Una revisión del milagro asiático oriental


Los economistas Andrew Sheng y Xiao Geng analizan resultados que ha tenido para el continente la aplicacion de la economia institucional en los paises de esa región.

 

Hace casi dos décadas el Banco Mundial publicó su informe emblemático. EL milagro de Asia Oriental que analizaba por qué las economías de dicha región crecieron más rápidamente que los mercados emergentes de América Latina, África y otros lugares. De acuerdo con las conclusiones de dicho estudio, estas economías alcanzaron altas tasas de crecimiento mediante fundamentos adecuados, promoción de las inversiones, creación de capital humano y una apertura a las manufacturas de exportación.

Aunque no se limitaba a esos aspectos. El Banco Mundial también aceptó a regañadientes que los gobiernos intervinieron -sistemáticamente y mediante diversos canales- para impulsar el desarrollo, incluidas industrias específicas en lugares específicos en la forma de subsidios, incentivos fiscales y represión financiera.

Durante los años de las medidas de intervención, particularmente después de la crisis financiera asiática, el Consenso antintervencionista de Washington, partidario del libre mercado, perdió apoyo. Una nueva economía institucional (NIE, por sus siglas en inglés) ganó terreno y llenó el vacío que habían dejado los principales modelos, que ignoraron la importancia central de las instituciones para gestionar el cambio y la incertidumbre que afectan la asignación de recursos y la elecciones sociales. En efecto, ante la gran recesión y crisis europea de deuda actuales, la pregunta pendiente es cuál es el papel del Estado en la promoción del desarrollo y el crecimiento.

El colapso de las economías planificadas del ex bloque soviético fue el que estimuló la arrogancia del libre mercado y el reconocimiento de que las instituciones sí importan. No obstante, lo que hizo que fuera necesario un examen revisionista del capitalismo controlado por el Estado fue la capacidad de China de mantener un rápido crecimiento económico durante tres décadas.

El Premio Nobel de Economía, Douglass North, señaló – que la sociedad humana creó instituciones para abordar la asimetría en la información, pero sus creaciones inmediatamente originaban el problema de cómo obligarlas a cumplir los objetivos para las que fueron creadas. En 2000, Oliver E. Williamson concibió una clasificación de cuatro niveles para el análisis social de las instituciones –instituciones informales, costumbres, tradiciones, normas y religión; instituciones formales cuyas normas regían los derechos de propiedad, el orden social, el poder judicial y la burocracia; estructuras para la gobernanza y su alineación para ahorrar en los costos de las transacciones; y los procesos descentralizados de toma de decisiones para la asignación de recursos (el ámbito de la economía neoclásica).

Según Williamson, la nueva economía institucional se ocupa principalmente de las ramificaciones económicas y políticas de las normas y estructuras de gobernanza formales. Sin embargo, en el caso de muchas economías emergentes, la perpetuación de reglas, normas y creencias informales y la lentitud del cambio es lo que impide que den el paso hacia un crecimiento más avanzado, basado en los conocimientos.

En su nuevo libro, The Origins of Political Order (Origen del orden político)Francis Fukuyama intenta abordar este problema. Examina el surgimiento de tres categorías de instituciones políticas –el Estado, el Estado de derecho y el gobierno obligado a rendir cuentas, estas dos últimas impiden que el Estado se vuelva despótico.

Fukuyama sostiene que el patrimonialismo –definido como la propensión natural humana a favorecer a familiares y amigos– es el lastre del Estado de derecho y la rendición de cuentas. Sin embargo, mientras que el patrimonialismo bien puede ser el principal obstáculo para que los países avancen hacia una democracia de clase media –y una de las principales razones de la fragilidad de los Estados autocráticos– también puede ser una característica más general de todos los sistemas políticos y económicos.

Cabe mencionar el debate sobre si los intereses financieros se han apoderado de los gobiernos de las economías avanzadas –una pregunta que Gillian Tett plantea en un reciente artículo publicado en Foreign Affairs. “¿Deben los gobiernos controlar las finanzas para aplastar a las élites, o simplemente deben aceptar las diferencias de ingreso y los ahorros financieros como el precio inevitable de las sociedades dinámicas?”, se pregunta.

No es un asunto trivial, dado el papel que desempeña la desigualdad descontrolada en el creciente descontento social e incluso las revoluciones en todo el mundo. En efecto, la verdadera sorpresa es que las protestas como “Ocupemos Wall Street” han dado muy pocos resultados, lo que indica que una vez que están establecidas, las instituciones defienden firmemente el status quo.

Lo anterior es particularmente importante en el caso del crecimiento de Asia. Las ex colonias británicas como la India y Malasia heredaron el derecho consuetudinario y equilibrios institucionales, pero muchas de ellas se enfrentan actualmente a la decadencia de las instituciones, al aumento de la corrupción y al crecimiento del patrimonialismo. Otras economías, como China, están buscando la forma de establecer el Estado de derecho mediante el fortalecimiento del marco institucional dentro del sistema de gobierno de partido único.

Tanto Fukuyama como North concluyen que las economías fuertes dirigidas por el Estado pueden estar obligadas a rendir cuentas, pero se vuelven frágiles si la élite gobernante no responde a la mayoría popular y a las normas globales de conducta y gobernanza.  North argumenta que la competencia es una fuerza clave que impulsa la eficiencia adaptativa entre las instituciones.

Uno de los conceptos básicos de la nueva economía institucional es que la medición de los costos de transacción de varios factores y mercados de productos puede revelar ineficiencias y obstáculos para un mejor desempeño. Un análisis de los costos de transacción de las cadenas de suministro globales y nacionales indicaría el grado al que las actividades con fines de lucro y las distorsiones de política disuaden el surgimiento de mercados competitivos.

En el caso de las economías avanzadas, el estudio de los niveles dos y tres de Williamson –las instituciones formales y su gobernanza– puede hacer aportaciones importantes. Sin embargo, estamos convencidos de que en lo que se refiere a los mercados emergentes de Asia y otros lugares, el estudio de las instituciones, conductas y normas informales, ofrece un mejor entendimiento de los desafíos que supone la gestión del crecimiento y los resultados positivos.

En términos simples, en muchos mercados emergentes, lo que obstaculiza el desempeño económico no es la falta de comprensión de las mejores prácticas internacionales. Más bien, lo que hace que se arraiguen los intereses creados que se oponen al cambio es el conflicto entre estas prácticas y las relaciones y costumbres sociales tradicionales o internas.

 

Fuente: Project Syndicate (15 Julio del 2012)