Isla de Pascua: donde reinan los moáis

 

 

- Es un destino que muchos soñamos visitar desde que éramos niños. Lo invitamos a conocer los atractivos del legado del pueblo Rapa Nui

La primera imagen que asociamos con la Isla de Pascua es la de los cautivadores moáis. Sus fotografías son lo más difundido y lo que más curiosidad, leyendas y misterio han generado en torno a esta isla, también conocida como Rapa Nui y que antes fue llamada Te Pito O Te Kainga (el útero o centro de la madre Tierra) y Te Pito O Te Henua (el ombligo del mundo).

Es difícil no impresionarnos con estos enormes bloques de piedra tallados, que parecen proteger a esta pequeña isla de las aguas del Océano Pacífico. La Isla de Pascua se encuentra en condiciones extremas de aislamiento, tanto es así que es el punto más alejado de cualquier otro lugar poblado del planeta. Fue tal vez debido a su situación de vulnerabilidad extrema que los polinésicos que arribaron aquí entre los años 400 y 500 d.C. después de navegar miles de kilómetros desde su archipiélago, tallaron los enormes moáis que colocaron sobre plataformas ceremoniales o Ahus. Desde allí miraban hacia el centro de la isla, pues según la tradición polinésica así los espíritus de los ancestros pueden proteger los territorios de su linaje.

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La Isla de Pascua tiene forma de triángulo y surgió como producto de varias erupciones volcánicas hace unos tres millones de años. Tiene tan solo 166 km2 y su ancho máximo es de 12 km, por lo que se visita rápidamente.

La primera parada es Rano Raraku, la famosa cantera de moáis. La ruta es ascendente y caminará durante casi dos horas, así que vaya preparado con agua, gorro y bloqueador. Es emocionante ver muy cerca estas estatuas centenarias que emergen de las laderas verdes de la montaña. Hay cientos de moáis dispersos en este lugar. Al iniciar la marcha todas parecen iguales, pero cuando estamos a pocos metros de las figuras se perciben las tenues diferencias de sus facciones.

Los misteriosos moáis eran tallados directamente de la roca volcánica con herramientas hechas de basalto, pues los Rapa Nui no conocieron el metal. Luego tenían que trasladar las estatuas hasta las plataformas ubicadas cerca al mar. Hay varias teorías sobre cómo las movilizaron, pero la más aceptada es que usaron troncos para trasladarlas, una práctica que aparentemente terminó por deforestar la isla.

En esta cantera también encontramos el moái más antiguo de la isla y que es totalmente distinto a los demás: es el único que tiene cuerpo entero y está arrodillado. Su cabeza es redonda así como sus facciones. Tal vez al comenzar a hacer las figuras casi en serie debe haber resultado más sencillo hacer cortes rectos y eliminar detalles. Además, acá también está el moái más grande que nunca terminó de ser extraído de la cantera y que mide como 21 metros de altura.

Desde lo alto de la montaña donde se ubica la cantera la sensación es gloriosa. Un aire tibio nos acaricia la cara y tenemos una vista espectacular: se ve el mar de un azul intenso y muy cerca a la orilla está Ahu Tongariki, la gran plataforma donde se alzan 15 moáis. Antes de bajar, nuestro guía nos lleva a una laguna ubicada detrás de la montaña, la fuente de agua dulce más importante de la isla. En el camino, un grupo de caballos salvajes se cruza por nuestra ruta adelantándonos y así al llegar la visión que tenemos es casi idílica. Nos comenta que acá los caballos andan sueltos, pues hay tan poca agua dulce que los dejan libres para que se hidraten donde puedan.

Ahora sí llegó el momento de visitar la gran plataforma que también era un centro ceremonial y tumba de los grandes señores. Ahu Tongariki tiene 160 metros de largo y sostiene 15 enormes moáis del cual solo uno tiene el sombrero característico: el pukao. Estas figuras son impresionantes y al verlas de cerca me doy cuenta de detalles que no conocía: tienen largas orejas, el órgano sexual masculino, así como estilizadas manos y brazos tallados en bajo relieve. Estos moáis fueron derribados cuando las plataformas fueron destruidas hacia fines del siglo XIX como consecuencia de la crisis que se apoderó de la sociedad Rapa Nui.

LA PLAYA Y CRÁTER DEL RANO KAO
Es cierto que vinimos a ver los moáis, pero lo que todos queremos hacer en una isla paradisíaca como esta es tirarnos en la arena blanca, sentir los rayos del sol sobre nuestra piel de citadinos (con bloqueador, claro) y darnos un baño reparador. La playa Anakena es la mejor de la isla: arena blanca, palmeras (que trajeron de Tahití, según nos cuenta el guía), agua tibia con pequeñas olas y una linda plataforma, la Ahu Nau Nau, con moáis más pequeños, todos con pukaos (sombreros) y los mejor conservados de la isla, pues fueron los últimos en descubrirse bajo las arenas de esta playa. Acá encontraremos a locales haciendo parrilladas en grandes grupos. Lo típico es el pez espada y el camote, el alimento más popular de Rapa Nui. Y ya que hablo de comida, además del fresco pescado no puede dejar de probar el mango, que es pequeño pero delicioso.

Otra visita sorprendente por la perspectiva que nos brinda es el cráter del volcán Rano Kao. Es el más grande de la isla y el agua que yace en su interior refleja el cielo de manera espectacular. La paz acá es insuperable, no hay sonido alguno, solo el viento, el olor dulce del torolo o pasto silvestre y la inmensidad del océano que se puede comprobar dando una vuelta de 360 grados. Es realmente espectacular. Y si quiere tener una aventura inolvidable anímese a bucear y hacer esnorquel. La base de la isla está formada de arrecifes y cuevas donde hay peces de gran colorido.

Un lugar interesante es Orongo, la aldea ceremonial del hombre pájaro, donde también hay muestras de arte rupestre. El ascenso es exigente para niños y personas de la tercera edad. Pero es muy interesante, pues es la muestra de la evolución cultural de los pascuenses, luego de dejar el rito de hacer moáis. Orongo se usaba al inicio de la primavera para rendir culto al dios Make Make y para realizar cada año una ceremonia en la que jefes de las tribus competían para ser investidos como el Hombre Pájaro que era sagrado. Así una religión y un sistema político diferentes se impusieron gradualmente en la sociedad.

Hanga Roa es pequeña y se conoce a pie rápidamente. Dese una vuelta por el museo, por la costa y sus playitas diminutas y tranquilas, por el colorido cementerio donde no cabe un cuerpo más, por el mercado artesanal para comprar algún moái de recuerdo y le recomendamos adquirir los aceites corporales de Tahití que son una delicia.

 

Publicado por Diario El Comercio (04 de Junio del 2012)