EUROPA SIENTE
EL VÉRTIGO DEL ABISMO
Por Luis Doncel
El euro no
funciona. No debería existir tal y como fue concebido. Para algunos países
habría sido mejor no adoptarlo, pero ahora ya no hay marcha atrás porque el
abandono de la unión monetaria sería increíblemente costoso para todos los
miembros del club. Es la conclusión a la que ha llegado esta semana el banco UBS.
Pero no todos los expertos están de acuerdo. Algunos creen que a Grecia no le
queda otra alternativa que suspender el pago de su deuda, salir del euro y
decretar una devaluación brutal de su recobrada moneda nacional para salvarse de
una larguísima recesión. Una vez fuera del euro, solo quedaría un paso para el
corralito.
Merkel defiende ahora el euro pero rechaza la emisión de eurobonos
Mientras, en el resto de Europa cunde el temor a un contagio de la enfermedad
griega que en principio afectaría a Irlanda y Portugal, pero que inmediatamente
apuntaría a dos piezas de caza mayor: España e Italia, capaces de hacer temblar
los cimientos de todo el proyecto europeo. En Madrid, la preocupación es
extrema. Tras alcanzar en agosto un nivel de riesgo insoportable -418 puntos de
diferencial respecto a lo que paga Alemania por su deuda-, España se salvó del
desastre gracias a la intervención urgente del BCE. Pero lo que hizo entonces
Jean-Claude Trichet fue tan solo ganar tiempo. Y las cosas desde entonces han
ido a peor.
La reestructuración de deuda griega -expresión que los economistas suelen usar
para evitar la temida palabra quiebra- ya se da como una posibilidad
prácticamente segura. Esta semana circulaban rumores de que a Atenas le quedan
pocos días para rendirse y admitir lo inevitable. Hasta tal punto, que el
Gobierno alemán se apresuró a decir el viernes que se está preparando para
apoyar al sector financiero de su país en caso de que Grecia entre en default o
suspensión de pagos. Un portavoz gubernamental avanzó que el plan de emergencia
incluye medidas para compensar a bancos y aseguradoras, que se enfrentan a unas
pérdidas del 50% de sus activos en deuda helena. "Grecia está en el filo de la
navaja", había dicho un día antes el ministro de Finanzas alemán, Wolfgang
Schäuble, en una reunión con diputados a puerta cerrada.
"Estamos al borde del desastre, sí. Pero por lo menos los líderes europeos
deberían tener las ambulancias preparadas para lograr que la recesión que va a
llegar sea lo más corta posible", dice el catedrático de la Universidad de
Granada Santiago Carbó. Esas "ambulancias" a las que se refiere Carbó se resumen
en un plan de capitalización de la banca europea. Lo mismo que pidió la
directora gerente del FMI, Christine Lagarde, que cifró en 200.000 millones de
euros la inyección que requiere el sector financiero. Lagarde desmintió ayer
esta cantidad y dijo que solo se trata de "una cifra provisional". No obstante,
aquellas declaraciones le valieron las críticas de, entre otros, el presidente
de la Comisión Europea, José Manuel Durão Barroso.
Pero, a la vista de los acontecimientos, ese plan es necesario. "Tiene que estar
listo en el preciso instante en el que Grecia anuncie el default. Una espera de
días podría ser fatal. Hay que evitar que pase como en el Titanic, que el agua
llegara a todo el barco. Ya no estamos ante un problema de la banca española o
italiana, sino de Europa. Nos jugamos la quiebra del sistema financiero",
continúa Carbó, que considera imprescindible la cesión de soberanía para
intensificar la coordinación de la política económica y la implicación del G-20.
"Esto trasciende las fronteras de Europa", concluye.
Este verano ha sido el de la constatación de que ahora ya sí va en serio. Hasta
entonces, políticos y analistas veían la intervención de España como una
posibilidad remota. Pero la situación ha cambiado. Tras los problemas de julio
para acordar el segundo plan de rescate a Grecia; las turbulencias de agosto que
dispararon la prima de riesgo italiana y española y derrumbaron las Bolsas; y el
temor de estos días a una nueva recesión se palpa el vértigo. La vicepresidenta
Elena Salgado ha descartado por enésima vez que España vaya a ser intervenida,
pero el secretario general de CC OO, Ignacio Fernández Toxo, contó que el
presidente del Gobierno le había dicho en agosto que el país estaba al borde del
rescate. Un día más tarde, el sindicalista matizó que la expresión de Zapatero
no había sido "rescate", sino "situación delicada".
A principios de semana se reunieron en el Banco de España decenas de entidades
-bancos, cajas, fondos de inversión, aseguradoras- para estudiar las pérdidas
que les ocasionaría la quiebra griega. En realidad, esta posibilidad abriría un
boquete relativamente pequeño en las entidades españolas, que solo tienen 800
millones en deuda helena. Pero las réplicas del terremoto serían imprevisibles.
Después podría caer Portugal, donde España concentra un tercio de la exposición
de la banca, en torno a 75.000 millones. Y después, el abismo.
Si aquí las cosas están mal, en Italia casi peor. Su deuda pública supera ya el
120% del PIB -frente al 63% español- y los vencimientos a los que Roma tiene que
hacer frente en los próximos meses casi triplican los del Tesoro español. Pero,
¿sería posible rescatar a economías de tanto peso? ¿Supondría la ruptura de la
unión monetaria? A la primera pregunta, Emilio Ontiveros, presidente de
Analistas Financieros, responde que no es imaginable un mecanismo de auxilio
para España similar al de Grecia. "En cambio, sí avanza un proceso que ya hemos
visto: la limitación de la capacidad de maniobra del Gobierno", asegura. El
cambio urgente de la Constitución para consagrar la disciplina fiscal, en contra
de la opinión que hasta entonces mantenía el propio Gobierno, sirve como ejemplo
de esta reducida capacidad de maniobra política.
Respecto a la posibilidad de que el euro se rompa, Ontiveros justifica su
negativa con un argumento de peso: "Uno de los principales beneficiados de la
moneda común es Alemania, que no va a permitir que eso ocurra. La propia Merkel
acaba de reconocer que el euro ha contribuido mucho a la prosperidad de su
país". Precisamente en ese discurso, la canciller reiteró su negativa a los
eurobonos, que, según algunos analistas, son una de las pocas salidas que le
queda a la eurozona. Merkel, en cambio, dijo que su implantación supondría la
creación de la Unión del Endeudamiento, en lugar de la Unión Europea.
Al margen de que Grecia acabe arrastrando al resto del continente o no, parece
claro que a España le esperan años de decisiones muy duras. "No nos queda otro
remedio. Esto pende de un hilo", asegura Carbó. "Seguramente Europa no sea un
área monetaria óptima, pero tiene que empezar a comportarse como si lo fuera.
Esto va a requerir sacrificios tanto por parte de los países periféricos
(flexibilizar su mercado laboral para aumentar su competitividad sin posibilidad
de devaluación) como de los centrales (aceptar cierto nivel de solidaridad
fiscal con sus vecinos)", resume Ángel Cabrera, director de la escuela de
negocios estadounidense Thunderbird. Con este panorama y con el empeoramiento de
la coyuntura económica en los países desarrollados, se esfuma la recuperación
que hace meses parecía al alcance de la mano. En el mejor de los casos y aunque
no se produjese el desastre, el futuro no es nada tranquilizador.
Fuente: www.elpais.com