LA CRISIS DE LA MACROECONOMÍA

 

 

Por Carlos Anderson

 

El 11 de enero pasado, la revista The New Yorker publicó un fascinante articulo del periodista ingles John Cassidy titulado After The Blow Up (“Después de la explosión”), articulo que tiene como subtitulo: “The Chicago School Flunk” (“La Escuela de Chicago sale jalada”). El tema del articulo no es la crisis de la economía estadounidense y mundial sino mas bien la crisis del edificio intelectual y teórico que dio sustento al modelo económico (de desregulación y capitalismo salvaje) que hizo explosión durante la crisis del 2008 – 2009. Por comodidad-pero no por casualidad – Cassidy usa La Escuela de Chicago como síntesis de la teoría macroeconomía predominante.

 

Hacia finales de la primera década del siglo XXI, los estudiosos de la teoría macroeconómica parecían contentos de la forma como habían ido resolviendo sus diferencias durante las tres décadas previas. Común era hablar o escuchar hablar de una nueva macroeconomía, bien fundamentada en sólidos principios microeconómicos. Desafortunada –o mas bien, afortunadamente-, la explosión de la crisis económica mundial del 2008-2009, con su características tan particulares y abundancia de preguntas sin respuestas, ha echado por tierra y puesto en ridículo la versión edulcorada de una Economía del Nuevo Consenso. Hoy, el debate apenas comienza, un tanto bajo tierra, en los “journals” y conferencia especializadas. Nadie sabe que ruta trazará este nuevo debate. Lo único cierto es que el futuro ya no será lo que fue hasta ayer.

 

¿Será posible analizar una economía tan compleja como la estadounidense con la ayuda de apenas tres ecuaciones que ignoran casi por completo el papel del gobierno y, por ende, el impacto de la política fiscal? El primer instinto de toda persona mas o menos informada seria decir que no. Y, sin embargo, este es precisamente el consenso al que se había llegado luego de treinta años de interminables discusiones entre los economistas Nuevos Clásicos y los economistas Nuevos Keynesianos. Claro que una columna en un diario económico no es el mejor lugar para exponerlas en detalles. Baste decir que la Economía del Nuevo Consenso, el que funcionaba como arquetipo de la economía antes de la explosión de la crisis, funcionaba con base a una ecuación de demanda, una curva de Phillips (que incluía un modelo de formación de expectativa racionales) y una ecuación de política monetaria. En este modelo de economía solo existían dos agentes económicos, el banco central y el sector privado. La belleza de este modelo de la economía –desde el punto de vista teórico- era tanto la simplicidad y elegancia de las ecuaciones como el hecho de que cada una de ellas tuviera bases firmes en el comportamiento de maximización de la utilidad tan típico del mundo de la microeconomía.

 

Además, el modelo del Nuevo Consenso Económico supone competencia perfecta, información perfecta y mercados completos. En este mundo ni existe el sector publico (y por ende, no hay política fiscal alguna), ni existen las quiebras, los defaults o la insolvencia.

 

Como podrán apreciar los lectores, un modelo de la economía de tales características poco o nada características poco o nada nos puede decir en torno al origen, propagación y probable desenlace de la actual crisis económica internacional. De allí que no solo la economía esté en crisis, sino también la teoría economía que le ha dado sustento. Con justa razón, John Cassidy personaliza el fracaso de la teoría macroeconómica como el fracaso de la Escuela de Chicago, cuna de los Nuevos Economistas Clásicos, del inventor de la teoría de las expectativas racionales, y de los mas fervientes defensores de la teoría de los mercados eficientes. Algunos de mis colegas economistas “criados” a la sombra de estas teorías seguramente se rasgarán las vestiduras y acusaran a Cassidy, o a este columnista, de ser injustos con una de las escuelas de economía con el mayor número de premios Nobel de economía. La respuesta a tales objeciones es obvia: injusta ha sido la despiadada realidad.  

 

 

Fuente: Diario Gestión (22/01/10)