TRAVIESAS MONEDAS-CLAVES: BOCA ABAJO AL MANEJO ECONÓMICO PRUDENTE
Por Miguel Kuczynski
Es probable que hasta fin del año entrante se queden anormalmente
bajas las tasas de interés en monedas-claves, por debajo de ¾ a ½ %. Lo sabemos
por recientes comunicados del Federal Reserve, del Banco Central Europeo y del
Banco de Japón.
Eso sigue planteando el problema de manejo macro-económico en países con actual
crecimiento sano (como Australia, Brasil, hasta Rusia y, cierto, Perú). La
amplia liquidez en monedas-claves salpica por las plazas financieras en búsqueda
de rendimientos positivos. Presentándose en depósitos interbancarios
transfronterizos, trae a las autoridades monetarias receptoras a difícil
decisión: apretar o no las condiciones crediticias locales. Ni una ni otra es
perspectiva agradable.
Si, en respuesta al influjo, se restringe el crédito elevando los intereses
locales, se promueve la apreciación cambiaria. El efecto a corto plazo es mayor
influjo, pues para los extranjeros aumenta el rendimiento. A mediano plazo, el
efecto es aún más desplazamiento de la inversión y del empleo, de otras
actividades hacia el sector inmobiliario y construcción. Puede acabar en
burbujas, y luego en lágrimas. Los diversos instrumentos con los cuales se
podrían intentar contrarrestar estos efectos, como esterilización monetaria y
aumentos de encaje o de capitalización bancaria, resultan relativamente débiles.
En paréntesis veamos esta debilidad. Esterilización crea bonos en vez de
expansión monetaria. Pero en términos de liquidez esos bonos se asemejan a
billetes de banca que además pagan interés. Encaje o capitalización adicional,
incrementando costos bancarios, se asemejan a un impuesto sobre el rendimiento
del influjo-depósito. Es disuasivamente débil tal impuesto. (Ganancias pernoctas
de 0.5 % equivalen a más de 300% anualizado). Puede ser factible intentar
castigos al influjo por intervenciones cambiarias aleatorias, apreciando y
depreciando el tipo de cambio al azar en los marcados « spot » y a término. Pero
es difícil tener éxito a la luz deslumbradora del debate político.
Si no se restringe el crédito, la amenaza de apreciación se reemplaza por temor
de excesiva expansión crediticia en economía que crece más o menos a ritmo
debido.
¿Y entonces que de la política fiscal? Sabemos que acción monetaria y acción
fiscal son hasta cierto punto sustitutos que se deben concertar. Ante amenaza de
sobreexpansión, la reacción visceral de los bancos centrales es exigir sobriedad
en vez de relajamiento fiscal. Sin embargo, la sabiduría de tal énfasis es
discutible en caso de economías que a largo plazo quedarán como importadoras de
capitales (como Australia, Brasil, Perú y aun Rusia).
Este boca abajo de la creencia general resulta del mercado de capitales
internacional que siempre ha establecido un estrecho vínculo entre crédito-país
y aparente rectitud fiscal. Un país importador de capitales que, con tasas en
monedas-claves cercanas a cero, ofrece crecimiento, rendimientos interbancarios
positivos y tendencia a la apreciación cambiaria, suele ser sobrecogido de
influjos (y por consiguiente de expansión crediticia con apreciación cambiaria)
si, además de todas esas virtudes, ofrece el espectáculo de sobriedad fiscal
inmaculada.
Paradójicamente, para controlar el crédito interno en condiciones de intereses
internacionales inusualmente bajos, el pecadillo fiscal conviene más que la
intachable virtud. Es artículo de fe que la postura fiscal conservadora favorece
a países importadores de capital. Sin embargo, en condiciones anormales, cuando
influjos interbancarios amenazan sobreinflar el crédito, el relajamiento fiscal
suele ayudar más que entorpecer el control monetario.
Fuente: Diario Gestión (19/08/10)