KUÉLAP

 

Volver a un destino es un ejercicio que todo viajero debería considerar para experimentar los contrastes emocionales que generan las imágenes reales con aquellas que el recuerdo atesora, especialmente si se trata de Kuélap.

No dudé un segundo en aceptar la invitación para recorrer de nuevo los caminos de Amazonas, la hermosa región del norte peruano, en cuyas tierras prosperó, entre los lejanos siglos VIII y XV de nuestra era, la cultura Chachapoya, que supo dominar este bravío ecosistema, atiborrado por un férreo bosque nuboso, y en cuyo territorio se retuercen y elevan desafiantes colosales montañas.

Cómo llegar

Por tierra, 23 a 24 horas de viaje.

Por vía aérea, hora y media a Jaén, en Cajamarca y desde allí a Chachapoyas, tres horas y media por una caretera asfaltada.

El clima ofrece mañanas templadas y noches frías. Las lluvias fuertes se producen entre noviembre y abril.

Lleve ropa de abrigo, bloqueador solar, lentes y loción contra insectos.

Tesoros mororientales

Desde de Cocachimba, una hora al norte de Chachapoyas, el visitante tiene una vista privilegiada de la catarata Gocta, que con sus 800 metros de altura es una de las más imponentes del mundo.

Los chachapoyas rendían especial tributo a sus difuntos. Una muestra son los sarcófagos de Karajía, ubicado a hora y media al noroeste de Chachapoyas cerca del pueblito de Cruz Pata. Las sepulturas miran al este y están sobre una comisa que da a un gran abismo.

En Chachapoyas, varias agencias ofrecen tours a los diversos circuitos, Los precios oscilan de 40 a 90 soles, dependiendo del mismo. El tour a Kuélap ncluye el servicio y la entrada a la ciudadela.

De paso por Jaén

Llegamos a Chachapoyas, la capital regional y centro de operaciones de nuestra travesía, en poco más de tres horas y media desde Jaén, en Cajamarca. Los cerca de 2,500 metros de altitud de Chachapoyas reciben al visitante con una luminosa tarde que regala ese intenso azul del cielo, que solo es posible apreciar en estas serranías.

Para nosotros, casi habituados al desorden vehicular con visos de anarquía y a las tensiones de la gran metrópoli limeña; llegar a una ciudad en donde prácticamente no hay tráfico caótico y las mototaxis, simplemente, no existen, es una verdadera bendición. La tranquilidad se respira en cada rincón, invitando a pasear, sin mayores preocupaciones por las callecitas que acurrucan a blancas y señoriales casas y casonas.

Tras una reparadora cena, decidimos el circuito del día siguiente. Visitaremos la amurallada ciudadela de Kuélap, el mayor legado arquitectónico que dejaran los chachapoyas y que asombró al mismísim inca. Además, será la primera vez que lleguemos vía teleférico. La emoción está asegurada. Por ahora, a descansar.

Vivir en las alturas

La mañana pinta excelente. Tras un suculento desayuno vamos rumbo al sur flanqueados por el río Utcubamba, alencuentro con la historia. La asfaltada carretera permite en una hora llegar al pueblo de Nuevo Tingo, punto inicial para tomar contacto con la vieja urbe.

En el momento en que estamos a punto de abordar una de las cabinas del teleférico que nos llevará hasta las puertas de Kuélap, es imposible no sentirse como un niño que descubre un nuevo juego. Contemplar el fascinante paisaje que nos rodea suspendidos en el aire, durante los veinte minutos del recorrido, es una experiencia inigualable.

Las estadísticas revelan que este sistema de cabinas, desde su inauguración en marzo del 2017, permitió un aumento considerable de la afluencia de turistas y una mayor exposición del patrimonio cultural y del ubérrimo paisaje de esta parte de los Andes.

La sensación es intensa. Después de casi una década, vuelvo a respirar la atmósfera de Kuélap, la mítica ciudadela edificada en la cima de la Barreta, la gigantesca montaña donde nos encontramos. Nuevamente, su enorme muralla, hecha con piedra caliza de varias toneladas que la circunda en sus casi 600 metros de largo y se eleva hasta los veinte metros, invita a recorrerla. Hay más visitantes y permanente labor arqueológica en la portentosa entrada principal orientada a rescatarla del colapso.

El sol brilla intenso, pero no es abrasador, pues estamos bordeando los 3,000 metros de altitud. Es hora de ingresar. Lo hacemos por uno de esos peculiares accesos cuyo final solo permite el paso de una persona evidenciando su defensivo diseño. En el interior, centenares de casas circulares que en su apogeo lucían techos de paja de forma cónica, son la evidencia silente de sus antiguos moradores. Hay recintos especiales como el templo, el torreón y algunas casas adornadas con frisos geométricos, quizá destinadas a la élite. Los hallazgos de entierros en la muralla y en varias casas son como páginas de un libro que revela la importancia que tenía el más allá para los chachapoyas.

Secretos indómitos

Contemplo y no dejo de admirar a esta antigua sociedad. Cuenta la historia, que para el Incario no fue fácil conquistar a los chachapoyas, solo después de cruentas batallas, los aguerridos señores de las nubes sucumbieron ante la imperial estela cusqueña. Después, llegarían los españoles y en pocos años, el amurallado recinto fue abandonado y olvidado en el tiempo.

El enmarañado bosque nuboso tomó posesión de Kuélap ocultándolo durante centurias, hasta enero de 1843 cuando el juez Juan Crisóstomo Nieto lo descubrió para el mundo moderno. Desde entonces, investigadores de renombre se han visto seducidos por los secretos que oculta la vetusta ciudadela, destacando los estudios de los arqueólogos Federico Kauffmann y Alfredo Narváez, quienes develaron gran parte de lo que hasta ahora se conoce.

La vespertina luz baña la ciclópea muralla y el abismo del lado oeste de Kuélap. De pronto, un ligero vientecito sopla enfriando el ambiente. Nos dicen que las labores de rescate se están dando muy lentamente, lo que revela que una mejor gestión de las autoridades, con menos desidia, es aún un tema pendiente.

Ahora que está llegando más el turismo, resulta urgente impulsar adecuadamente su conservación, no solo para posicionar a Kuélap como destino principal del norte peruano, sino también por consideración a la memoria de la recia cultura que dominó esta parte de los Andes amazónicos. Entre tanto, la siguiente visita ya está agendada.

 

Fuente: El Peruano