El discurso conservador está impregnado de mala fe. No hay que ceder a sus presiones.

INTELECTUALES Y POLÍTICA

AUTOR: Paul Kruman,

Premio Nobel de Economía 2008

NYT SYNDICATE

La semana pasada, The Stanford Daily, el periódico estudiantil de la Universidad Stanford, publicó una noticia curiosa sobre Niall Ferguson, un historiador conservador miembro de la Hover Institution, ubicada en esa universidad.Fuente: Gestión, 06 de Junio del 2018del 2018.El artículo ofrece una mirada a la realidad que pocos, desde luego en los medios de información, están dispuestos a reconocer: la mala fe que impregna el discurso conservador.

Gente deshonesta hay en todo el espectro político, pero la presencia de manipulación sistemática y la insistencia de que arriba es abajo y blando es negro, es desproporcionada en un bando. Y las dificultades que muchos tienen para aceptar esa asimetría es una causa relevante del lío en que nos encontramos.

¿Pero cómo puedo decir que los medios se rehúsan a reconocer la mala fe conservadora? Aunque algunos periodistas mantienen su aprensión a usar la palabra "mentira" y todavía persiste la tendencia de los titulares a repetir argumentos falsos, los lectores sí perciben una imagen generalmente fidedigna de la magnitud que tiene la deshonestidad en el Gobierno de Donald Trump.

Pienso que los medios hacen que las mentiras de Trump parezcan menos fuera de lo común de lo que realmente son y más una ruptura con las prácticas previas. Sus hábitos fuleros y sus constantes clamores de ser victimizado por gente que informa con exactitud, son solamente una continuación de algo que lleva años sucediendo en el movimiento conservador.

Después de todo, ¿cuán distinto es Trump de Fox News, que lleva décadas desinformando mientras denuncia el sesgo liberal de los medios masivos, o de los republicanos que acusaron a los demócratas de irresponsabilidad fiscal y ahora critican a la Oficina Congresal del Presupuesto cuando esta subraya que sus rebajas de impuestos incrementarán el déficit fiscal?

Y la misma clase de mala fe puede verse en otros ámbitos, incluyendo los campus universitarios. De vuelta a la noticia de Stanford, resulta que Ferguson es uno de esos intelectuales conservadores que se hiperventilan por la supuesta amenaza contra la libertad de expresión que imponen los activistas estudiantiles. En esta universidad, es uno de los líderes de un programa llamado Cardinal Conversations, que visita expositores de "temas controvertidos".

Entre ellos figura Charles Murray, famoso por un libro que afirmaba que las diferencias de coeficiente intelectual entre negros y blanco eran de naturaleza genética. No sorprende que la invitación haya provocado protestas y este fue el contexto en el cual Ferguson se enfrascó en una serie de e-mails con estudiantes activistas de derecha en los que les urgió a "unirse contra los guerreros de la justicia social" para "triturarlos".
Posteriormente, Ferguson más o menos se disculpó, aunque fue más un "lamento que se sientan así" y comenzó a quejarse porque en estos días muy pocos historiadores están registrados como republicanos, hecho que él considera es evidencia del sesgo que existe en el reclutamiento de académicos y de un entorno hostil.

¿Qué está pasando? Es cierto que los conservadores que se autoproclaman conservadores son bastantes escasos entre los historiadores estadounidenses, pero también escasean en las ciencias "duras". Esto podría deberse a que la carrera académica atrae más liberales que a conservadores no hay muchos liberales en la Policía o el FBI.

También podría deberse a que, quizás, los científicos son reacios a identificarse como conservadores porque serlo significa alinearse con una facción que, de manera generalizada, rechaza la ciencia climática y la teoría de la evolución.

Volviendo al punto, la defensa de los conservadores de la libertad de expresión y el debate abierto no es sincera. Ellos no quieren vérselas con ideas que sean evaluadas por sus fundamentos, independientemente de consideraciones políticas. Lo que quieren es que las ideas cómodas para su bando reciban (por lo menos) la misma cobertura, sin que importe su calidad intelectual.

En efecto, los grupos conservadores están sumidos en un esfuerzo sistemático para imponer estándares políticos en la educación superior. Por ejemplo, ahora sabemos que los hermanos Koch han hecho uso de donaciones para ganar poder en cargos académicos en dos universidades.

¿Qué significado tiene esto? Principalmente, significa que si alguien desempeña un rol que incluya brindar información ya sea en educación o o en periodismo no debe permitir que los derechistas lo trituren, como diría Ferguson. Tanto las universidades como las organizaciones noticiosas se hallan bajo constante presión, no solo para tratar mejor a Trump sino para respetar los puntos de vista de la derecha.

Quienes están planteando estas exigencias dicen que quieren equidad e imparcialidad. Por eso, es necesario recordar que esta afirmación es hecha de mala fe y no tiene nada que ver con la imparcialidad. Tiene que ver con el poder.

 


Fuente: Gestión, 06 de junio del 2018.