El blanqueamiento de arrecifes de coral en todo el mundo por el cambio climático ha sido devastador, pero aún hay una esperanza: corales que han sobrevivido al aumento de temperatura y cuyos genes podrían ser utilizados para crear corales más resistentes a los efectos del calentamiento global.


LOS CIENTÍFICOS BUSCAN CONSTRUIR UNA BARRERA DE CORAL PARA ASEGURAR SU SUBSISTENCIA

 

 

AUTOR: DAMIEN CAVE Y JUSTIN GILLIS
AMBIENTALISTA
Y ECOLOGISTA


GRAN BARRERA DE CORAL, cerca de Australia – Después de zambullirse en el agua cristalina para inspeccionar un arrecife de coral, Neal Cantin se quitó la máscara y negó con la cabeza.

“Todo está muerto”, dijo.

Pero pese a que él y su equipo de buceo formado por científicos internacionales lamentan la devastación que el descuido humano ha infligido en el más grande sistema de arrecifes del mundo, también han tenido un motivo para tener esperanzas.

Durante esos días de trabajo en un trecho marino cercano al estado australiano de Queensland, Cantin y sus colegas habían salido con muestra tras muestra de coral vivo, que de alguna manera eludió la reciente extinción: sobrevivientes resistentes, que se aferraron a la vida en medio de un cementerio.

“Estamos tratando de dar con súpercorales, los que sobrevivieron al peor estrés por calor de sus vidas”, dijo Cantin, un investigador que trabaja en el Instituto Australiano de Ciencias Marinas, en Townsville.

 

 

Los arrecifes de coral han sido apodados las selvas tropicales de mar porque, aunque ocupan un área pequeña, albergan a la gran mayoría de la variedad de fauna y flora de los océanos. Los pólipos de coral son animales pequeños que son como agricultores, pues crían a plantas todavía más pequeñas —algas– que les dan comida. Los corales excretan una sustancia dura que forma el arrecife y le da a los pólipos y a otras criaturas un lugar dónde vivir.

El objetivo no es solo estudiarlos, sino encontrar aquellos con los mejores genes, multiplicarlos en tanques terrestres y en algún momento regresarlos a los mares, donde puedan continuar reproduciéndose. La esperanza es crear arrecifes más fuertes —básicamente acelerar la evolución— y poco a poco construir un ecosistema capaz de sobrevivir al calentamiento global y otros ataques ambientales causados por el hombre.

La investigación que tiene lugar aquí es parte de un impulso internacional que se hace cada vez más urgente. Después de décadas de acumular daños, seguida de una gran extinción en 2015 y 2016, algunos científicos señalan que creen que la mitad de los arrecifes de coral que existían a principios del siglo XX ya han desaparecido.

En lugar de quedarse parados viendo cómo desaparece el resto, una avanzada de expertos en arrecifes está decidida a actuar.

En Florida, están siendo pioneros en técnicas que podrían permitir el rápido restablecimiento de arrecifes muertos debido al estrés por calor. En Hawái, están estudiando la biología de los corales que de alguna manera lograron aferrarse a la vida pese a que una generación anterior de personas vertió aguas residuales sin tratar a una maravillosa bahía. En el Caribe, los países están uniéndose para crear un banco de almacenamiento genético de corales, un plan de respaldo por si todos los corales actuales se extinguen.

“Nosotros creamos estos problemas”, dijo Michael P. Crosby, presidente del Acuario y Laboratorio Marino Mote en Sarasota, Florida, una de las instituciones que encabeza estos trabajos. “Debemos participar activamente ayudando a los corales a resurgir”.

 

 

Sin embargo, este nuevo impulso para ayudar a los arrecifes del mundo implica riesgos y plantea muchas preguntas.

Un esfuerzo de restauración a gran escala podría ser muy costoso, y hasta ahora los gobiernos han proporcionado solo sumas modestas, a pesar del golpe que sus industrias turísticas multimillonarias podrían sufrir debido al deterioro continuo de los arrecifes. Los filántropos particulares —incluyendo a Paul G. Allen, cofundador de Microsoft— están gastando millones de dólares para pagar gran parte de estos trabajos tempranos. ¿Llegarían a contribuir con miles de millones de dólares?

Y aunque los científicos están tratando con enfoques modestos en primera instancia, quizá la estrategia más eficaz para salvar los arrecifes a la larga sea a través de métodos genéticos, incluyendo la reproducción selectiva o la transferencia de genes resistentes al calor a los corales. Eso se ha hecho con cultivos, pero ¿sería ético hacerlo en un entorno silvestre?

“¿Cómo decides qué intervenciones son correctas y cuándo intervenir?”, preguntó Madeleine van Oppen, profesora de Biología Marítima en la Universidad de Melbourne, quien dirige los experimentos en Australia encaminados a lo que llama la “evolución asistida” de los arrecifes de coral. “Hay un largo camino por recorrer, por eso estamos comenzando ahora”.

Incluso los científicos que han incursionado en este tipo de trabajos se están preguntando si es lo correcto y si alguna vez será suficiente dado el grado del impacto que se predice tendrá el cambio climático. “Pensar que hemos tenido que dar esta dirección a nuestra ciencia parece aterrador, pero es lo que debemos hacer”, dijo Ruth Gates, una investigadora de corales que dirige los trabajos en Hawái.

 


Los científicos primero advirtieron, hace varias décadas, que los arrecifes de coral eran particularmente sensibles al estrés por calor y que estarían entre las primeras víctimas del calentamiento global si no se controlaban las emisiones.

Se les ignoró y la humanidad siguió quemando combustibles fósiles con descuido, estableciendo una primera prueba sobre si las predicciones científicas sobre el calentamiento global podían creerse.

La mayor parte del calor atrapado por esas emisiones se ha ido a los océanos, que ahora se han calentado tanto que solo un poco más de calor puede causar extinciones masivas de corales. El golpe extra se da cuando los patrones climáticos de El Niño calientan grandes tramos de los trópicos.

La primera extinción de coral global comenzó en 1982, y ahora parecen estar sucediendo con pocos años de diferencia. A lo largo de la Gran Barrera de Coral, la ola de calor relacionada con El Niño de 2015 a 2016 causó la muerte del 35 al 50 por ciento de los corales a lo largo de un trecho de 1050 kilómetros en la costa de Queensland, una profunda afectación a lo que era el arrecife más impresionante sobre la Tierra.

“No es demasiado tarde para ser enérgicos y hacer cambios para conservar el arrecife del futuro”, dijo Cantin. Sin embargo, añadió, sin un esfuerzo amplio que incluya atacar las emisiones que causan el cambio climático, los arrecifes podrían morir en este siglo.

La pérdida de los arrecifes de coral no es solo un desastre estético. Quinientos millones de personas dependen de pescados de arrecife para comer y, en algunos países isleños, son básicamente la única fuente de proteína. La destrucción continua de los arrecifes podría aumentar el hambre mundial. En las naciones más ricas, en especial en Australia, los arrecifes son una atracción de primera en las economías turísticas que valen miles de millones de dólares.

Cantin se encuentra entre los muchos biólogos marinos que pasaron los dos últimos años observando cómo morían de calor grandes tramos de la más grande maravilla natural de Australia. El canadiense, que descubrió su pasión cuando buceaba en arrecifes en Florida como adolescente junto con su padre, perteneció a uno de los equipos que inspeccionó el arrecife y elaboró un informe este año que dejó estupefacto al mundo por el grado del daño.

Van Oppen, un científico sénior que supervisa la investigación de Cantin, señaló que parte de lo que hace sobresalir al experimento de Australia es el “simulador marino” en el instituto marítimo de Townsville. Es un complejo laboratorio de alta tecnología donde los corales viven en tanques con agua a temperaturas que pueden calibrarse en décimos de grados y que simulan los patrones estacionales de los eventos de calentamiento. Sistemas luminosos replican los ciclos lunares que los corales usan para regular su reproducción.

Se analizará la resiliencia de las futuras generaciones de corales, descendientes de los cultivados por Cantin, en este ambiente artificial, con agua más caliente y ácida que simula la que los científicos predicen existirá para los años 2050 y 2100.


 

Entonces los corales más fuertes se convertirán en padres de nuevo, con algo de cruce entre las mismas especies de distintas secciones del arrecife así como cruces entre distintas especies para crear híbridos genéticos.

“Si la velocidad de adaptación natural pudiera ser lo suficientemente rápida para seguirle el paso al cambio climático, no veríamos el grado de pérdida que observamos”, dijo Van Oppen. “Hay una necesidad urgente de encontrar maneras de desacelerarlo”.

Van Oppen colabora con Gates, quien dirige el Instituto de Biología Marina de Hawái en una pequeña isla en la bahía Kaneohe, cerca de Oahu. Su proyecto conjunto está financiado en parte por la fundación familiar de Allen, el filántropo millonario de Microsoft.

 


En el laboratorio Mote en Sarasota, David Vaughan ha perfeccionado una técnica en la que las muestras de coral se dividen en fragmentos minúsculos; los pólipos crecen mucho más rápido de lo normal cuando están tratando de restablecer una colonia.

“Antes nos tomaba seis años reproducir 600 corales”, dijo Vaughan en una entrevista. “Ahora podemos reproducir 600 corales en una tarde, y en unos meses estaremos listos para plantarlos”.

Los arrecifes de Florida se han dañado mucho con el transcurso de los años, no solo por el cambio climático sino por ataques humanos más directos, como la pesca excesiva que perturba el equilibrio ecológico. Sin embargo, el laboratorio Mote y otros centros ya han replantado miles de pequeñas colonias de coral.

Un centro en cayo Largo, la Fundación para la Restauración del Coral, ha tenido éxito particularmente haciendo resurgir dos especies: los corales cuerno de alce y cuerno de ciervo, que habían sido devastados en las aguas de Florida. La legislatura estatal ha comenzado a asignar pequeñas sumas, mientras los científicos de Florida sueñan con una restauración del arrecife a gran escala.

Aunque los riesgos siguen siendo poco claros, podría llegar el día en que muchos de los arrecifes cercanos a Florida y Australia sean unos creados por la intervención científica: un esfuerzo de humanos, en otras palabras, para reparar el daño que han hecho ellos mismos.

“Hemos demostrado que hay esperanza en todo esto”, dijo Kayla Ripple, administradora del programa científico en la Fundación de Restauración del Coral. “La gente no debería solo levantar las manos al aire y decir que no hay nada que podamos hacer”.



Publicado por: The New York Times (26 de Setiembre del 2017)