A finales de abril, se produjo un súbito desembalse de la laguna Llaca, ubicada a más de 30 kilómetros al este de Huaraz, al pie del nevado Vallunaraju, en la Cordillera Blanca de Áncash. Este evento arrasó viviendas y propiedades en el distrito de Independencia, dejando como saldo trágico la muerte de dos niños, cinco personas desaparecidas y decenas de damnificados. Las familias afectadas enfrentan ahora una fuerte conmoción, en parte por no haber adoptado medidas preventivas, sumado a las condiciones de vulnerabilidad derivadas de habitar en zonas de alto riesgo, como es el caso de las riberas del río Casca, cuyas aguas provienen de la mencionada laguna.
Este desastre repite un patrón lamentablemente conocido en el Callejón de Huaylas, donde fenómenos similares han ocurrido antes, aunque con algunas variaciones. Factores como la inestabilidad de los nevados afectados por el cambio climático, el incremento del volumen de las lagunas, la geografía abrupta de las quebradas y los movimientos sísmicos configuran una combinación peligrosa que ya ha provocado tragedias como las de Huaraz en 1941, Ranrahirca en 1962 y Yungay en 1970. Estos antecedentes conforman un historial que posiciona a los desastres naturales como una preocupación prioritaria en esta región del Perú. En este caso particular, el nevado Vallunaraju, presionado por el calentamiento global, experimenta deshielos intensos que alimentan el crecimiento de la laguna Llaca, la cual desemboca en la quebrada homónima y de ahí al río Santa, reactivando así un mecanismo de riesgo ya conocido.
La situación de peligro en el Callejón de Huaylas y en el país en general es bien conocida, al punto que se cuenta con investigaciones, monitoreos y seguimientos de lagunas altoandinas realizados por entidades estatales especializadas. Entre ellas está la Autoridad Nacional del Agua (ANA), perteneciente al Ministerio de Agricultura y Riego, cuya labor de vigilancia de los recursos hídricos naturales ha permitido elaborar inventarios de lagunas glaciares a través de su Unidad de Glaciología y Recursos Hídricos. Asimismo, el Instituto Nacional de Investigación en Glaciares y Ecosistemas de Montaña (Inaigem), adscrito al Ministerio del Ambiente, tiene la responsabilidad de actualizar la información y elaborar inventarios de glaciares y lagunas de origen glaciar.
Pese a que el Estado cuenta con estas dos instituciones nacionales con funciones similares, a nivel regional también existe la Oficina Regional de Defensa Nacional del Gobierno Regional de Áncash, encargada de gestionar el riesgo de desastres. Se esperaría que esta oficina utilice los informes elaborados por el ANA y el Inaigem, lo que sugiere que la problemática de las lagunas altoandinas y glaciares en el Perú ya ha sido ampliamente estudiada.
No obstante, a pesar de los antecedentes históricos de desastres en el Callejón de Huaylas y la existencia de estas instituciones que monitorean las condiciones que los originan, persiste la interrogante de por qué fenómenos como el ocurrido en Independencia continúan sorprendiendo a la población. Aunque Áncash no es la única región expuesta a amenazas geofísicas e hidroclimáticas, su historial la convierte en un ejemplo representativo de una problemática extendida en el país, donde las acciones de prevención, reubicación y reconstrucción frecuentemente no trascienden las discusiones de las mesas de trabajo.
Autor: Fernando Bravo Alarcón., Fuente: Diario Gestión - pag.23. 17 de mayo del 2025.