Por una verdadera gestión ambiental

 

AUTOR: ÁLVARO RIOS
Docente de ESAN


Cuando a los niños se les enseña sobre contaminación, un ejercicio común es pedir que ensucien el agua de una batea con lo que quieran (tierra, papeles, plástico, tinta, etcétera). Una vez que lo hacen, se les pide que luego dejen el agua limpia.

Por supuesto, los niños se dan cuenta de que no lo pueden hacer, y que aquello que se contaminó no volverá a ser igual. Y que la clave es prevenir, es decir, no ensuciar.

Este concepto tan simple es olvidado por aquellos que hacen gestión ambiental, sobre todo en las instancias públicas.

Un río contaminado, por ejemplo, no volverá a ser el mismo, y aunque se trabaje en su restauración, ya generó impactos irreversibles en la salud (enfermedades), actividades productivas (industrias, agricultura, ganadería o pesca) o actividades de la vida diaria (uso de agua para consumo).

Aunque la multa para el contaminador sea millonaria, el daño ya está hecho, y en lo que respecta al deterioro de la confianza de la población, es irreversible.

A pesar de esta realidad, en la práctica trabajar los temas ambientales muchas veces se reduce a legislar, advertir (talleres, eventos, comunicación por medios masivos) y sancionar-multar si no se hace lo que está legislado.

Esto refleja que se ha olvidado el concepto clave de trabajar en asuntos ambientales: prevenir. Para esto, es necesario planificar (identificar los principales riesgos para evitar que estos se conviertan en impacto), organizar (definir las medidas técnicas o legales y lograr que sean asumidas obligatoriamente por los actores claves), controlar (supervisar) y mejorar los resultados.

Solo así se puede hacer una verdadera gestión ambiental, que por definición es el proceso gerencial que lleva a evitar o resolver los problemas ambientales.

Por ello, los indicadores de éxito de esta gestión no pueden ser los eventos desarrollados, ni las normas publicadas, ni los documentos presentados, ni la cantidad de multas aplicadas, ni las visitas de supervisión desarrolladas ni siquiera los millones recibidos en proyectos.

Los indicadores de éxito que en realidad son trascendentes son los relacionados con los problemas ambientales que evitamos (eso quiere decir que los riesgos ambientales no se conviertan en impactos) y aquellos que solucionamos de manera exitosa.

Por ello, es necesario exigir a los actuales y futuros gestores en el ámbito público que cuando nos presenten planes nos digan cuántas hectáreas se van a dejar de deforestar, cuántos residuos se van a dejar de tener en las calles o cuál es la calidad de los ríos que nos van a entregar.

De eso se trata hacer gestión ambiental, un verdadero trabajo responsable que vele por los recursos naturales, respete los ecosistemas de los que dependen algunas poblaciones desde hace siglos. Otro tipo de resultados es solo engaño.

Publicado por: El Peruano (12 de Marzo de 2016)