BANQUERO QUE PERDIÓ LA BATALLA CON EL GOBIERNO
Ken Lewis demoró años en formar Bank of America para luego ceder el control
entre riñas con la FED y el Tesoro de EE.UU.
Por Carrick Mollenkamp y Dan Fitzpatrick
Kenneth D. Lewis jamás se imaginó que sus ocho años al frente de Bank of America
Corp. acabarían así.
Había tenido un año lleno de dolores de cabeza, grandes y pequeños. Su madre lo
exhortaba a devolver los US$45.000 millones que el banco recibió del gobierno.
En agosto, mientras ponderaba su futuro durante unas vacaciones en el estado de
Colorado, un oso entró a su casa en la montaña y vació el refrigerador. Pero lo
que finalmente determinó su partida fue su incapacidad para llevarse bien con el
Tío Sam.
Ya en diciembre del año pasado, un funcionario de la Reserva Federal le envió un
correo electrónico a un colega en el que le pedía ideas para obtener "una libra
de carne" de Lewis, en medio de la polémica desatada por la todavía pendiente
adquisición de Merrill Lynch & Co. por parte de Bank of America. En mayo, la
presión de los reguladores había llegado a tal extremo que la junta directiva
del banco formó un comité especial encargado de negociar con el gobierno.
En septiembre, mientras un juez insistía en que las escaramuzas con las
autoridades debían resolverse en una corte y un fiscal estatal hablaba de acusar
de fraude a Bank of America o alguno de sus ejecutivos, la agenda de Lewis
estaba repleta de reuniones con abogados. A fines de septiembre, tomó por
sorpresa a una reconfigurada junta directiva al anunciar su partida a finales de
2009, un año antes de lo previsto.
Ahora, mientras el banco busca un sucesor, Lewis no ha podido liderar el
proceso.
El ejecutivo sugirió algunas opciones, como ascender a uno de sus
lugartenientes, para posteriormente enterarse de que la junta ya había
contratado a una firma cazatalentos previa solicitud de la Reserva Federal,
señalan fuentes cercanas.
La situación en la que se encontró Bank of America, obligado a hallar un nuevo
presidente ejecutivo rápidamente, culminaba casi un año de batallas con los
reguladores y los investigadores en el que Lewis, de 62 años, perdió
paulatinamente el control de la entidad en la que había trabajado durante 40
años. Durante el primer semestre, Lewis ya le había confesado a un colega que no
era la persona indicada para realizar un trabajo que exigía demostrarles
reverencia a los políticos y los reguladores.
El legado de Lewis ahora se debate entre el de un hombre que contribuyó a
fortalecer el sistema financiero estadounidense durante una crisis, mediante la
compra de Merrill y Countrywide Financial, o el de uno que cerró demasiados
acuerdos controvertidos y puso en riesgo una de las mayores instituciones
financieras. Lewis rechazó ser entrevistado para este artículo.
Si había un ejecutivo de la banca que parecía contar con el temple para soportar
las presiones de los reguladores y los mercados, ese era Ken Lewis.
El oriundo de Mississippi ascendió poco a poco hasta llegar a la presidencia
ejecutiva de Bank of America. Tras sustituir a su mentor, Hugh McCall, en 2001,
Lewis emprendió una frenética racha de adquisiciones y controló férreamente los
costos del banco, que se expandió y llegó a acumular activos del orden de los US$2,3
billones (millones de millones).
Hace poco más de un año, Bank of America parecía encaminado a convertirse en el
gran héroe de la emergencia financiera.
Luego de cerrar la adquisición del banco hipotecario Countrywide en julio de
2008, Bank of America volvió al ruedo dos meses después durante un momento
crítico. En el fin de semana de septiembre en el que Lehman Brothers Holdings
Inc. caía en la bancarrota y American International Group Inc. (AIG) se acercaba
al borde del precipicio, Bank of America acordó la compra de otra firma en
aprietos, Merrill Lynch.
Sin embargo, para el 3 de diciembre, dos días antes de que se celebrara la
asamblea de accionistas para aprobar el negocio, las pérdidas de Merrill se
disparaban.
"Qué desastre", escribió Gary Carlin, un ejecutivo de Merrill en un email a Neil
Cotty, un miembro del equipo de Bank of America encargado de integrar la
adquisición.
El dominio de Lewis de su junta directiva, que en algún momento llegó a ser
incuestionable, se empezó a debilitar. En medio de las crecientes pérdidas de
Merrill, un director del banco que había aprobado la operación, Chad Gifford, le
mandó un correo electrónico a otro director, William Barnet, con fecha de 10 de
diciembre: "¡¡¡Lo que más me molesta es la forma en que aprobamos la
adquisición!!!", se lamentaba. Gifford y Barnet, que ya dejó la junta directiva,
no devolvieron las llamadas en busca de su versión de los hechos.
A mediados de diciembre, después de la votación de los accionistas, las
proyecciones de la pérdida de Merrill en el cuarto trimestre ascendían a los US$12.500
millones. Lewis alertó a los reguladores al respecto y sacó a colación la
posibilidad de dar marcha atrás en la transacción debido a un "cambio adverso
significativo", una de las cláusulas que habían estipulado en el contrato de
compra.
Ben Bernanke, el presidente de la FED y el entonces secretario del Tesoro, Henry
Paulson, presionaron al banco para que siguiera adelante con el acuerdo para
impedir una ola de pánico entre los inversionistas, según señaló posteriormente
el propio Lewis en su testimonio ante el Congreso estadounidense.
Paulson amenazó con despedir a Lewis y la junta directiva del banco si no se
concretaba la compra de Merrill, según los testimonios de Lewis y el propio
Paulson.
Bank of America cerró la compra de Merrill y, conforme a lo prometido, recibió
una nueva dosis de fondos del fisco. El gobierno, que ya le había otorgado US$25.000
millones, inyectó otros US$20.000 millones mediante la compra de acciones
preferentes con un jugoso dividendo de 8%. El gobierno también empezó a
supervisar los gastos y las remuneraciones de Bank of America.
El rol de la FED
Lo que Lewis desconocía en ese momento era que mientras algunos funcionarios lo
presionaban para completar la compra de Merrill, en la Fed empezaban a circular
dudas sobre las finanzas del banco. La adquisición de Merrill intensificó esas
preocupaciones.
El 20 de diciembre, Mac Alfriend, de la Reserva Federal de Richmond, el
organismo encargado de supervisar a Bank of America, le envió un correo
electrónico a un colega de la Fed en Washington que versaba sobre "ideas para
extraerle una libra de carne a Lewis".
Deborah Bailey, la funcionaria que recibió el email, respondió que la Fed estaba
estudiando algunas medidas, como la firma de un memorando de entendimiento para
obligar a Bank of America a mejorar sus operaciones y gestión. Representantes de
la Fed y de la Reserva Federal de Richmond declinaron comentar al respecto.
El tono de Bernanke, sin embargo, fue más conciliador.
En una conversación con Lewis, en víspera de Año Nuevo, el titular de la Fed
indicó que "no te vamos a abandonar", según las notas tomadas por Lewis.
Bernanke añadió que Bank of America" es una empresa sólida que ha actuado de
manera muy apropiada bajo circunstancias muy difíciles". Pero la presión sobre
Lewis siguió creciendo.
El presidente ejecutivo empezó a frustrarse y se dio cuenta de cuánto le
disgustaba tratar con políticos. Después de una reunión en marzo en la Casa
Blanca con el presidente Barack Obama y otros presidentes ejecutivos de
entidades financieras, señaló que no iba a comportarse servilmente ante las
autoridades.
Los inversionistas y los reguladores lo estaban presionando para que
fortaleciera la junta directiva y mejorara las operaciones del banco cuya acción
se había derrumbado a US$3,14 luego de superar los US$33 poco antes de la compra
de Merrill. En la asamblea anual del 29 de abril, los accionistas acordaron
dividir los cargos de presidente ejecutivo y de la junta directiva. Walter
Massey reemplazó a Lewis en la presidencia de la junta directiva.
Más tarde ese mismo día, los reguladores, incluyendo la Fed, indicaron que
planeaban emitir un memorando de entendimiento confidencial contra el banco
debido a sus preocupaciones sobre gobierno corporativo y la capacidad de manejar
el riesgo y financiar operaciones en épocas de crisis. La noticia cayó como una
bomba al interior de Bank of America.
Los directores no ocultaron su asombro. La Fed se disponía a castigar al banco
por su desempeño después de que funcionarios de la propia Fed y del Departamento
del Tesoro los habían presionado para cerrar la compra de Merrill.
La sanción, que se produjo algunos días después, obligó al banco a reformar su
junta directiva y resolver los temas vinculados al riesgo. Para Lewis, señala
una fuente cercana, era cada vez más claro que "esta no es mi compañía y esta no
es mi junta directiva".
El 28 de septiembre, Lewis decidió que era hora de decir adiós. Viajó a Boston
para comunicarles la noticia a tres directores y señaló que haría el anuncio el
viernes 2 de octubre. El libreto, sin embargo, cambió. Sin su conocimiento, el
presidente de junta, Walter Massey, empezó a llamar a otros directores para
informarles de la partida de Lewis, dicen fuentes cercanas. Massey no devolvió
las llamadas en busca de comentario.
Ante una posible filtración a la prensa, se decidió adelantar el anuncio para
una conferencia telefónica con la junta directiva fijada para el 30 de
septiembre.
Otrora la voz cantante en las reuniones de la junta directiva, Lewis ahora se
sienta tranquilamente y apenas abre la boca, asegura una fuente cercana.
Fuente: Diario Gestión (16/11/09)