LAS COSAS PODRÍAN EMPEORAR
Por Paul Krugman
Tanto Japón como
Estados Unidos tuvieron burbujas inmobiliarias que estallaron y generaron
crisis. Ambos países respondieron a medias. ¿Qué pasará ahora, especialmente si
el partido Republicano gana las elecciones de noviembre?, se pregunta Paul
Krugman.
Tokio. "Los problemas de Japón son los mismos que tenía en los años 90, cuando
escribías sobre ellos. Qué deprimente", me dijo un economista. "Pero los
japoneses no parecen estar deprimidos", objetó otro. Ambos estaban en lo
correcto –y esa conversación cristalizó algunos pensamientos que yo tenía acerca
de la situación en Japón, y en Estados Unidos.
Hace una década, Japón era sinónimo de políticas económicas fallidas: años
después que su burbuja inmobiliaria estalló, todavía seguía sufriendo una
deflación crónica y un crecimiento lento. Y entonces Estados Unidos tuvo su
propia burbuja, estallido y crisis. Pero estos días, el caso japonés no se ve
tan malo.
¿Por qué no? A pesar de todas sus fallas, la política económica japonesa limitó
y contuvo el daño de una crisis financiera. Y la pregunta en Estados Unidos es
si haremos lo mismo o si tomaremos un fuerte viraje a la derecha, directo hacia
el desastre económico.
Prolongada debilidad
En la década de 1990, Japón realizó un "ensayo" de lo que fue la crisis que
atacó a gran parte del mundo en el 2008. Los bancos inflaron una burbuja en los
precios de los terrenos y cuando estalló, estos bancos se debilitaron
severamente, lo mismo que los estados de ganancias y pérdidas de quienes se
habían endeudado creyendo que tales precios se mantendrían altos. El resultado
fue una prolongada debilidad económica.
Y la respuesta de política económica fue demasiado pequeña e implementada
demasiado tarde. El Banco de Japón (banco central) recortó las tasas de interés
y dictó otras medidas para impulsar el gasto, pero siempre lo hacía con retraso
de modo que la deflación se volvió persistente. El gobierno generó empleo con
programas de obras públicas, pero sus esfuerzos nunca se focalizaron en iniciar
una recuperación autosostenible. Los bancos fueron mantenidos a flote pero no
pudieron recuperar muchas acreencias ni comenzar a otorgar nuevos préstamos. El
resultado de esta política inadecuada fue una economía que continúa deprimida
hasta el día de hoy.
Economía deprimida
No obstante, la imagen es algo gris en lugar de ser completamente negra. La
economía de Japón puede estar deprimida, pero no se encuentra en estado de
depresión. Si bien el empleo está en problemas, con un número creciente de
personas que se "cachuelean" con trabajos temporales, gracias a esos planes
gubernamentales de creación de empleo, el país no está sufriendo un desempleo
masivo. La deuda se ha incrementado, pero a pesar de las constantes advertencias
de una crisis inminente –incluso reducciones en sus ratings en el 2002– el
gobierno sigue siendo capaz de obtener créditos a largo plazo y a una tasa de
interés de apenas 1.1%.
En suma, el desempeño de Japón ha sido decepcionante pero no desastroso. Y
teniendo en cuenta la agenda de la derecha estadounidense, ese es un desempeño
que nos hubiera gustado alcanzar.
Al igual que sus contrapartes japoneses, los encargados de la política económica
estadounidense respondieron inicialmente al estallido de la burbuja y la crisis
financiera con medidas a medias. Ya lo he lamentado antes, pero en estos
momentos es agua que se llevó el río. La pregunta es: ¿Qué pasará ahora?
La obstrucción del partido Republicano significa que lo mejor que podemos
esperar en el futuro cercano son medidas paliativas –un gasto adicional modesto
como el programa de infraestructura propuesto la semana pasada por el presidente
Barack Obama, ayuda para los gobiernos estatales y locales a fin de evitar más
recortes severos en sus presupuestos y ayuda para los desempleados a fin de
reducir sus penurias y mantener su poder de compra.
Incluso con tales medidas, Estados Unidos tendrá suerte si lo hace tan bien como
lo hizo Japón para limitar el costo humano y económico de las tribulaciones
financieras. Pero ni siquiera es seguro que se consiga eso. Si los republicanos
van más allá de la obstrucción y llegan a encargarse de la política económica
–lo que harían si ganan las elecciones de mitad de periodo en noviembre– el país
estará en camino de tener un desempeño económico que haría que Japón parezca la
tierra prometida.
Es difícil exagerar cuán destructivas serían las ideas expuestas la semana
pasada por el congresista John Boehner, el líder de la minoría en la Cámara de
Representantes, si son puestas en práctica. Básicamente, propone dos cosas:
grandes recortes impositivos para los más acomodados que incrementarían el
déficit presupuestario al tiempo que harían poco para respaldar la economía, y
fuertes recortes en el gasto que deprimirían la economía y harían muy poco para
mejorar las perspectivas del presupuesto. Menos puestos de trabajo y mayores
déficits: la combinación perfecta.
Además, si los republicanos recuperan el poder, seguramente harán lo que
hicieron durante los años de Bush: no tratarán de afrontar seriamente los
problemas económicos sino que los usarían como una excusa para reponer su
conocida agenda, incluyendo la privatización de la Seguridad Social. Es seguro
que también intentarán revocar la reforma del sistema de salud, que sería otro
de sus caballitos de batalla, reduciendo la seguridad económica mientras que se
incrementan los déficits de largo plazo.
Es por eso que ahora me encuentro envidiando a los japoneses. Cierto, su
desempeño ha sido decepcionante, pero las cosas pudieron haber sido peores. Y el
argumento en que el partido Demócrata tiene que insistir –y que el presidente
Obama finalmente puso sobre la mesa la semana pasada en Cleveland– es que si los
republicanos retoman el poder, las cosas podrían empeorar. Es comprensible que
los estadounidenses estén decepcionados, frustrados y enojados con el estado
actual de la economía, pero la decepción es mejor que el desastre.
Fuente: Diario Gestión (15/09/10)