PARÁLISIS EN LA RESERVA FEDERAL
Por Paul Krugman
Diez
años atrás, uno de los principales economistas de Estados Unidos pronunció una
lacerante crítica dirigida al Banco de Japón, el equivalente nipón de la Reserva
Federal, titulado ‘Política monetaria de Japón: ¿un caso de parálisis
autoinducida?’ con apenas unos cuantos cambios en la redacción, la crítica se
aplica a la Reserva actualmente.
En esa época, el Banco de Japón enfrentaba una situación ampliamente similar a
la que enfrenta la Reserva Federal (conocida como Fed) hoy día. La economía
estaba profundamente deprimida y mostraba pocas señales de mejoría, y se podría
haber esperado que el banco emprendiera acciones vigorosas. Sin embargo, las
tasas de intereses en el corto plazo –la herramienta usual de la política
monetaria– estaban cerca de cero y no podían bajar más. Así que el Banco de
Japón aprovechó ese hecho como una excusa para no hacer más.
Eso fue malversación, declaró el eminente economista estadounidense: “Lejos de
ser impotente, el Banco de Japón podría lograr mucho si estuviera dispuesto a
abandonar su cautela excesiva y su defensiva respuesta a las críticas”. Censuró
a funcionarios que se ocultaron “detrás de dificultades menores de tipo
institucional o técnico con el fin de no tener que emprender acciones”.
¿Quién era el economista que pronunció esas duras palabras? Ben Bernanke,
actualmente el presidente de la Reserva Federal. ¿Entonces, por qué la Fed de
Bernanke muestra exactamente la misma pasividad ahora que el Banco de Japón
mostró una década atrás?
Ahora bien, las complicaciones económicas de Estados Unidos no son exactamente
idénticas a las de Japón entre 1999 y 2000: Japón estaba experimentando
deflación llanamente, en tanto nosotros no todavía. Sin embargo, la inflación
está muy por debajo del objetivo de la Fed de aproximadamente 2 por ciento, y
sigue descendiendo. Además, los estadounidenses están ante un nivel de
desempleo, así como pura miseria humana, mucho peor que cualquier situación por
la que Japón haya atravesado.
Sin embargo, la Reserva Federal casi no está haciendo nada para enfrentar estas
complicaciones.
¿Qué podría estar haciendo la Fed? De vuelta a cuando, sugirió Bernanke, entre
otras cosas, el Banco de Japón podía tener tracción mediante la compra de
grandes cantidades de activos “no estándar”; esto es, activos diferentes a la
deuda gubernamental en el corto plazo que los bancos centrales suelen tener. La
Fed de hecho puso esa idea en práctica durante la fase más aguda de la crisis
financiera, adquiriendo, en particular, grandes cantidades de valores
respaldados por hipotecas. Sin embargo, detuvo esas adquisiciones en marzo.
Desde esos días, las noticias económicas han empeorado de manera constante.
Además, previamente en la semana pasada, la Reserva modificó el rumbo, pero a
duras penas. Ahora dice que reinvertirá las ganancias de valores o títulos que
vencen en bonos gubernamentales en el largo plazo. Eso es un cambio trivial,
esencialmente lo menos con lo que la Reserva podría salirse con la suya sin
enfrentar una andanada de críticas; y mucho menos que el programa de
adquisiciones de importantes activos que la Fed debería estar emprendiendo.
De vuelta en el año 2000, Bernanke también sugirió que el Banco de Japón podría
cambiar las expectativas haciendo anuncios sobre sus políticas futuras. En
particular, argumentó que eso podría hacer que los préstamos del sector privado
fueran más atractivos con un anuncio en el sentido que mantendría las tasas de
intereses en niveles bajos, hasta que la deflación hubiera dado paso a una
inflación de 3 o 4 por ciento, idea originalmente sugerida por su seguro
servidor. Debido a que estamos, en cualquier caso, en peor forma actualmente de
lo que Japón estaba en el 2000, un objetivo inflacionario de cuando menos 3%
estaría notablemente en el interés de Estados Unidos. Sin embargo, como el
presidente de la Fed, Bernanke ha rechazado explícitamente cualquier acción de
esa naturaleza.
¿Qué ocurre aquí? ¿Acaso Bernanke ya fue asimilado intelectualmente por la mente
colectiva de la Reserva? Prefiero creer que se está comportando de manera
política, reacio a participar en un claro enfrentamiento con otros funcionarios
de la Fed; en particular los presidentes regionales de la Reserva que temen a la
inflación, incluso con la deflación como el peligro claro y presente, y es
evidente que no se conmueven ante la dura situación de los desempleados.
Y con toda justicia para Bernanke, la discordia entre prominentes funcionarios
también dificulta que la estrategia modifique las expectativas: sería difícil
comprometerse creíblemente a mayor inflación si este compromiso estuviera siendo
socavado constantemente por discursos salidos de las Feds de Richmond o Dallas.
De hecho, yo argumentaría que los comentarios imprudentes de algunos
funcionarios de la Fed ya están teniendo un efecto negativo sobre la economía.
Pero si bien Bernanke no tiene la autoridad para detener esos comentarios poco
reflexivos, sí podría dejar en claro que eso no representa la política general
de la Fed.
Finalmente, pero no por eso de menor importancia, la política está sufriendo a
raíz de un acto de desatención del presidente Barack Obama, quien esperó hasta
que llevaba 16 meses en el cargo antes de ofrecer una lista plena de nominados
para ocupar puestos vacantes en el Consejo de la Reserva Federal. Si él hubiera
llenado esos espacios rápidamente –sus nominados aún no están ocupando los
puestos–, la Reserva pudiera ser menos pasiva.
Pero, sin consideración a las razones, el hecho es que la Reserva –a la que un
estatuto le requiere promover el “empleo al máximo”– no está haciendo su
trabajo. Más bien, como el resto de Washington, está inventando razones para
mantenerse indecisa en vista del masivo desempleo. Y si bien la Reserva Federal
yace ahí en su parálisis autoinfligida, millones de estadounidense están
perdiendo sus empleos, sus hogares y sus esperanzas para el futuro.
Fuente: Diario Gestión (18/08/10)