SOMOS EL 99.9%
 

 

 

 

 

Por  Paul Krugman

 

 

“Somos el 99 por ciento” es un gran lema. Define correctamente el tema de la clase media contra la élite (lo opuesto a la clase media contra los pobres). Y también va más allá de la noción común pero incorrecta del establishment, que la ampliación de la desigualdad se debe principalmente a que los mejor educados lo están haciendo mejor que los menos educados; los grandes ganadores en esta nueva edad dorada han sido un puñado de gente muy rica, no los graduados de la universidad en general.


Sin embargo, el lema del 99 por ciento no es del todo correcto. Una enorme fracción de las ganancias del 1 por ciento superior han ido realmente a un grupo incluso más pequeño, el 0.1 por ciento superior —el un milésimo más rico de la población.
Y mientras que los demócratas, generalmente, quieren que esta súper-élite hiciera por lo menos una cierta contribución a la reducción del déficit a largo plazo, los republicanos desean cortar los impuestos de la súper-élite, así como que reducir radicalmente la Seguridad Social, el Medicare y el Medicaid, en nombre de disciplina fiscal.


Antes de comentar sobre estos conflictos de la política, aquí están algunos números.
El reciente informe de la Oficina del Presupuesto del Congreso sobre la desigualdad no miró dentro del 1 por ciento superior, pero sí un informe anterior, que solo lo analiza hasta el 2005. Según ese informe, entre 1979 y 2005 el ingreso ajustado a la inflación, después del pago de impuestos, aumentó en un 21 por ciento para la clase media norteamericana. El número equivalente para el 0.1 por ciento más rico aumentó en un 400 por ciento.
En su mayor parte, estos aumentos enormes reflejaron una subida dramática en los ingresos de la súper-élite antes de los impuestos. Pero también hubo grandes reducciones de impuestos que favorecieron a los ricos. Particularmente, los impuestos sobre las ganancias de capital son mucho más bajos de lo que eran en 1979 —y el milésimo más rico de los norteamericanos percibe la mitad de todos los ingresos por las ganancias sobre el capital.
Dada esta historia, ¿por qué los republicanos abogan por las reducciones de impuestos para los muy ricos, aún cuando ellos mismos advierten sobre el déficit y exigen drásticos cortes en programas como el seguro social?
Bien, aparte de gritos de la “¡guerra de la clases!” siempre que se plantean tales preguntas, la respuesta generalmente es que la súper-élite son los “creadores de trabajos” —esto es, que ellos hacen una contribución especial a la economía. Pero lo qué usted necesita saber es que esto no es así. De hecho, no lo es aún cuando los EE.UU. lo ha idealizado, la perfecta economía de mercado de las fantasías conservadoras.
Después de todo, en una economía de mercado idealizada cada trabajador debería pagar exactamente lo que él o ella contribuye a la economía a través de su trabajo, ni más ni menos. Y esto sería igualmente verdad para los trabajadores que hacen $30.000 por año y los ejecutivos que hacen $30 millones anuales. No habría razón para considerar que las contribuciones de la gente que gana $30 millones deban merecer un tratamiento especial.
Pero, usted dice, ¡los ricos pagan impuestos! De hecho, ellos lo hacen. Y podrían —y deberían, desde el punto de vista del 99.9 por ciento— estar pagando substancialmente más impuestos, no ofreciéndoles más recortes de impuesto, a pesar de la alegada crisis del presupuesto, debido a las cosas maravillosas que supuestamente hacen.

No son “creadores de trabajo”
No obstante, ¿algunos de los súper ricos no ganan su riqueza produciendo innovaciones que de lejos valen más para el mundo que los ingresos que reciben? Seguro que sí, pero si usted echa una mirada a quienes realmente componen el 0.1 por ciento, es difícil evitar la conclusión de que, generalmente, los miembros de la súper-élite están sobrepagados, no mal pagados, por lo que hacen.


¿Quienes están entre los 0.1 por ciento? Muy pocos de ellos son innovadores del tipo de Steve Job; la mayor parte de ellos son halcones corporativos y agentes financieros inescrupulosos. Un análisis reciente encontró que el 43 por ciento de la súper-élite son ejecutivos en las compañías no financieras, 18 por ciento están en las finanzas y otro 12 por ciento son abogados o están en el negocio de las propiedades inmobiliarias. Y éstos no son, para decirlo suavemente, profesionales cuyos ingresos tengan una clara relación entre lo que ganan y su contribución económica.
El pago a los ejecutivos, que se ha elevado súbitamente en la última generación, es famoso porque es fijado por las juntas directivas nominadas por la misma gente cuyos pagos ellos determinan; un C.E.O. de mal desempeño aún consigue cheques pródigas, y los ejecutivos que incluso fallan y son despedidos reciben a menudo millones mientras que salen por la puerta ancha.


Mientras tanto, la crisis económica demostró que mucho del aparente valor creado por las finanzas modernas fue un espejismo. Como el director para la estabilidad financiera del Banco de Inglaterra lo dijo recientemente, se ve que los altos retornos antes de la crisis simplemente reflejaba el incremento de tomar riesgos —riesgo que fue tomado por sobre todo no por los inescrupulosos agentes financieros sino por inocentes inversionistas o por los contribuyentes, que terminaron sosteniendo el bolso (de las deudas) cuando todo fue mal. Y como él lo observó mordazmente, “si producir riesgos fuera una actividad que añadiera valor (a la economía), los jugadores de la ruleta rusa contribuirían desproporcionado al bienestar global”.
Entonces, ¿el 99.9 por ciento debe odiar al 0.1 por ciento? No, en absoluto. Pero ellos deben ignorar toda la propaganda de “creadores de trabajo” y exigir que la súper-élite debe pagar substancialmente más impuestos.


Fuente: Diario Gestión (30/11/12)