Solo el año pasado se incautaron más de 10,398 animales silvestres. Su comercio ilegal se ha diversificado con nuevas rutas dentro del país. Las autoridades recuerdan que devolverlos a su hábitat es muy difícil. Lo más importante es cambiar la mentalidad de las personas para bajar la demanda de mercados como Lima.

EL OTRO TRÁFICO

 

 

AUTOR: José Vadillo Vila

Después del narcotráfico, el tráfico de armas y la trata de personas, el cuarto comercio ilegal que mueve más dinero en el mundo es el tráfico de animales silvestres. Afecta la biodiversidad de los países más megadiversos del globo, entre ellos el Perú.

Las cifras hablan: entre el 2000 y el 2016 las instituciones peruanas hicieron 11,541 registros y lograron recuperar 66,937 individuos vivos de 442 especies. De ellas, 59 son especies bajo alguna categoría de amenaza.

Hablamos de aves, mamíferos, reptiles y anfibios. La organización WCS hizo una encuesta y el 14% de las personas que compraron animales silvestres lo volvería a hacer. Cómplices.

María Elena Carbajal, de la WCS, recuerda que para que un mono llegue a uno de los 18 mercadillos de Lima –el gran comprador final de este negocio– han muerto nueve en el camino, debido a las condiciones paupérrimas en que son trasladados.

El caso de los famosos pihuichos de cola amarilla o Brotogeris versicolurus es más trágica: se deben extraer miles para alimentar la demanda limeña. De acuerdo con el Servicio Nacional Forestal y de Fauna Silvestre (Serfor), de las 28,741 aves vivas recuperadas durante esos 16 años de estudio, el 59% eran pihuichos.

Jessica Gálvez Durand, de la Dirección de Gestión Sostenibles del Patrimonio de Fauna Silvestre de Serfor, calcula que, por la cantidad que se extrae, en un momento, los pihuichos pasarán a ser una especie en peligro de extinción.

Se logró georreferenciar el 30% de los 66,937 “individuos vivos intervenidos”, lo que permitió identificar nuevas rutas, como la Carretera Longitudinal de la Costa Norte (Lambayeque, La Libertad, Piura, Tumbes), la Carretera Longitudinal de la Sierra Sur (Cusco, Ayacucho, Ica) y el río Tigre-Pastaza. Las mafias alternan las rutas para evitar ser detectados, lo que necesita un control y patrullaje constante en las rutas ya tradicionales como en estas nuevas.

Múltiples modalidades

El suboficial superior César Atilano Gallardo, de la División de Medio Ambiente, es uno de los policías con mayor experiencia en el tema. Ha visto en el aeropuerto Jorge Chávez y por tierra en Corcona y Ancón –las principales zonas de ingreso a Lima– cómo se trafica animales silvestres en cajas de frutas, encomiendas, tubos de plástico.

Si bien el común denominador se da por el microcomercio de especies vivas y disecadas, hay empresas que se prestan al delito: ómnibus acondicionados para transportar fauna; “cajas especiales” de doble fondo que usan firmas autorizadas para exportar. Mafias.

También los extranjeros que captan a peruanos para traer animales de la selva a Lima, porque un mono león de bolsillo puede estar sobre los 5,000 dólares en el mercado internacional. Se coluden con agentes de Aduanas o el personal que pasan los rayos X en el Jorge Chávez.

Atilano dice que los gobiernos regionales deben tener un mejor manejo sobre el cuidado de la fauna silvestre. A la vez, la PNP capacita permanentemente al personal de Aduanas, Serpost, el aeropuerto; se hacen campañas con las agencias de viajes; se capacita a los minoristas en los centros de abastos de Lima y provincias.

La sociedad civil también hace lo suyo. WCS, por ejemplo, trabaja con la Embajada de Estados Unidos en Lima para que, en su web, advierta a los turistas de su país que la compra ilegal de animales silvestres es un delito en el Perú. En el mismo norte, busca alianzas con la Unión Europea. “El reto más fuerte es trabajar en las regiones”, dice María Elena Carbajal.

El gran mercado

El gran mercado del tráfico de animales silvestres es nacional. Serfor calcula que más del 90% de especies vivas y muertas traficadas van a abastecer el mercado local.

En el exterior, Asia, Estados Unidos, México y Canadá ocupan los primeros lugares de la exportación tanto ilegal como legal de animales silvestres.

La nueva legislación vigente, Ley N° 30407, promueve los zoocriaderos, donde son criados animales anfibios, rapaces, primates, tucanes, certificados, libres de enfermedades y que son supervisados constantemente. Esos animales sí pueden exportase legalmente.

Los últimos 17 años, menos de la mitad de las 25 regiones del país registra acciones contra el comercio ilegal de fauna silvestre. Para Serfor, esto se debe tanto a la falta de presupuesto como de profesionales. Esta ausencia la aprovechan las mafias, que llevan ilegalmente a los ejemplares en su equipaje o sorprenden a las autoridades con falsos certificados.

Para Serfor, frente a la falta de profesionales de fauna, el Estado debe establecer alianzas con las asociaciones civiles, “ya que en la actualidad tenemos pocos centros de rescate a escala nacional y los que hay son privados, para los más de 60,000 animales que se han recuperado desde el 2000”, recuerda Gálvez.

¿Volver a la libertad?

“Para un animal salvaje, perder su libertad es lo peor. Muchos animales se dejan morir. Se automutilan”, asegura Jessica Gálvez. Si la ausencia de libertad es un problema para un animal silvestre, devolverlo al hábitat natural es casi imposible.

Dice la especialista que se deben tener en cuenta por lo menos cuatro puntos:

1) estar seguro de la especie que se libera;

2) que el animal esté sano;

3) que tenga la distribución natural en el área en que será liberado;

4) y que tenga la edad adecuada (un animal muy joven puede morir).

“Hay personas de buena fe que han liberado animales enfermos; liberan a tres, pero matan a otros 100, que no tienen defensas de los patógenos que los primeros han traído”, explica.

Por ello, los animales quedan en centros de cautiverio, un tema en que se avanza poco a poco en el país. La región Loreto ya cuenta con estos centros. Y Serfor coordina con otros gobiernos regionales para establecer más centros de rescate, que deberían tener financiamiento, ya que se requiere una infraestructura adecuada; por ejemplo, si son felinos, se necesitan jaulas de contención y un presupuesto mensual para comida y vitaminas.

Ante ello, los activistas y las autoridades apuestan por trabajar en reducir la demanda. “Si compras, eres cómplice”, dice la campaña. No se quiere que la cifra de más de 10,000 animales silvestres decomisados el año pasado aumente.


Publicado por: El Peruano, 21 de junio del 2018.