CURSO BÁSICO EN REFORMA FINANCIERA

 

 

Por Paul Krugman

 

Admitámoslo, la reforma financiera es un tema difícil de entender. No es como la reforma del sistema de salud, que no fue complicada una vez que se dejaron de lado las inconsistencias. En cambio, en este caso las personas razonables pueden estar en desacuerdo respecto a lo que se debería hacer para evitar otra crisis bancaria.

 

He aquí una breve guía para el debate y una explicación de mi posición acerca del asunto.

 

Dejemos de lado a aquellos que no desean ninguna reforma, un grupo que incluye a la mayoría de miembros del partido Republicano en el Congreso. Sin importar lo que esa gente diga, siempre encontraran  razones para supervisar a los banqueros.

 

Lo fundamental

Incluso entre quienes quieren reformar, existe un gran debate esencial. Un grupo-ejemplificado por Paul Volker, el respetado ex presidente de la Reserva Federal (FED) – considera que lo fundamental de la reforma es limitar el tamaño y el alcance  de las operaciones de los bancos más grandes. El otro –en el que me incluyo- argumenta que lo importante es regular lo que hacen los bancos y no cuanto pueden crecer.

 

Es fácil entender de donde vienen las preocupaciones acerca de que los bancos sean “tan grandes que pueden colapsar”. Al afrontar la crisis financiera, el gobierno de Estados Unidos proporciono fondos y garantías a las instituciones financieras ante el temor de que su caída podría traerse abajo todo el sistema. Y la operación de rescate estuvo principalmente enfocada en un manojo de grandes bancos: AIG, Citigroup y Bank of América, entre otros.

 

Dicho rescate fue necesario pero puso a los contribuyentes en riesgo ante la posibilidad de enormes perdidas. Además, estableció un precedente peligroso: ahora sabemos que las grandes instituciones financieras serán rescatadas en tiempo de crisis. Y se argumenta que ello promoverá comportamientos aun más riesgosos en el futuro, dado que los ejecutivos de los grandes bancos sabrán que siempre saldrán ganando.

 

Dividir

La solución, de acuerdo con analistas como Volcker, es dividir estas instituciones en unidades que sean demasiado grandes, lo que hará que futuros rescates sean innecesarios y restituirá la disciplina en el mercado. Es un argumento que suena convincente, pero me encuentro entre quienes no lo consideran fundamental.

 

Así es como yo veo el asunto. Reducir el tamaño de los bancos no revolvería nuestros problemas porque es perfectamente posible sufrir una crisis que tomaría la forma de corridas de depósitos en instituciones pequeñas. De hecho, eso es lo que precisamente ocurrió en la década de 1930, cuando la mayoría de los bancos que colapsaron eran relativamente pequeños, tanto que la FED creyó que estaba bien dejarlos caer. Y resultó que la FED estaba completamente equivocada ya que la ola de quiebras de bancos pequeños fue catastrófica para la economía en su conjunto.

 

Lo mismo podría ser cierto hoy, pues tener instituciones financieras de tamaño reducido no evitaría crisis futuras ni eliminaría la necesidad de rescates cuando esas crisis ocurran. Así, el siguiente rescate no se concentraría grandes, pero seguiría siendo ningún afecto por los gigantes financieros, pero no creo que dividirlos en unidades más pequeñas resuelve el problema principal.

 

Entonces, ¿Cuál es la alternativa? La respuesta, me atrevo a afirmar, es actualizar y extender la antigua regulación bancaria.

 

Después de todo, el sistema bancario estadounidense tuvo un largo periodo de estabilidad luego de la Segunda Guerra Mundial, basado en una combinación de seguros para los depósitos, lo cual eliminó la amenaza de corridas, y una regula estricta de los estados financieros de los bancos que incluyó tanto limites para los créditos riesgosos como para el apalancamiento. Por ejemplo, Canadá, cuyo sistema financiero esta dominado por un grupo de grandes bancos pero mantuvo una regulación efectiva, pudo paliar la crisis notablemente bien.

 

Lo que dio por terminada la era de estabilidad en Estados Unidos fue el surgimiento de la “banca en la sombra”: instituciones que efectuaban operaciones bancarias pero sin una red de seguridad y con minina regulación. En particular, muchas empresas comenzaron a colocar sus depósitos, no en los bancos, sino en “repos” –préstamos a cortísimo plazo en instituciones del tipo de Lehman Brothers. Desafortunadamente, los repos no estaban protegidos ni regulados de modo que eran vulnerables ante una crisis de confianza como la que sucedió antes de la Gran Depresión. Y eso es los que salio mal en el periodo 2007-2008.

 

Por tanto, ¿Por qué no actualizar la regulación tradicional a fin de incluir en ella a la banca en la sombra? Ya contamos con una forma implícita de seguro para los depósitos: es claro que ese tipo de banca será rescatado si sufre una crisis. Lo que ahora necesitamos es lo siguiente: a) los reguladores deben tener la autoridad suficiente para intervenir esos bancos si están en problemas, tal como la Corporación Federal de Seguro de Deposito lo puede hacer con los bancos convencionales, y b) deben imponerse limites prudenciales, en especial sobre sus niveles y formas de apalancamiento.

 

¿Está el proyecto de reforma financiera actualmente en debate en línea con lo que se necesita hacer? Bueno, es un paso en la dirección correcta, pero no se trata de un paso muy grande.

 

 

Fuente: Diario Gestión (07/04/10)