ENCENDIDOS

 

Quienes abogan por un entorno más limpio tenían la esperanza de que la recuperación económica a raíz de la pandemia podría impulsar los esfuerzos de descarbonización en el mundo. Los gobiernos declaran que quieren reconstruir sus economías para hacerlas mejores y más verdes, y han anunciado ambiciosos planes para deshacerse del hábito de consumir combustibles fósiles.

En la Unión Europea, se ha aprobado una ley cuyo objetivo es lograr un 55% de reducción de emisiones de gases para de efecto invernadero, respecto de sus niveles de 1990, para finales de esta década. El pasado 21 de julio, Japón anunció planes para reducir su uso de combustibles fósiles en la generación de energía del 76% registrado el 2019 a 41% para el 2030.

Pero a pesar de esos grandiosos planes, los combustibles fósiles están en vías de expansión. Un reciente informe de la Agencia Internacional de la Energía confirma la gravedad de la situación. Se proyecta que la demanda global por electricidad crecerá cerca de 5% este año y 4% el 2022. Es probable que la energía generada con combustibles fósiles cubra el 45% de la demanda adicional este año y 40% el próximo, en contraste, cubrió alrededor del 25% de la generación de energía adicional del 2019.

La reactivación de la economía estadounidense ha provocado una fuerte demanda por gas natural de parte de las empresas industriales. En Asia y Europa, un caluroso verano ha impulsado la demanda por importaciones de gas natural licuado.

El banco de inversión Gitigroup calcula que los niveles de almacenamiento de gas, que es un indicador de la elasticidad del mercado global, están por debajo de los observados los últimos cinco años.

S&P Global Platts, firma proveedora de información y análisis de precios del mercado petrolero, estima que la demanda en partes de Asia y Europa refleja parcialmente la necesidad de reponer sus reservas energéticas antes de que el invierno llegue a esas zonas.

Los mercados de carbón también se están encendiendo: un precio de referencia casi se ha triplicado en lo que va del año. La demanda por electricidad en China, que depende en gran medida de ese oscuro mineral, se disparó a un nivel récord a mediados de julio. Y la presencia de cuellos de botella en la producción carbonífera en Colombia y Sudáfrica no ha sido de ayuda.

Anastacia Dialynas, analista principal de Bloomberg NEF, firma proveedora de data del sector, estima que los precios elevados del gas natural podrían alentar a los productores de energía a preferir la utilización de plantas quemadoras de carbón en lugar de generadoras alimentadas con gas.

La Administración de Información Energética de Estados unidos, una agencia federal, proyecta que la participación del carbón en la producción de electricidad en el país se incrementará a 26% este año, cuando el 2020 fue 22%. La producción de acero, que utiliza grandes volúmenes de carbón, proporciona otro empuje. El banco alemán Commerzbank predice que la producción global de acero podría alcanzar un nivel récord este año.

La política también ha añadido combustible al fuego. En octubre pasado, China prohibió las importaciones de carbón australiano. Alrededor del 70% de sus importaciones habituales de carbón metalúrgico (utilizado para fabricar acero) se ha visto acotado, señala Jim Truman, director de mercados de cobre metalúrgico de la consultora Wood Mackenzie.

Las acereras a lo largo de la costa china se apresuraron en buscar alternativas, pero las fuentes locales del insumo resultaron ser insuficientes, y las importaciones restringidas por cierres de fronteras vinculados al covid-19.

Con el tiempo, el alza del precio del gas podría atenuarse. En mayo, el Gobierno central chino ordenó a los gobiernos provisionales limitar el uso de electricidad, lo que reduciría la demanda por combustible. Los cuellos de botella en el suministro serán superados y un esperado impulso en la producción estadounidense de gas debería terminar por reabastecer las unidades de almacenamiento a nivel mundial.

No obstante, el aumento del consumo de combustibles fósiles plantea una llamada de alerta. Las esperanzas de que el mundo aminoraría permanentemente su uso de energía luego de la crisis financiera de 2007-2009 quedaron en nada.

A fines del mes pasado, una reunión de ministros de Medio Ambiente del G20 en Italia se convirtió en una farsa, pues los representantes de Arabia Saudita, China, India y Rusia bloquearon un acuerdo a los combustibles fósiles y reducir gradualmente el uso de carbón.

Reconstruir mejor y recuperarse siendo más verdes puede ser una meta admirable, puntualiza David Fyfe, economista jefe de Argus Media, firma consultora del sector, pero a menos que esté acompañada de políticas energéticas serias, "el carbón seguirá siendo el combustible de elección para la generación eléctrica de base en muchos países".


Publicado por: Gestión, 05 de agosto del 2021.