Deterioro de la calidad crediticia en las tarjetas

 

JORGE OLCESE FERNANDEZ
Ex intendente del Departamento de Controles de Riesgo de la SBS


HAY MÁS DE 329,000 PERSONAS CON PROBLEMAS DE PAGO EN SUS TARJETAS DE CRÉDITO DE CONSUMO. EL NÚMERO DE TARJETAHABIENTES MOROSOS SUBIÓ EN 14.2% EL ÚLTIMOAÑO.

En los tres últimos años, desde diciembre del 2010 hasta fines del 2012, el crecimiento de los préstamos con tarjetas de crédito para consumo ha sido espectacular, al pasar de S/. 8,679 millones a S/. 12,119 millones, esto es un aumento de 39.6%.

En el mismo periodo, el número de tarjetahabientes en el segmento de consumo creció de 1.8 millones a 2.3 millones de personas.

Un elemento significativo es determinar la cantidad de tarjetas que maneja cada cliente, para lo que es importante concentrarse en los clientes de tarjetas de crédito para consumo, ya que esto constituye una señal de alerta para los analistas sobre el riesgo del crédito otorgado.

Del total de tarjetas de créditos existentes en el sistema financiero, estimado en 7.3 millones, unas 6.9 millones se destinan a consumo. Esta cantidad, en manos de los clientes por tarjetas de créditos para consumo reportados en diciembre del 2012, representa que cada uno, en promedio, posee tres tarjetas.

Esta proporción no está muy lejos de los promedios históricos, aunque es elevada si se considera el nivel máximo aconsejable para asegurar un buen comportamiento de pagos, habida cuenta de que estas personas tienen otras obligaciones financieras por atender. Esta alerta es más preocupante si se toma en cuenta que más del 30% de clientes tienen más de dos tarjetas de crédito para consumo en todo el sistema financiero. Asimismo, unas 275,531 personas tienen cinco o más tarjetas.

Ahora bien, el mayor uso de las tarjetas de crédito para consumo se da a través de la modalidad de compras, cuyos saldos representan el 58.3% del total; sin embargo, llama la atención que más de la cuarta parte de los saldos (el 26%) se explica por la disposición de efectivo, que no es motivo de uso de una tarjeta y resulta perjudicial dados los altos costos que conlleva para el cliente.

Esta característica, que se mantiene en los tres últimos años, resulta más peligrosa al observar que el incremento de los saldos totales por uso en la disposición de efectivo sea el mismo que por compras (14% en ambos tipos).

Como consecuencia de los comportamientos señalados en los usos de las tarjetas de crédito de consumo, es preocupante la situación contable de los saldos en cada modalidad. En efecto, al analizar el detalle de los totales, se constata que los crecimientos de los saldos en situación de “vencidos”, solo comparando el último año, han sido del 29.4% en la modalidad de disposición de efectivo, y del 30.9% en la modalidad de compras. Esto es tanto más peligroso si se toma en cuenta que los clientes vencidos en ambas modalidades de uso de tarjetas de consumo, aumentan cada año en el transcurso del último trienio.

En el último año, los clientes con saldos vencidos en el uso de sus tarjetas de crédito para consumo en la modalidad de compras se incrementaron en más de 30,000.

Esto muestra el deterioro en la calidad de los usos y de los clientes de las tarjetas de crédito para consumo, tanto para disposición de efectivo como para compras. Se puede comprobar que actualmente hay más personas con problemas de pago de sus tarjetas para consumo que en años anteriores.

Así, en el último año existen 19.8% más personas con atrasos en los pagos de sus tarjetas de créditos por disposición de efectivo, y un 17.6% más con atrasos en el uso por compras. Comparados con diciembre del 2010, estos incrementos fueron de 59.6% y de 33.1%, respectivamente.

Para profundizar en el estudio de la morosidad de las tarjetas de crédito para consumo se pueden agregar los saldos en situación de cobranza judicial y refinanciados, registrados en las dos modalidades comentadas. Estos saldos tienen montos significativos y también aumentaron en los tres últimos años. Solo en el último año los saldos en cobranza judicial en la modalidad de uso por compras casi se duplicaron, pasando de S/. 5.8 millones a S/. 9.3 millones.

Pero más importante es resaltar que estos saldos de tarjetas de crédito para consumo con alguna dificultad de pagos involucran a gran cantidad de clientes. Es decir, la morosidad total de los clientes de tarjetas de crédito para consumo, sumando los vencidos, judiciales y refinanciados, llega a más de 329,000 personas y representan el 14.3% del total. Peor aún resulta observar que estos clientes aumentaron en 14.2% el último año, mientras que los clientes en situación de vigentes solo lo hicieron en 11.6%.

A todas luces las evoluciones de los principales usos de las tarjetas de crédito para consumo y del comportamiento de los atrasos en los pagos, indican que los niveles de riesgo crediticio son significativos en esta modalidad, lo que confirma que los clientes con calificaciones de Deficiente, Dudoso y Pérdida se mantengan en una proporción de alrededor del 14% respecto del total, en los tres últimos años.

Sin duda que esta es una inquietante señal de alerta para los análisis de este tipo de crédito que exigirá ser más cautelosas a las entidades financieras en el momento de evaluar las capacidades de pago hacia adelante, de los posibles sujetos de crédito. Pero también demandará una mayor supervisión en el uso de las tarjetas de crédito para consumo, pues existe una mala costumbre de una alta proporción de uso para disposición de efectivo que, evidentemente, es una grave distorsión en el uso de esta facilidad crediticia, incrementando sus costos para el cliente.

Además, es importante monitorear el potencial de sobreendeudamiento de los tarjetahabientes. En efecto, apenas un 25% del total de las líneas de tarjetas de crédito para consumo son utilizadas; es decir, los saldos disponibles (líneas no usadas) representan alrededor del 75%.


Fuente: Diario Gestión (1 de Abril del 2013)

 

La pregunta del 90%

 

LOS ECONOMISTAS TIENEN DIFICULTADES PARA RESPONDER CUÁNDO UN PAÍS DEBE PREOCUPARSE POR LA CARGA DE SU DEUDA

El endeudamiento del gobierno es importante. El default y el pánico financiero causan pesadillas a los ministros de Finanzas. La deuda del gobierno puede contraer la inversión privada, retrayendo el crecimiento. Sin embargo, los economistas han tenido dificultades para especificar cuándo un país necesita comenzar a preocuparse sobre su carga de deuda. En una investigación del 2010, Carmen Reinhart, hoy catedrática de la Escuela de Gobierno John F. Kennedy de la Universidad de Harvard, y Kenneth Rogoff, economista en la Universidad de Harvard, parecían haber proporcionado la respuesta. Argumentaron que el crecimiento del PBI se ralentiza a la velocidad de un caracol cuando los niveles de deuda gubernamentales exceden el 90% del PBI.

Rápidamente, ese número se convirtió en munición para los argumentos a favor de la austeridad. El congresista estadounidense Paul Ryan, del partido Republicano, citó la “concluyente evidencia empírica” de la investigación en un plan de presupuesto en el que planteaba drásticos recortes al gasto público. En una carta enviada a los ministros de Finanzas de la Unión Europea en febrero pasado, el vicepresidente de la Comisión Europea, Olli Rehn, citó el “ampliamente conocido” límite del 90% como una razón para continuar con los recortes fiscales en ese continente. Esa retórica ha ayudado a hacer que el número de Reinhart-Rogoff sea sujeto de una agria disputa. Y la semana pasada, un nuevo estudio echó más leña al fuego al poner bajo cuestionamiento el tema.

El cálculo realizado el 2010 fue relativamente simple. Los autores ya habían analizado dos siglos de estadísticas de la deuda pública para su innovador trabajo del 2009 “This Time is Different” (“Esta vez es diferente”). En dicho artículo, Reinhart y Rogoff clasificaron las cifras en cuatro categorías de endeudamiento y calcularon tasas promedio de crecimiento para cada una. 
Lo que Hallaron fue que la deuda pública no tiene un efecto significativo sobre las tasas de crecimiento hasta que la deuda alcanza el 90% del PBI, y a partir de allí dichas tasas caen drásticamente. A lo largo de toda la muestra (que abarca desde 1790 hasta el 2009), la expansión promedio se desploma desde más de 3% por año a solo 1.7% cuando la deuda se eleva por encima del nivel crítico. En un corto periodo de post guerra, el declive es más pronunciado: la tasa de crecimiento cae de 3% a -0.1% una vez que se supera el techo del 90%.

La agudeza de estos hallazgos generó mucha atención. En la jerga económica, la relación deuda-crecimiento no era “lineal”, de modo que las tasas de crecimiento no se deslizaban a medida que el endeudamiento crecía. En lugar de ello, los niveles de deuda lucen bien hasta que alcanzan un punto crítico y entonces todo cambia. Los autores calcularon que más allá del techo del 90%, el mercado puede incrementar sus percepciones de riesgo, lo cual podría traducirse en un fuerte aumento de las tasas de interés o generar tensión en el mercado financiero, forzando la toma de decisiones duras como austeridad, inflación o default.

La nueva investigación
El nuevo estudio, elaborado por Thomas Herndon, Michael Ash y Robert Pollin, de la Universidad de Massachusetts en Amherst, buscó replicar los resultados de Reinhart y Rogoff para el periodo de post guerra. Señalan que hubo errores que llevaron a que este análisis minimice el crecimiento promedio a niveles altos. Un error de codificación en su hoja de Excel eliminó varios países de la colección de datos. Así, varios años críticos para Nueva Zelanda fueron dejados de lado, omitiéndose una época durante la cual sus niveles de deuda como de crecimiento fueron altos.

Además, los autores consideran que el método aplicado por Reinhart y Rogoff para calcular el crecimiento promedio otorgó un peso demasiado grande a puntos no representativos de la data (incluyendo un año de data abismal para Nueva Zelanda). En suma, los autores del nuevo estudio indican que el crecimiento del periodo de post guerra por encima del límite de 90% debió haber sido 2.2% y no -0.1%.

El nuevo artículo causó revuelo en Washington DC, donde los encargados de la política económica se reunieron para las asambleas anuales del Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial (BM). No obstante, entre ambos estudios existe menos disonancia de lo que pudiera pensarse. En una respuesta al artículo de Herndon, Ash y Pollin, Reinhart y Rogoff reconocieron el error de codificación y también señalan que el conjunto de datos que usaron era un trabajo en progreso. Las actualizaciones a su análisis, publicadas el 2010 y 2012, incorporan cifras adicionales.

Más importante aún, Reinhart y Rogoff indican que utilizaron varios cálculos y que computaron los promedios tanto del periodo de post guerra como de toda la muestra. También presentaron la “mediana” de las tasas de crecimiento y la tasa media. En su estudio del 2010, la mediana de la tasa de crecimiento por encima del límite de 90% es 1.9% para el periodo 1790-2009 y de 1.6% para el periodo de post guerra. Reinhart y Rogoff argumentan que esos resultados son similares a los obtenidos por Herndon, Ash y Pollin.

Ambos grupos de autores hallan una asociación negativa entre la deuda y el crecimiento. Pero mientras el trabajo de Reinhart y Rogoff sugiere un repentino cambio en el crecimiento una vez que la deuda alcanza cierto nivel, Herndon, Ash y Pollin consideran que las tasas de crecimiento simplemente inician una tendencia a la baja. Para explicarse, dividen los países con un ratio deuda/PBI por encima del 90% en dos subcategorías: por debajo y por encima del 120%. El crecimiento promedio de los ubicados en el rango 90%-120% es 2.4%, en tanto que para el otro grupo es de 1.6%. Ello hace que la relación parezca lineal.

Las conclusiones firmes sobre los techos máximos son elusivas. Un artículo del 2010 del FMI presenta “alguna evidencia” de un techo de deuda en 90% del PBI y un estudio del 2011 del BM identifica un techo de 85%. Pero otro análisis del FMI publicado en el 2012 encontró que “no existe un límite particular que consistentemente preceda un pobre desempeño económico”. Sin embargo, los costos de un crecimiento moderadamente lento pueden acumularse: Reinhart y Rogoff advierten que el exceso promedio de deuda persiste por más de 20 años.

La polvareda levantada no tiene nada que ver para responder la pregunta de la causalidad. Un crecimiento lento del PBI podría ser la causa de una carga de deuda creciente y no su consecuencia. Reinhart y Rogoff reconocen en su obra académico que este dilema “no ha sido resuelto completamente”, pero han sido menos cuidadosos en sus artículos para la prensa.

Quizás este sea su mayor error pues la relación entre la deuda y el crecimiento es un asunto con mucho peso político. Y es en estas áreas donde los economistas deben mantener los estándares más rigurosos.

Fuente: Diario Gestión (23 de Abril del 2013)