Regreso al pasado

 

AUTOR: PAUL KRUGMAN
Premio Nobel de Economía

 

Cuando los trabajadores de Verizon iniciaron una huelga, la semana pasada protestaban principalmente porque la compañia está tercerizando empleos a no sindicalizados y con menores salarios. Pero también estaban airados por su renuencia a intervenir. En particular, Verizon ha mostrado una notoria falta de interés en expandir su red de alta velocidad de Internet (Fios), a pesar de la fuerte demanda existente.

¿Por qué no quiere intervenir? Probablemente, porque no tiene que hacerlo: muchos de sus clientes no cuentan con alternativas, de modo que la compañia puede tratar su negocio de banda ancha como si fuera una "vaca lechera", sin la necesidad de gastar más para brindar un mejor servicio (o, según mi experiencia personal, en mantenerlo).

El caso de Verizon no es único. En años recientes, muchos economistas, incluidos Larry Summers y un servidor, han llegado a la conclusión de que el creciente poder monopólico es un gran problema para la economía estadounidense- no solo porque incrementa las ganancias a costa de los salarios-. Los casos como este, en los cuales la falta de competencia reduce el incentivo por invertir, pueden contribuir a una persistente debilidad económica.

El argumento se inicia con una aparente paradoja sobre el comportamiento corporativo. Hoy, las ganancias están cercanas a picos históricos gracias a un declive sustancial en el porcentaje del PBI que se dirige a los trabajadores. Se podría pensar que tales ganancias implican altas rentabilidad de la inversión, pero es claro que las corporaciones no lo ven así: sus inversiones en planta, equipo y tecnología (a diferencia de las fusiones y adquisiciones) no han alzado vuelo pese a que pueden obtener dinero a costos muy bajos, ya sea emitiendo bonos o vendiendo acciones.

¿Cómo puede resolverse esta paradoja? Pues supongamos que esas elevadas ganancias no representan la rentabilidad de la inversión sino que principalmente reflejan un poder monopólico en aumento. En este caso, muchas corporaciones estarían en la posición que describí: pueden sacarles el jugo a sus negocios pero no tienen motivos para ampliar sus capacidades o mejorar sus servicios.

El resultado sería lo que ahora vemos: una economía con altas ganancias pero poca inversión, pese a las bajas tasas de interés y los elevados precios de las acciones. Y en una economía como tal, los trabajadores no comparten los beneficios del incremento de la productividad y, además, se entiende a enfrentar problemas para alcanzar o mantener el pleno empleo.

¿Por qué? Porque cuando la inversión es débil a pesar de las bajas tasas de interés, la Reserva Federal se quedaría corta muy a menudo en sus esfuerzos para combatir recesiones. Por ello, la falta de competencia puede contribuir con la "estagnación secular"- esa sería condición donde la economía tiende a estar muy deprimida y solo se siente próspera cuando el gasto es impulsado por insostenibles burbujas crediticias o bursátiles-. Si esto les suena como el caso de la economía estadounidense desde los 90, bienvenidos al club.

En consecuencia, existen buenos motivos para creer que la menor competencia y el mayor poder monopólico son muy negativos para la economía. ¿Pero hay evidencias de que ha ocurrido tal declive en la competencia? si, como lo indica un buen número de estudios recientes, incluyendo uno que acaba de publicar la Casa Blanca.

Por ejemplo, en muchos sectores, la participación de mercado de las primeras cuatro empresas, una medición utilizada en muchos estudios sobre el tema. La siguiente pregunta es por qué la competencia ha disminuido y, que la respuesta, puede resumirse en un nombre: Ronald Reagan.

Este expresidente (1981-1989) no solo redujo impuesto y desreguló la banca, sino que su Gobierno también se distanció de la tradición estadounidense de frenar a las compañias que se vuelven demasiado dominantes en sus sectores. Una nueva doctrina, que enfatizaba las supuestas ganancias de eficiencia de la consolidación corporativas, condujo a lo que quienes han estudiado el tema describen como el virtual fin de la legislación antimomopólica.

Es cierto que hubo un limitado retorno durante el Gobierno de Bill Clinton (1993-2001), pero fue revertido bajo George W. Bush (2001-2009). El resultado fue una economía con demasiada concentración del poder económico. Y el Gobierno de Barack Obama- preocupado por las secuelas de la crisis financiera y su lucha con la hostilidad de los republicanos- recién ha podido estar en condiciones de abordar la política sobre competencia.

Más vale tarde que nunca. El viernes pasado, la Casa Blanca emitió una orden ejecutiva que instruye a las agencias federales a utilizar la autoridad que poseen para "promover la competencia". Lo que esto significa en la práctica no está claro, al menos para mí, pero podría marcar un punto de quiebre en la filosofía de gobierno que podría tener grandes consecuencias si los demócratas retienen la presidencia del país.

Es que no solo estamos viviendo una segunda Edad Dorada (como la de finales del siglo XIX), sino también una segunda era de industriales abusivos e inescrupulosos (como en el mismo periodo), y solo un partido parece estar preocupado al respecto.

Publicado por: Diario Gestión (21 de abril del 2016)