desmentido por el economista jefe de la Unión Industrial (UIA), quien afirmó que más del 90% de las operaciones de comercio exterior se realizan en dólares oficiales (en los últimos doce meses se negociaron en el país u$s 63.000 por exportaciones y u$s 60.500 por importaciones a dólar oficial). Este economista ya había adelantado que la negociación con los fondos buitre tiene que ser inmediata pero que, al decir el juez Griesa el fondo de la cuestión, sólo se pueden negociar los intereses acumulados.

Afirmar como lo hace el candidato opositor que, de ganar el balotaje, "habrá un dólar único, subirá el oficial, siendo el valor del dólar por debajo de los $ 16" ("El Tribuno de Salta", 8/11) es una pretensión irresponsable y falaz que requiere la más absoluta liberación de las operaciones cambiarias, comerciales y financieras. En este entorno, una devaluación, combinada con la ausencia de controles y regulaciones estatales, afectaría a los consumidores y a la industria nacional. Vamos a explicarlo con un ejemplo sintéticamente:
Los productos nacionales incluyen un alto componente de insumos importados. Al devaluar las partes nacionales de esos productos, se mantiene a valor constante en pesos y se abarata en dólares (menos dólares con más pesos por efecto devaluatorio), pero la parte de esos productos que tiene insumos importados aumenta (se compran esos insumos con dólares más caros por la devaluación).

El trabajo humano, retribuido con salario, se abarata en dólares y por ende baja el "costo" de este componente. Este abaratamiento del salario en dólares produce la reducción del poder de compra del mismo, poder de compra que en su mayoría está dirigido a cubrir necesidades básicas del asalariado, comúnmente cubiertas con productos básicos nacionales (alimentos, calzado, vestimenta, higiene). La tensión que se evidencia actualmente es que, con el dólar oficial retrasado, los componentes importados necesarios para la producción nacional son más caros en dólares (se necesitan más dólares para adquirir esos insumos) y por ende el precio en dólares para exportarlos es más alto, en un cuadro de situación mundial evidentemente recesivo y baja de los precios internacionales de nuestros productos, junto a la caída de compras por parte de Brasil, fruto de su propia crisis. El gobierno ha intentado superar estas condiciones sosteniendo el empleo y el consumo, pero la inflación ha "comido" la rentabilidad de los sectores ligados a la exportación. Ha sido una política de "sábana corta" donde nos tapamos por un lado pero nos desabrigamos por otro. Hay que trabajar fuerte por el equilibrio, para asegurar el empleo y la distribución de la renta con producción, inversión y exportación, pero democratizando un mercado muy concentrado aún.

Recordar el 2002 para acercarnos a una situación de devaluación pronunciada (200%) nos lleva a una inflación del 40% ese año (75% del precio de los alimentos) con un ajuste salarial del 15%, mostrando con ello una gran caída del salario real. El carácter "exitoso" de la devaluación se debió la falta de empleo existente en esa fecha, la recesión, la capacidad industrial ociosa, componentes que actuaron para mantener controlados los precios y los salarios permitiendo la reactivación y recuperación de la rentabilidad empresaria. Es muy fácil de entender la propuesta del candidato opositor: si como dijo en la entrevista antes referenciada los salarios (costos) ya están con un dólar a $ 16, la devaluación para poner el dólar en $ 16 no deberá generar un aumento de los costos (entre ellos, el salario) y por ende no habrá aumento de precios ni disminuirá el poder de compra del salario. ¡Se trata de un disparate técnico fenomenal! que puede ser entendido por "no entendidos en la materia".

Desactivar las inconsistencias actuales de la política económica y relanzar las fuerzas productivas es la segunda fase de un proceso largo que requirió poner en orden desarreglos diversos ocasionados por las políticas económicas que pretenden reinstalarse (monumental endeudamiento externo, desocupación, destrucción de la industria, concentración del ingreso, casi total privatización de los recursos naturales y empresas públicas). Pero esta fase no puede llevarse adelante justamente con políticas que son fuertemente cuestionadas por sus efectos actuales incluso en Estados Unidos (endeudamiento impagable, deslocalización de millones de empleos hacia países con bajos salarios, pobres cercanos a los 50 millones de personas, desocupación que cuadruplica los índices oficiales, etc.).
Por último, machacamos otra vez con esta idea: el mundo está demasiado complejo y denso para cometer errores; los cambios deben ser a favor de nosotros, pero sobre todo para el país de los que vienen atrás nuestro.


Publicado por Rionegro.com.ar ( 17 de Noviembre del 2015)