EL PUNTO DE NO RETORNO ESTÁ CERCA

 

Es necesario, continuar alzando la voz desde todos los espacios posibles para llamar la atención respecto al riesgo que implica la elavación de la temperatura de la Tierra.

 

La Conferencia de las Partes (COP25) está desarrollándose en Madrid, con la asistencia de los representantes de 97 naciones que buscan avanzar en la aplicación de los acuerdos para combatir el cambio climático.

Se trata de la reunión más importante sobre el tema, puesto que congrega a los países llamados a tomar medidas para frenar este fenómeno, que –según estudios científicos– pone en riesgo la vida en nuestro planeta.

En cada una de estas reuniones anuales, las naciones industrializadas se comprometen a tomar medidas para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, causantes del calentamiento global.

No obstante, es preciso llamar la atención sobre la falta de voluntad mostrada por los países que más contaminan, cuyo voluntarismo no se traduce en medidas concretas para preservar el ecosistema del planeta.

En setiembre de este año, durante la Cumbre de la Acción Climática desarrollada en Nueva York, el secretario general de las Naciones Unidas, António Guterres, invocó a los líderes mundiales a presentar en ese foro “planes concretos y realistas” para alcanzar la meta de disminuir los gases de efecto invernadero y evitar que la temperatura del planeta continúe aumentando peligrosamente.

Tres meses después, en la inauguración de la COP25 realizada el lunes en Madrid, Guterres subrayó su frustración por la lentitud de los avances y advirtió que para nuestro planeta “el punto de no retorno no está lejos en el horizonte”.

A ello se suma el reciente informe del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), que refiere que habría que reducir 7.6% cada año las emisiones de dióxido de carbono hasta el 2030, para impedir que la temperatura global aumente 1.5 grados Celsius.

Si las principales naciones contaminantes no logran el consenso para ejecutar cuanto antes medidas que reduzcan los actuales niveles gases de efecto invernadero en la atmósfera, ¿cómo esperar que se comprometan a reducir a 7.6% las emisiones cada año? Al ritmo actual se proyecta que a fines del presente siglo la temperatura del planeta haya aumentado 3 grados Celsius.

La comunidad científica ha advertido que un calentamiento de esa magnitud tendrá consecuencias funestas para la Tierra y se prevé un incremento de los desastres naturales, desaparición de especies y riesgos graves para la seguridad alimentaria, entre otros problemas.

La responsabilidad es de todos los gobiernos y ciudadanos del planeta, pero especialmente de aquellas naciones industrializadas, identificadas como las principales fuentes de emisiones de gases contaminantes.

Es necesario, por lo tanto, continuar alzando la voz desde todos los espacios posibles para llamar la atención respecto al riesgo que se cierne sobre la Tierra y la urgencia de tomar acciones con prontitud.

Si bien hay mucho por hacer, el Estado peruano ha dado muestras de compromiso al aprobar leyes orientadas a combatir el cambio climático, entre las que destacan la Ley Marco sobre el Cambio Climático y la norma que regula el empleo de plásticos de un solo uso.

El mundo espera que la COP25 sorprenda y, como lo exige las Naciones Unidas, ofrezca a todos habitantes del planeta la esperanza de que este desafío será acometido con responsabilidad.






Fuente: El Peruano, 05 de diciembre del 2019.

 

 

DILEMAS DEL CAMBIO CLIMÁTICO

 

Urge poner énfasis en la preparación y mitigación del cambio climático, identificando las regiones del país y las actividades económicas más expuestas.

 

Se discute en Madrid—en el marco de la COP25— los efectos del cambio climático con la mirada puesta en los riesgos inminentes de que el planeta alcance pronto el punto de no retorno. El secretario general de las Naciones Unidas —el portugués Antonio Guterres— en una manifestación de su profundo sentido de frustración le ha reclamado a los países emisores “la ambición política que pide la gente” para “detener el cambio climático, terminar con los subsidios a los combustibles fósiles y llegar a un consenso en torno al precio del carbono” para así evitar un desastre que ponga en peligro el planeta Tierra. Y es que —a pesar de los avances, de los acuerdos de Kioto y París— seguimos actuando como si no pasara nada. 

En particular, los grandes  culpables de la contaminación ambiental en el mundo —comenzando por el país contaminador numero 1: China— miran a los costados y tratan de pasar desapercibidos, mientras que países como Nigeria, Haití, Yemen, Filipinas o Mozambique sufren los embates mas duros del cambio climático. Como lo ha reconocido estos días el señor Guterres: “algunas de las naciones mas vulnerables están a la vanguardia de la lucha contra el cambio climático”. Admirable hecho, especialmente porque las naciones más vulnerables son también las más pobres del planeta. Pero el liderazgo de las naciones más vulnerables, además de pírrico, esconde una situación de profunda injusticia: se trata de uno de los pocos casos de “externalidad negativa” en el que las víctimas luchan por revertir la situación que dio origen al daño. 

Mientras tanto, en el Perú, el discurso ambientalista repite el mantra de no contaminación —a pesar de que como país nuestra contribución al desastre ecológico, en términos comparativos, es mínimo— y no pone el énfasis necesario y los recursos para la tan necesaria preparación y prevención en vista de que — según todos los modelos de estimación de los efectos del cambio climático— el Perú figura también entre los países más expuestos del mundo. 

De hecho, según el “ranking” de Resistencia Climática preparado por la Universidad de Notre Dame —el cual mide de manera simultanea el grado de vulnerabilidad de un país al cambio climático y el grado de preparación para enfrentarlo— de 181 países, el Perú ocupa el puesto 85, superado largamente en América Latina por Chile (puesto 30), Uruguay (52), Costa Rica (66), México (68), Colombia (72), Brasil (75), Panamá (77) y Argentina (también puesto 85). 

Para todo efecto práctico, el cambio climático constituye, entonces, uno de esos riesgos que sabemos que existen pero que no sabemos a ciencia cierta cuán rápidamente o con qué nivel de gravedad se están dando. Lo preocupante es que la respuesta lógica a este tipo de riesgos es la prevención o anticipación estratégica, algo que brilla por su ausencia en el tema del cambio climático, como lo demuestra nuestra pobre posición en el ranking de la Universidad de Notre Dame. 

Urge por ello cambiar el  discurso: poner énfasis en la preparación y mitigación del cambio climático, identificando con claridad las regiones del país y las actividades económicas más expuestas, para luego comenzar con la urgente necesidad de dotar la infraestructura de dichas regiones y las relacionadas con los sectores económicos en riesgo de la necesaria “resiliencia” (o resistencia) al cambio climático. La tan postergada reconstrucción del norte constituye todavía una excelente oportunidad para reconstruir o construir infraestructura “resistente”. 

Dos temas adicionales en  un enfoque que enfatice la prevención son impulsar la diversificación productiva regional —tema particularmente sensible en la agroindustria costera— y crear un fondo de contingencia al cambio climático, o por lo menos tener listos mecanismos de financiamiento en caso el cambio climático ocurra antes de lo esperado. Ideas, ideas, ideas… pero dirigidas a la acción y a la prevención.

 




Fuente: Gestión, 06 de diciembre del 2019.