“Normalmente un nuevo gobierno publica un plan fiscal conteniendo sus prioridades apenas asume el mando".

 

EL ARTE DE LA ESTAFA


AUTOR: PAUL KRUGMAN
PREMIO NOBEL DE ECONOMIA

¿Recuerdan las declaraciones fiscales de Donald Trump? Era inaudito que un candidato presidencial se negara a dar a conocer sus declaraciones fiscales, ya que ello sugiere, enfáticamente, que se tiene algo que esconder. Y, en un principio, el equipo de campaña de Trump ofreció excusas, diciendo que, al final, se proporcionarían las declaraciones, una vez que concluyera una auditoría de la Hacienda Pública, o algo así. Sin embargo, hasta este momento es evidente que Trump creyó, correctamente, que podía violar todas las normas, obstruir hasta la divulgación básica, sin pagar ningún costo político.

En efecto, está claro que a Hillary Clinton la castigaron por su transparencia financiera, en tanto que a Trump lo recompensaron por su práctica de no revelar nada sobre cómo gana dinero.

Y, como resultado, podemos esperar que la falta radical de transparencia sea el procedimiento estándar de operación en el nuevo Gobierno. De hecho, ya empezó.

Por ejemplo, el proceso presupuestario. Normalmente, un gobierno entrante emite un plan fiscal en el que expresa sus prioridades, poco despuésde haber asumido el cargo. Sin embargo, como nota el experto en presupuestos, Stan Collender, hay indicios contundentes de que el gobierno de Trump ignorará este precedente (y, posiblemente, la ley) y, sencillamente, se niegue a dar alguna explicación de cómo se supone que cuadren sus propuestas. Es probable que todo lo que consigamos sean promesas de que va a ser grandioso, créanme.

Cierto, todavía no sabemos a ciencia cierta si habrá presupuesto. Sin embargo, ya está claro que los trucos comerciales -grandes promesas pero huecas, totalmente carentes de detalles- serán centrales en la estrategia republicana en un problema clave: el futuro de la cobertura médica de millones de estadunidenses.

Antecedentes: allá en el 2010, el Presidente Barack Obama y la efímera mayoría demócrata en el Congreso aprobaron la Ley de atención asequible con cero apoyo del Partido Republicano. Desde entonces, los republicanos han prometido derogar la ley tan pronto como tuvieran la oportunidad, remplazándola con algo mucho mejor. Aunque parezca mentira, no obstante, nunca han descrito cómo sería ese reemplazo.

Y no me refiero a que no hayan explicado todos los detalles. Casi siete años después de que entró en vigor el Obamacare, los republicanos no han dado ni siquiera un resumen de un plan de reforma sanitaria. ¿Por qué no?

De hecho, no hay ningún misterio. Si bien muchos estadounidenses dicen que desaprueban el Obamacare, grandes mayorías aprueban las cosas que se hacen con la Ley de atención asequible, notablemente, garantizar que, con todo, las personas que tienen condiciones médicas preexistentes puedan comprar seguros. Y no hay forma de lograr estas cosas sin una gran expansión de los programas gubernamentales de salud -lo que no se puede decir que sea una prioridad para los republicanos- o algo muy parecido a la ley que aprobaron los demócratas.

Peor aún, desde el punto de vista republicano ha funcionado el Obamacare. No es perfecto, ni con asomo, pero la cantidad de estadounidenses no asegurados ha caído a su nivel más bajo en la historia. Los estadounidenses recién asegurados gracias al Obamacare están altamente satisfechos con su cobertura.

Entonces, ¿qué puede ofrecer el Partido Republicano como alternativa? Sabemos lo que quieren los republicanos: una batalla campal en la que las aseguradoras puedan discriminar como quieran, sin una mínima regulación, así como recortes en la ayuda gubernamental. Hacer eso, no obstante, causaría que millones de estadounidenses -muchos de ellos personas que votaron por Trump creyendo que sus logros recientes estaban seguros- pierdan su cobertura. Las repercusiones políticas negativas serían terribles.

No obstante, no abolir el Obamacare también tendría serios costos políticos. Así es que la emergente estrategia republicana para la atención de la salud, de acuerdo con los artículos noticiosos, es “revocar y retrasar” -votar para eliminar el Obamacare, pero retrasar la fecha efectiva hasta después de las elecciones intermedias del 2018-. Para entonces, prometen los dirigentes del Partido Republicano, ya tendrán el remplazo que no han podido elaborar en los últimos siete años.

Claro que no habrá ningún remplazo. Y es posible que haya un caos en los mercados de la atención de la salud mucho antes de la fecha de vencimiento oficial del Obamacare, ya que las aseguradoras se saldrán de ellos porque saben que se colapsarán pronto. Sin embargo, el pensamiento político parece ser el de que pueden encontrar una forma para culpar a los demócratas por la debacle.

Todo ello es muy trumpiano en realidad. Unas memorias honestas sobre la carrera empresarial del presidente electo se titularían así: “El arte de la estafa”. Después de todo, su sello característico ha sido convertir en ganancia los proyectos fallidos de negocios, porque encuentra una forma de dejar que otras personas se queden con el paquete.

En este caso, es evidente que el esfuerzo por remplazar al Obamacare fallará miserablemente en términos de servir al pueblo estadounidenses, quizá, en especial, al electorado blanco de clase trabajadora que respaldó a Trump. Sin embargo y con todo, podría ser un éxito político, si puede convencer a la gente para que culpe a las personas equivocadas.

Se podría pensar que esto sería imposible, dada la obviedad del complot. Sin embargo, debido a lo que hemos visto hasta ahora, se tiene que tomar seriamente la posibilidad de que se saldrán con la suya.

 

Publicado por: Diario Gestión ( 07 de diciembre del 2016).