La central geotérmica más grande de Islandia alberga un innovador proyecto agrícola de Vaxa Technologies, una empresa que cultiva microalgas usando recursos de esta planta de energía. Bajo una iluminación rosa-violeta, paneles y columnas de agua burbujeante crean un ambiente controlado para el crecimiento de estos organismos acuáticos. Esta técnica representa una visión futurista de la producción alimentaria, como destaca Kristinn Haflidason, gerente general de la compañía.
A diferencia de las macroalgas, que se han consumido históricamente, las microalgas, aunque utilizadas en la antigua América Central y África, apenas están siendo exploradas como una fuente de alimento sostenible y nutritiva.La planta de Vaxa cultiva la microalga Nannochloropsis para consumo humano y como alimento para la acuicultura. También produce Arthospira, conocida como espirulina al secarse, usada en suplementos y colorantes alimentarios.
Estos organismos, a través de la fotosíntesis, absorben dióxido de carbono y liberan oxígeno, lo que convierte su producción en carbono negativo. La integración de esta granja con la central geotérmica es clave: la planta suministra electricidad limpia, agua fría y caliente, y canaliza sus emisiones de CO2, lo que reduce significativamente la huella ambiental del proceso.El sistema requiere energía renovable constante y un flujo de CO2 y nutrientes con baja huella de carbono, condiciones difíciles de replicar en otras partes del mundo. Esta combinación permite operar fotobiorreactores que simulan la luz solar con luces LED específicas en longitudes de onda roja y azul, maximizando la fotosíntesis. Mediante aprendizaje automático, el entorno se ajusta para optimizar el crecimiento, permitiendo cosechar el 7% de la producción diaria y alcanzar una capacidad anual de hasta 150 toneladas métricas de algas.
Dada su riqueza en proteínas, omega-3, ácidos grasos y vitamina B12, Haflidason sostiene que este modelo podría contribuir a combatir la inseguridad alimentaria global. El potencial de las microalgas es tal que se estima que el mercado alcanzará un valor de 25.400 millones de dólares en 2033, con aplicaciones no solo en alimentación, sino también en cosméticos, farmacéutica, biocombustibles y plásticos alternativos. Incluso se planea estudiar el cultivo de microalgas en la Estación Espacial Internacional, lo que evidencia el interés en esta tecnología. A pesar de estos avances, persisten desafíos. La textura y el sabor de las microalgas necesitan mejoras para hacerlas más atractivas al consumo masivo. Además, se requiere mayor investigación para optimizar su valor nutricional y digestibilidad. Expertos como Malene Lihme Olsen sugieren incorporarlas en productos como pasta o pan para mejorar sus características sensoriales. Sin embargo, las proyecciones son prometedoras: comparado con el cultivo de soja, una hectárea de microalgas podría producir 15 veces más proteínas al año, lo que refuerza su potencial como alimento del futuro.
Fuente:Diario El Mundo- pag.12, 8 de marzo del 2025.