En el último año, los incendios forestales provocaron una destrucción sin precedentes de los bosques tropicales en América Latina, afectando gravemente la Amazonía. De los 51,000 kilómetros cuadrados de bosque maduro eliminados, el 60% fue consecuencia directa del fuego, una cifra histórica que representa un aumento del 142% respecto al 2023. Este retroceso anula los avances que países como Brasil y Colombia habían logrado en la lucha contra la deforestación. Los datos, proporcionados por Global Forest Watch el 21 de mayo, evidencian el papel del cambio climático como factor agravante, ya que el 2024 fue el año más caluroso del que se tiene registro. La combinación de temperaturas elevadas y aire seco, acentuada por el fenómeno de El Niño, ha hecho que los bosques sean mucho más vulnerables a incendios incontrolables, que a menudo comienzan con la quema deliberada de tierra para actividades agrícolas.
Las consecuencias de esta devastación forestal se reflejan también en el volumen de gases contaminantes liberados. Según GFW, los incendios del año pasado emitieron 1.15 gigatoneladas de dióxido de carbono, superando incluso las emisiones por quema de combustibles fósiles de toda Sudamérica en 2023. Brasil lideró en pérdida de selva tropical con más de 28,000 kilómetros cuadrados deforestados, siendo esta su mayor pérdida desde 2016. Este panorama representa un revés para el gobierno de Luiz Inácio Lula da Silva, quien, a pesar de haber reducido significativamente la deforestación entre 2022 y 2023, se enfrentó a los límites de sus políticas frente a una crisis climática que avanza con fuerza. Aunque se celebraron informes recientes que mostraban una caída en la deforestación en 2024, estos no incluían los incendios forestales, lo que generó una visión incompleta de la situación. La sequía más intensa jamás registrada en Brasil agudizó la gravedad de los incendios, que en dicho país fueron responsables del 60% de la deforestación amazónica.
A esta problemática ambiental se suman decisiones políticas que debilitan los mecanismos de protección forestal en favor del desarrollo económico. En estados amazónicos de Brasil como Mato Grosso y Rondonia, se han derogado beneficios tributarios para empresas comprometidas con prácticas sostenibles y se ha aprobado una ley de amnistía para quienes deforestaron en el pasado. Estas acciones envían un mensaje de permisividad que incentiva la ocupación de tierras mediante corte y quema. Esta tendencia encuentra un espejo preocupante en Bolivia, donde el gobierno promovió la agricultura industrial con incentivos fiscales y el levantamiento de restricciones a la exportación de carne. Como consecuencia, desde 2019 la deforestación se ha quintuplicado, con el ganado como principal responsable del 57% del daño ambiental entre 2010 y 2022. La impunidad también ha jugado un rol clave: solo seis de 136 casos abiertos en 2024 por desbroce ilegal culminaron en condenas. La pérdida de bosque boliviano ascendió a 14,800 kilómetros cuadrados ese año, tres veces más que en 2023, siendo los incendios responsables de la mayoría del daño.
Perú siguió un camino similar al modificar su legislación forestal en 2024 para facilitar la expansión agrícola, lo que incluyó una amnistía para infractores que habían deforestado sin autorización. Esta reforma legislativa coincidió con un aumento del 25% en la pérdida de bosque tropical en el país. En Colombia, la creciente inseguridad interna permitió que grupos armados ilegales se expandieran en regiones boscosas para desarrollar actividades de minería aurífera y cultivo de coca, incentivados por los altos precios del oro. Esto generó un incremento del 49% en la pérdida de bosque primario durante el último año. Ni siquiera las zonas más conservadas de la Amazonía han escapado a esta realidad. Guyana, país con amplias extensiones de selva virgen, ha buscado apoyo internacional para preservar sus recursos naturales; sin embargo, en 2024, su tasa de deforestación se disparó en un 275% debido a incendios y minería ilegal. Todo ello demuestra que, ante el cambio climático, incluso los compromisos más firmes pueden verse desbordados por intereses económicos y fenómenos extremos.
Autor: The Economist. Fuente: Diario Gestión - pag.22, 27 de mayo del 2025.