LA PEQUEÑA EMPRESA ECHA RAÍCES EN ÁFRICA


 

 

Por Peter Wonacott

 


Tras un viaje en camión por caminos plagados de baches y el cruce de un río en canoa, Tim McCollum llegó a esta aldea junto a la sombra de árboles de cacao, el primer eslabón en una cadena de suministro que ayudaría a aumentar la producción de su pequeña fábrica de chocolate africano.

La buena noticia era que Madécasse Chocolate LLC, de McCollum, había hallado una rara fuente de cacao de primera calidad antes que nadie. Eso también era la mala noticia.

McCollum descubrió que los aldeanos no tenían ninguna experiencia en tratar con clientes internacionales: un anciano de 71 años le dijo que era el primer hombre blanco que había visto desde que Madagascar se independizó de Francia en 1960. Luego estaba el río. Nadie de su equipo sabía con certeza cómo atravesarlo trasladando una tonelada de cacao en una canoa. Pero después de reunirse con la cooperativa agrícola local, McCollum se convenció de que el cacao producido aquí podía hacer el viaje de 965 kilómetros a su fábrica y ser enviado a supermercados de Estados Unidos.

"Hay una solución", insiste el emprendedor neoyorquino de 34 años, agarrando un puñado de hojas de cacao para probar cuando regrese a su país. "Toma un poco más de tiempo y hace falta pensarlo un poco más, pero no hay razón por la cual no pueda hacerse".

En toda África, decenas de pequeños fabricantes se están adentrando en lugares a los que temen llegar las multinacionales. No sólo hacen chocolate en Madagascar, una isla frente a la costa sudeste de África, sino zapatos de cuero en Nigeria y salsa picante en Sudáfrica. Están probando si un continente con la mayor proporción de recursos sin explotar del mundo, y el ingreso per cápita más bajo, puede ser terreno fértil para la iniciativa industrial.

"Durante décadas, los africanos han producido lo que no consumen y consumido lo que no producen", dice Andrew Rugasira, emprendedor ugandés. Hace dos años, su compañía, Good African Coffee, rompió filas con los exportadores locales y abrió la primera planta de café instantáneo del país.

Aunque los sueldos no son altos, la fábrica de chocolates ofrece empleo estable en Madagascar.
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Por qué África no fabrica más productos ha sido un persistente misterio de la economía mundial. Conforme subían los salarios en potencias fabriles como China, muchos economistas predecían que las fábricas acudirían a sitios con mano de obra más barata en África, contribuyendo a atizar la misma clase de rápido crecimiento industrial que elevó el nivel de vida en Asia.

Eso no ha ocurrido.

En la última década, la economía de África ha promediado una expansión anual sólida de 5%, gracias a los crecientes precios de materias primas y nueva demanda del consumidor. El continente, empero, representa apenas 1% de la producción fabril global, frente a 25% de Asia. La cuota de África en la manufactura que exige una mano de obra intensiva —fuente vital de empleos para agricultores subempleados— de hecho se está contrayendo, según un informe de julio de Naciones Unidas.

La situación alarmó tanto al Banco Mundial que emprendió conversaciones con funcionarios de comercio chinos sobre cómo trasladar más fábricas de China a África, según el presidente de la entidad, Robert Zoellick. El banco calcula que hay 85 millones de empleos fabriles adecuados para trabajadores no calificados en China, sobre una población de 1.300 millones de personas, pero solamente hay 10 millones de esa clase de trabajos en toda África, con una población de 1.000 millones.

Los fabricantes multinacionales de Occidente han evitado en su mayor parte el continente, aun cuando han penetrado en otros países en vías de desarrollo. Un informe de UBS Investment Research concluyó que la proporción de China de exportaciones de baja gama —como juguetes, ropa y calzado— ha llegado a su apogeo, pero la producción se ha mudado a otros países de bajo costo en Asia, como Vietnam y Bangladesh.

África se considera un destino más riesgoso. Muchos países están plagados de corrupción y ha habido reiterados choques entre grupos étnicos.

Aun así, ejecutivos que trabajan allí notan mejorías en la administración local y dicen que África se está volviendo más viable para inversiones privadas. Ruanda perdió casi un millón de vidas en un conflicto genocida en 1994, pero ahora está entre las economías africanas de más rápido crecimiento.

Muchos productores pequeños en África no sólo sobreviven sino que prosperan en entornos imperfectos. Para mantener la producción de calzado, Fut Conceptus Manufacturing Nigeria Ltd. opera cuatro generadores eléctricos a un costo de US$500 por día en combustible. Los apagones crónicos han espantado a rivales chinos mayores y han permitido a Fut Conceptus la creación de una marca en África Occidental, según Olumide Wole-Madariola, el fundador nigeriano de 44 años del fabricante. Trabaja con cuero nigeriano que antes sólo se vendía al exterior.

"Nadie estaba listo para 'Hecho en Nigeria", dice Wole-Madariola.

Madécasse Chocolate, del estadounidense McCollum, buscaba explotar una paradoja. África produce entre 60% y 70% del cacao del mundo, pero la mayoría del chocolate se elabora fuera del continente.

McCollum y su socio Brett Beach, quienes habían servido juntos en Madagascar en el cuerpo de voluntarios Peace Corps, creían que podían crear empleos y aliviar la pobreza elaborando chocolate allí.

"Si África pudiera vender chocolate al mundo… no solucionaría todos los problemas del continente, pero podría hacer una gran diferencia", dice McCollum.

Para lanzar la empresa, McCullum y Beach incurrieron en US$97.000 en deuda de tarjetas de crédito, tomaron prestadas grandes sumas de amigos y consiguieron una inversión sustancial de Prosperity Equity Partners, un fondo de capital de riesgo de Sudáfrica.

Beach llegó a la capital de Madagascar, Antananarivo, en marzo de 2009, en busca de una fábrica, al mismo tiempo que se produjo un golpe militar en la isla. Los inversionistas potenciales en Brooklyn no querían apostar a un plan que parecía más un acto altruista que un negocio.

Pero Beach encontró una fábrica, la chocolatería Shahin Cassam Chenai, que comprendió su visión.

Al despegar la producción, Madécasse convenció a grandes minoristas, como Whole Foods Markets, una de las mayores cadenas de supermercados de productos orgánicos en EE.UU., a vender sus barras. Las ventas de la compañía pasaron de US$200.000 en 2009 a US$480.000 en 2010.

Sin embargo, el éxito en EE.UU. estuvo acompañado de problemas en África. Beach y McCollum descubrieron que un empleado había malversado efectivo y vendido su cacao a otros compradores. La empresa perdió unos US$15.000.

Madagascar produce menos de 1% del cacao del mundo, pero una cuota significativa es de alta calidad. McCollum descubrió que pruebas en torno de la aldea de Anketrakabe sugerían que 10%, un porcentaje inusualmente alto, del cacao de allí podía ser de la variedad de primera calidad conocida como Criollo, el más caro del mercado.

Tras regresar a Brooklyn, McCollum prometió comprar una tonelada de cacao por mes de los agricultores a partir de octubre. Si las cosas salen bien, compraría dos toneladas al mes. En un momento, McCollum aventuró, hablarían de construir un puente sobre el río. "Lo transportaremos en canoa por un tiempo", señala.
 

Fuente: Diario El Comercio  (03/10/11)