TURBULENCIA TURCA

 

AUTOR: Paul Krugman

Premio Nobel de Economía,

Trducido por: Antonio Yonz Martínez

Un líder antisistema asume el poder tras unas elecciones polémicas y, con celeridad, su Gobierno demuestra ser notoriamente corrupto. Su reacción es subvertir el sistema legal y suprimir las investigaciones sus partidarios las denuncian como "caza de brujas", así como consolidar su mandato y minar las instituciones que podrían limitar su poder.

¿Estoy hablando de Donald Trump? Podría ser, aunque me estoy refiriendo al presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, cuyo éxito en politizar la legislación para que la corrupción de su Gobierno quede impune, ofrece un inquietante anticipo de la clase autócrata en que Trump podría convertirse y que evidentemente quiere ser. Por eso no sorprende que le agraden los dictadores y que haya expresado su admiración por Erdogan y su régimen.

Los instintos autoritarios y el desprecio por el Estado de derecho no son lo único que ambos tienen en común. También desdeñan la experiencia profesional y se han rodeado de gente que destaca por su ignorancia y sus estrafalarios puntos de vista. Erdogan tiene asesores que creen que está sufriendo ataques síquicos y Trump tiene asesores que se gritan insultos en plenas misiones comerciales.

¿Pero eso tiene importancia? Pues en Estados Unidos, la bolsa está al alza y la economía sigue creciendo, en tanto que Erdogan ha presidido un boom económico. Los inversionistas y los mercados no parecen alarmarse por las chifladuras, y no les preocupa que lo encargados de la política económica no tengan idea de lo que dicen.

Sucede que, casi siempre, la calidad del liderazgo económico tiene menos importancia de lo que la mayoría cree. Una cosa son las medidas destructivas, como las que están llevando a Venezuela al abismo, pero otra son las políticas comunes y corrientes como los cambios tributarios, que a pesar de ser irresponsables, raramente tienen efectos dramáticos.

Es el caso del recorte de impuestos por cerca de US$ 2 millones de millones, que aunque es una cifra enorme, incluso para una economía como la estadounidense, aparte de incentivar una ola inédita de recompras de acciones, está teniendo efectos poco perceptibles. Si bien no hay señales del boom de inversiones prometido, tampoco hay signos de que los inversionistas estén perdiendo fe en la solvencia del país.

Básicamente, mientras la economía no sea golpeada por algún shock, la postura política casi no interesa. Si alguien que desconociese que hubo elecciones el 2016 viese los datos de empleo o PBI del país, no temdría motivos para sospechar que algo relevante ha cambiado. Pero cuando surge algún gran shock, la calidad del liderazgo repentinamente adquiere mucha importancia. Eso es lo que estamos viendo en Turquía.

Cabe acotar que incluso si el liderazgo económico solo es relevante durante las crisis, habría que esperar que los mercados sean previsores e incorporen en los precios de acciones y bonos el riesgo del mal manejo de crisis futuras, pero eso casi nunca ocurre. En cambio, lo que se observa son prolongados periodos de complacencia seguidos de un súbito pánico.

A los estudiantes de economía internacional les encanta citar la "Ley de Dornbusch": "Las crisis tardan en llegar mucho más tiempo de lo que uno puede imaginar, pero cuando llegan, ocurren más rápido de lo que uno hubiera imaginado". Lo que está ocurriendo en Turquía es la clásica crisis cambiaria y de deuda, de las que hemos visto un montón en Asia y América Latina.

Al principio, un país se vuelve popular entre los inversionistas y contrae mucha deuda en moneda extranjera en Turquía, las mayores deudoras son las empresas locales. Luego comienza a perder lustre por algún motivo: en estos momentos, los mercados emergentes están siendo afectados por el encarecimiento del dólar y la subida de tasas de interés en Estados Unidos.

Ahí cuando se hace factible una crisis que se retroalimentaa sí misma: factores externos ocasionan pérdida de confianza, lo cual origina una depreciación de la moneda local que, a su vez, encarece el valor de la deuda en moneda extranjera, empeora la economía y afecta aún más la confianza, y así sucesivamente.

Es entonces cuando la calidad del liderazgo resulta de gran importancia, pues hacen falta funcionarios que entiendan lo que ocurre, puedan idear una respuesta y posean credibilidad para que los mercados le otorguen el beneficio de la duda. Algunos mercados emergentes cuentan con todo esto y están capeando el temporal, pero el régimen de Erdogan no.

¿Es la turbulencia turca un anticipo de lo que ocurrirá con Trump? No en el detalle, pues aunque Estados Unidos se endeuda mucho en el exterior, lo hace en dólares, lo que significa que no es vulnerable a crisis como las que sufren los mercados emergentes.

Pero hay muchas otras cosas que pueden salir mal, desde crisis de política exterio, hasta guerras comerciales. Y parece acertado afirmar que el equipo de Trump no está preparado para ninguna de estas posibilidades. Tal vez no tenga que lidiar con ningún desafío grave, ¿pero qué pasaría si tuviera que hacerlo?


Fuente : Gestión, 30 de Mayo del 2018.