EL PRESAGIO TEXANO


 

 

Por Paul krugman

 


Estos son tiempos difíciles para los gobiernos estatales. Los déficits se levantan enormes en casi todas partes, desde California hasta Nueva York, desde Nueva Jersey hasta Texas.

Esperen, ¿Texas? ¿No se suponía que Texas prosperaba mientras el resto de Estados Unidos padecía? ¿Acaso no declaró su gobernador, durante su campaña por la reelección, que “tenemos miles de millones de dólares en excedentes”? Sí, así fue, y sí, los tenía. Sin embargo, la realidad se entrometió ahora, en la forma de un déficit que se espera sea muy elevado, de 25.000 millones de dólares en los próximos dos años.

Y la realidad tiene implicaciones para el país en su conjunto. Ya que Texas es donde la teoría conservadora moderna del presupuesto –la creencia de que nunca deberían aumentarse los impuestos bajo ninguna circunstancia, de que siempre se puede balancear el presupuesto reduciendo el gasto derrochador– se ha instrumentado casi completamente. Si la teoría no funciona ahí, no puede funcionar en ninguna otra parte.

¿Qué tan malo es el déficit texano? Comparar las crisis presupuestarias entre estados es engañoso por razones técnicas. No obstante, datos del Centro sobre Prioridades Presupuestarias y Políticas indican que la brecha presupuestaria de Texas es peor que la de Nueva York, casi tan mala como la de California, pero no del todo en los niveles de la de Nueva Jersey.

El punto, no obstante, es que apenas el otro día se promocionaba a Texas como el modelo (y aún lo hacen algunos comentaristas que no están al tanto de las noticias). Era el estado al que supuestamente había pasado de largo la recesión, gracias a sus bajos impuestos y políticas amigables con las empresas. Su gobernador alardeó que su presupuesto estaba en buena forma gracias a sus “duras decisiones conservadoras”.

Oh, y en un momento en el que hay una vigorosa ofensiva en la prensa para satanizar a los sindicatos del sector público como fuente de todos nuestros males, Texas está casi libre de demonios: menos de 20% de los empleados del sector público está cubierto por contratos sindicalizados, en comparación con casi 75% en Nueva York.

Entonces, ¿qué pasó con el “milagro texano” del que hablaban muchas personas, incluso hace unos cuantos meses?

Parte de la respuesta es que se exageraron grandemente los informes de un estado a prueba de recesiones. Es cierto que la pérdida de empleos en Texas no ha sido tan severa como la del país en su conjunto desde el comienzo de la recesión en 2007, sin embargo, Texas tiene una población en rápido aumento –en gran medida, sugiere Edward Glaeser, de Harvard, por su uso de suelo liberal y políticas de zonificación que han mantenido barata la vivienda–. No hay nada de malo en ello; pero, dado que la población aumenta, Texas necesita crear empleos con mayor rapidez que el resto del país, solo para mantener el ritmo de la creciente fuerza laboral.

Y cuando se ve el desempleo, Texas no parece particularmente especial: su índice de desempleo está por debajo del promedio nacional, gracias en parte a los altos precios del petróleo, pero es más o menos el mismo que el de Nueva York o el de Massachusetts.

¿Qué hay con el presupuesto? La verdad es que el gobierno del estado de Texas ha dependido durante años del humo y los espejos para crear la ilusión de finanzas sólidas de cara a un grave déficit presupuestario “estructural”; es decir, uno que persiste aun cuando la economía anda bien. Cuando golpeó la recesión, afectando los ingresos en Texas al igual que en otras partes, esa ilusión estaba destinada a colapsarse.

Lo único que permitió que el gobernador Rick Perry se saliera con la suya, temporalmente, al hablar de excedentes fue el hecho de que Texas solo promulga presupuestos cada dos años, y el anterior se estableció antes de que estuviera clara la profundidad de la baja económica. Ahora, se debe aprobar el próximo presupuesto, y Texas podría tener que llenar un hueco de 25.000 millones de dólares. ¿Y ahora qué?

Dado el dominio completo de la ideología conservadora en la política texana, es impensable el incremento en los impuestos. Así que tendrá que ser la reducción en el gasto.

No obstante, Perry no mentía sobre esas “duras decisiones conservadoras”: en efecto, Texas ha asumido una línea dura, se podría decir que brutal, hacia sus ciudadanos más vulnerables. Entre los estados, Texas está casi hasta abajo en gasto educativo por educando, en tanto que encabeza al país en el porcentaje de habitantes sin seguro médico. Es difícil imaginar lo que sucederá si el estado trata de eliminar su enorme déficit solo mediante mayores recortes.

No sé cómo se terminará resolviendo el lío en Texas. Sin embargo, los signos no son buenos, ni para el estado ni para el país.

En este momento, los conservadores triunfantes en Washington declaran que pueden reducir impuestos y aun balancear el presupuesto al cortar el gasto. No obstante, no han podido hacer eso ni siquiera en Texas, que está dispuesto tanto a imponer mayor dolor (con su mezquindad hacia la atención de la salud) como en defraudar al futuro (al desatender la educación). ¿Cómo se supone que logren eso nacionalmente, en especial cuando los republicanos entrantes han declarado prohibida la defensa de Medicare y de la Asistencia Social?

La gente solía decir que el futuro sucede primero en California, pero hoy día lo que sucede en Texas es probablemente un mejor augurio. Y lo que estamos viendo ahora es un futuro que no funciona.


 

Fuente: www.eluniverso.com