Con restaurantes de ramada frente a un mar amable y un piso de fina arena, La Isla es una de las playas más hermosas del Perú.
Su oscura cabellera de extensiones rojizas era una llamarada ante la luz del ocaso. Miraba en dirección al mar, pero parecía atravesarlo. Estábamos en Puerto Supe (Barranca, Lima), en una casa de madera, muy antigua, que daba la impresión de gemir al ritmo de la brisa. “Mi abuelo era muy curioso –me dijo Helena-, y conversando con los antiguos pescadores fue que se topó con esta historia, que ahora es una especie de leyenda”.
Las haciendas de Supe fueron saqueadas e incendiadas por el capitán Patricio Lynch, el 14 de setiembre de 1880, durante la guerra con Chile, y, según el relato del abuelo de Helena, un bote repleto de piezas de oro y plata casi naufraga debido a una marejada. Los chilenos escondieron el tesoro y treparon a su barco. Pero nunca volvieron.
Al día siguiente, el sol, el mercado, los insuperables tamalitos de Supe. Luego me trasladé a la playa La Isla, a un suspiro de este poblado. Me imaginé que la notable pintora, Tilsa Tsuchiya, oriunda de esta localidad, había seguido alguna vez esta deliciosa rutina.
La playa tiene forma cóncava, con un mar tranquilo, para disfrutarlo en familia. Lo que jala la vista es la isla Señil, que según dicen los lugareños guardaría el tesoro saqueado. La peculiar topografía de la isla -a la cual se puede acceder a pie con marea baja-, que se semeja a dos pirámides, hizo que la playa recibiera el apelativo de El Faraón.
Helena, de cara a las apacibles olas y la inefable isla, me dijo: “Tal vez el enigma no se devele nunca y, tal vez, sea mejor así”. Después, nos bañamos.
Fuente: Larepublica.pe ( Noviembre 2016)