Trump no quiere reparar las relaciones de Estados Unidos con sus aliados.

INSTINTO DESTRUCTIVO

 

AUTOR: Paul Krugman,

Premio Nobel de Economía 2008

Donald Trump fue a la cumbre de la OTAN, insultó a nuestros aliados y luego les exigió que incrementen su gasto en defensa hasta 4% del PBI, que es mucho mayor que el abultado gasto militar de su presupuesto. Luego afirmó, falsamente que había obtenido concesiones importantes y declaró, gentilmente, que "actualmente es innecesario" evaluar un retiro de Estados Unidos de la alianza.

¿Hicieron algo los aliados para aplacarlo? Seguramente no. Para Trump, perturbar a la OTAN no parece ser un medio para conseguir algo; es un fin en sí mismo que su guerra comercial: despotrica sobre las prácticas comerciales desleales de otros países con cierta validez en el caso de China, virtualmente ninguna para Canadá o la Unión Europea, pero no ha formulado ninguna demanda coherente.

O sea, no ha sido nada específico sobre lo que podrían hacer los países golpeados con sus aranceles para satisfacerle, dejandoles sin otra opción que la aplicación de represalias. Así que no está buscando obtener concesiones sino que actúa como alguien que solo quiere una guerra comercial. Como era de esperarse, se informa que ha amenazado con abandonar la Organización Mundial del Comercio (OMC).

Todo es lo mismo. Sus reclamos por el mal comportamiento de otros países o sus exigencias, no son más que una evidente mala fe. El señor "arte de la negociación" no quiere ningún acuerdo, solo quiere demoler. Las instituciones que Trump está tratando de destruir fueron creados bajo el liderazgo de Estados Unidos luego de la Segunda Guerra Mundial.

Fue la época de los estadistas épicos los años del puente aéreo de Berlín y del Plan Marshall, cuando Estados Unidos exhibió su verdadera grandeza; pues a pesar de haber ganado la guerra, escogimos no comportarnos como conquistadores sino construir los fundamentos de una paz duradera.

De este modo, el Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio, suscrito en 1947 cuando el dominio económico de Estados Unidos era abrumador no buscó una posición privilegiada para los productos estadounidenses sino que creó las reglas para promover la prosperidad en todo el mundo.

De manera similar, la OTAN fundada en 1949 cuando existía un abrumador dominio militar estadounidense no buscó asentar nuestra hegemonía sino que creó un sistema de responsabilidad mutua que alentó a nuestros aliados, incluyendo nuestro antiguos enemigos, a verse como iguales en la preservación de nuestra seguridad mutua.

En otras palabras, Estados Unidos intentó crear un sistema internacional que reflejase sus propios ideales, que sometiese a los países poderosos al imperio de la ley incluyendo al nuestro, y que protegiese a los más débiles de los agresores. Los casos pequeños pueden ganar casos ante la OMC contra los grandes; los miembros pequeños de la OTAN reciben las mismas garantías de seguridad incondicionales que las potencias.

Lo que Trump intenta es socavar ese sistema, haciendo que la matonería sea grande de nuevo. ¿Cuál es su motivación? Parte de la respuesta es que todo lo que debilite la alianza occidental ayuda a Vladimir Putin; pues si Trump no es un gran agente ruso, se comporta como uno cada vez que se puede.

Además, es obvio que no le gusta nada que huela a sistema de derecho aplicable a todos por igual, los débiles y los fuertes.

Indulta a fanáticos criminales y separa a niños de sus padres, al tiempo que elogia a déspotas brutales y desprecia a los líderes democráticos. Por su puesto que odia las instituciones internacionales que fueron creadas por una generación de estadistas infinitamente más sabia, quienes entendieron que a Estados Unidos le convenía utilizar su poder con respeto y mesura, y que tenía que someterse a las reglas para ganar la confianza del mundo.

Aunque se queje de que otros países hacen trampa y sacan ventaja de Estados Unidos, de que imponen aranceles injustos o no pagan su parte de los costos de defensa, lo que hace de mala fe. Son excusas, no quejas reales. No quiere reparar estas instituciones sino destruirlas.

¿Habrá algo que frene su instinto destructivo? Se podría haber creído que el Congreso le impondría algunos límites, que todavía existían legisladores republicanos responsables; pero no los hay. De manera alternativa, se podría haber pensado que la gran empresa, que depende profundamente del actual orden mundial, hubiese protestado con firmeza. Pero hasta ahora, ha sido totalmente ineficaz.

Si bien el discurso sobre la guerra comercial causa ocasionales tambaleos en las bolsas, los inversionistas no lo están tomando en serio: imaginan que las bravatas de Trump y sus tuits durarán un tiempo y que luego aceptará algunos cambios cosméticos y cantará victoria.

Pero esa clase de resultado benigno parece cada vez menos probable, porque Trump no aceptará un sí Cómo respuesta. No quiere que las negociaciones con nuestros aliados y socios comerciales sean exitosas, si no que fracasen. Y cuando todos terminen por darse cuenta, el daño quizás sea irreversible.

Publicado por : Gestión, 18 de julio del 2018.