INTIHUATANA
Donde se amarra el Sol
En una de las explanadas del Templo de las Tres Ventanas en Machu Picchu, se
encuentra el Intihuatana, uno de los mayores
misterios de la cultura incásica. Diariamente, centenares de turistas sienten
la energía que emana de este monumento de piedra -semejante a un obelisco en
miniatura-que parece concentrar toda la fuerza telúrica de la más famosa
ciudadela inca.
Quizás lo amarraban porque era su padre y
su Dios y no querían que se fuera; o, quizás, sólo pretendían alargar el día y
estirar las horas de luz, para trabajar más horas en el campo abriendo surcos
en los valles fértiles o cultivando los frutos de la mamapacha.
Intihuatana o "amarrar al sol", dicen los
hombres andinos desde Abancay (la tierra del Dios que habla) hasta las cumbres
del Huascarán (el nevado más alto DEL PERU) al narrar
esta vieja leyenda surgida en tiempos prehispánicos, cuando el mundo andino era
dominada por el Inca.
Aún hoy, la leyenda del Intihuatana se cuenta en
tierras cordilleranas. La narran decenas,
cientos, quizás miles de hombres de todas las razas y naciones indígenas,
quienes describen el monolito de piedra, localizado en una de las explanadas
del Templo de las Tres Ventanas de Machu Picchu, la colosal ciudadela inca que nunca fue descubierta
por los españoles.
El monolito atrae la admiración de los turistas que recorren el complejo
arqueológico más visitado DEL PERU. Ellos posan sus manos o recuestan su frente
en la irregular escultura, sintiendo una extraña energía, una inexplicable
fuerza que emerge de cada una de sus cuatro aristas.
Intihuatana es el nombre de este peculiar obelisco.
¿Es sólo una coincidencia?, ¿una inocente homonimia? o ¿se trata de uno de los
lugares en donde los incas pretendían amarrar al sol, tal como lo cuentan los
hombres del ande, al narrar la vieja leyenda?
Tal vez el relato está inspirado en el monolito al que hoy acuden riadas de
visitantes, para experimentar esa "extraña vibración", difícil de
explicar, pero fácil de sentir en este monumento prehispánico, que no rompe la
armonía del paisaje andino, ese paisaje repleto de verdor y de picos lejanos
tatuados en el horizonte.
Pero la calmada belleza se vuelve vorágine en las torrentosas aguas del río
Urubamba, húmeda y huidiza serpiente perdida en el fondo del panorama de Machu Picchu, la ciudadela inca
protegida por el Inti o Sol, el dios todopoderoso que
hasta 1911 -año en el que llegó Hiram Bingham- se dio maña para evitar las pisadas intrusas de
los hombres de occidente.
Y es que el Sol era la principal deidad
del incario. Se le atribuía el crecimiento de los cultivos y era el padre de
Manco Capac y Mama Ocllo,
los fundadores del imperio, por esa razón se levantaron numerosos templos y
santuarios para adorarlo. Se cree que el Intihuatana
era uno de ellos.
Fuente: www.enjoyperu.com