El Gobierno de Trump está dándole la espalda a todo lo que hizo grande a Estados Unidos

LA CAÍDA DEL IMPERIO

 

 

AUTOR: Paul Krugman

Premio Nobel de Economía 2008

 

El Gobierno estadounidense está, literalmente, separando niños de sus padres y colocándolos en recintos cercados sus funcionarios niegan que sean jaulas. El presidente está exigiendo que no se investigue a sus asociados sino a sus enemigos políticos.
También ha estado insultando a sus aliados democráticos y elogiando a dictadores homicidas. Y cada vez es más probable que desate una guerra comercial.

¿Qué tiene todo esto en común? Naturalmente, está ligado al carácter del ocupante de la Casa Blanca, el peor ser humano en ostentar ese cargo. Pero también existe un texto más amplio: lo que estamos presenciando es un rechazo sistemático a los arraigados valores que fueron los que hicieron grande a Estados Unidos.

El país lleva mucho tiempo siendo una potencia. En especial, emergió de la Segunda Guerra Mundial con un nivel de dominio económico y militar no visto desde el apogeo de la Roma antigua. Pero su rol en el mundo siempre fue más que dinero y armas. También representó ideales como la libertad, los derecho humanos y el principio de legalidad.

Aunque a menudo no estuvimos a la altura, esos ideales fueron reales e importaban.
Muchos países han aplicado políticas racistas, pero cuando en 1944 el economista sueco Gunnar Myrdal publicó su libro sobre nuestro "problema negro, lo tituló" "Un dilema estadounidense" porque nos veía como un país cuyos ciudadanos estaban conscientes, en cierto grado, de que nuestro trato los negros contravenía nuestros principios.

Y su creencia en que el país poseía decencia quizás hasta bondad fue reivindicada por el surgimiento y el éxito, aunque incompleto, del movimiento por los derechos civiles. ¿Pero qué tiene que ver la bondad estadounidense que con frecuencia no se muestra pero es real con el poder, mucho menos con el comercio mundial?

La respuesta es que durante 70 años, la bondad y la grandeza del país caminaron de la mano. Nuestros ideales y el hecho de que otros países sabían que los teníamos, nos hicieron un tipo distinto de potencia, una que inspiraba confianza. Por ejemplo, al finalizar a Segunda Guerra Mundial y junto con nuestros aliados británicos, habíamos conquistado buena parte del mundo.

Pudimos habernos convertido en ocupantes permanentes y/o haber instalado gobiernos títeres como lo hizo la Unión Soviética en el este de Europa. Es cierto que lo hicimos en algunos países en desarrollo y nuestra historia con Irán, digamos no es para nada bonita. Pero lo que mayormente hicimos fue ayudar a salir a flote a nuestros enemigos derrotados, promover regímenes democráticos que compartían nuestros valores fundamentales y convertirnos en sus idos para proteger esos valores.

La "Pax Americana" fue un suerte de imperio y por mucho tiempo Estados Unidos fue el primero entre iguales. No obstante, respecto a los estándares históricos, fue un imperio benigno sostenido por un poder blando y por el respeto en lugar de la fuerza. Uno podría sentirse tentado a ver los acuerdos comerciales que Trump dice se han vuelto "alcancías de las que todos roban" como algo completamente distinto, pero no lo son.

Esos acuerdos tenían (y tienen) como fin enriquecer al país, pero desde un inicio también fueron más que únicamente sobre dólares. De hecho, el sistema de comercio internacional moderno no fue una creación de economistas o intereses empresariales, sino en gran medida de Cordell Hull, el secretario de Estado de Franklin D. Roosevelt.

Este funcionario creía que "el comercio próspero entre los países" era un elemento esencial para construir una "paz duradera". Así que la creación de posguerra del Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio (GATT) es parte de la misma estrategia que, más o menos simultáneamente, dio origen al Plan Marshall y la OTAN.

Lo que está ocurriendo ahora está poniendo fin a la excepcionalidad estadounidense. Las atrocidades que se cometen en la frontera, los ataques contra el estado de derecho, los insultos a líderes democráticos, los elogios a criminales y a la ruptura de acuerdos comerciales están dándole la espalda a los ideales que diferenciaron al país de otras potencias.

Y el rechazo a nuestros ideales no nos hará más fuertes sino que nos debilitará. Fuimos el líder del mundo libre, una fuerza moral, financiera y militar, pero estamos botando todo eso por la borda. Es más, esa actitud ni siquiera servirá a nuestros intereses pues Estados Unidos ya no es tan dominante como lo era hace 70 años.

Trump es iluso si piensa que otros países se amilanaran frente a sus amenazas, y si nos dirigimos hacia una guerra comercial, lo que parece cada vez más probable, tanto él como sus votantes se quedarán impactados por sus efectos: algunos sectores se beneficiarán, pero millones de trabajadores terminarán desplazados.

En suma, Trump no está haciendo grande a Estados Unidos de nuevo, está destrozando lo que realmente nos hizo grandes y nos está convirtiendo en otro matón uno cuyos abusos serán mucho menos efectivos de lo que imagina.


Fuente: Gestión, 20 de junio del 2018.