¿Es la importación del gas natural una alternativa?

 

POR: JOSE DEUSTUA

El Estado ha focalizado sus esfuerzos en sacar adelante un gasoducto que brinde redundancia al gasoducto existente y lleve gas natural al sur del Perú. Este proyecto tendría un costo cercano a los US$ 3,000 millones e implicaría la construcción de un ducto paralelo al ducto de Camisea más un nuevo ducto en el sur del Perú.Aunque este proyecto resulta bastante interesante, es también importante considerar más alternativas para hacer sostenible nuestro acceso a este recurso en el largo plazo. Estas alternativas estarían relacionadas con la posibilidad de interconectarse con países con mayores reservas como Bolivia y la posibilidad de importar gas natural.El motivo de este artículo es discutir brevemente esta última alternativa y explicar por qué debería considerarse como una opción en el mediano plazo.El mercado de gas natural a nivel mundial está cambiando. La reciente explotación del shale gas en Estados Unidos ha modificado la dinámica del mercado abaratando precios. Si a este cambio en el mercado mundial le sumamos lo difícil que es hacer un proyecto de infraestructura en el Perú (por los conflictos sociales y los procesos administrativos) y lo costoso que es hacer una obra que cruce tres regiones naturales, es posible que importar gas natural sea una opción tan viable como transportar gas desde la selva. Esto no implica que debamos dejar de explotar nuestros recursos, sino que deberíamos aprovechar y diversificar nuestras fuentes de abastecimiento. La principal crítica a importar gas es el argumento de "cómo vamos a importar gas si estamos exportando gas". Sin embargo, es importante mencionar que no seríamos el primer país que exporte e importe simultáneamente gas natural. Países como Holanda, Estados Unidos y Canadá tienen esta estructura de comercio, justamente porque importar gas puede ser más económico que transportar gas. Además, importar gas ayuda a diversificar las fuentes de producción y regular precios en el mercado interno.¿Cuánto cuesta una planta regasificadora? De acuerdo a la experiencia reciente en Chile, una planta puede costar entre US$ 550 millones y US$ 1,000 millones para una capacidad entre 200 MMPCD y 350 MMPCD de gas natural (un tercio y un medio del ducto actual de Camisea). Este recurso sería suficiente para generar entre 1,200 MW y 2,000 MW adicionales de potencia (entre 16% y 33% de la oferta existente), en el norte o sur del Perú. Los principales atractivos de esta propuesta serían su mayor facilidad de implementación, su menor costo de inversión y la posibilidad de tener acceso a una nueva fuente de recurso. Lo negativo sería el mayor costo variable del gas (típica comparación entre un proyecto con inversión baja, pero costo operativo alto, y un proyecto con inversión alta, pero costo operativo bajo). No obstante, el costo variable de importar gas natural y generar energía eléctrica seguiría siendo menor al costo de racionamiento de energía.En conclusión, es importante pensar en más alternativas para abastecernos de gas natural si tenemos el objetivo de seguir aprovechando este recurso en el largo plazo.

Publicado por Diario Gestiòn (17 de Abril de 2013)

 

El mito de la maldición de los recursos naturales

 

POR: PABLO DE LA FLOR

 

Mucho se ha escrito en los últimos años acerca de la “maldición de los recursos naturales”, condena a la que irremediablemente estarían sometidas aquellas economías que cuentan con una rica dotación de minerales, petróleo u otras materias primas; y que, según los proponentes de esta teoría, estarían condenados a registrar tasas más bajas de crecimiento y una precaria gobernabilidad. Se trata de una discusión particularmente relevante en nuestro país a la luz del papel preponderante de la minería en la expansión económica y las potenciales amenazas que, en el mejor entender de los proponentes de estas ideas, se podrían cernir sobre nuestro futuro.

Los canales de transmisión de esta maldición pasarían por las distorsiones generadas como consecuencia de la revaluación de nuestra moneda (enfermedad holandesa) y la conflictividad asociada a la captura del Estado por parte de grupos rentistas. Esta combinación gatillaría un espiral perverso de pobreza y corrupción.
Los esfuerzos más recientes y serios de análisis no hallan, sin embargo, ninguna evidencia empírica relevante respecto de la vigencia de la maldición. Si bien se puede identificar una proporción importante de países exportadores de petróleo y minerales con pésimo desempeño económico, hay otros que gracias a su dotación de recursos han logrado importantes avances (los casos más citados son los de Botswana y Chile). De igual modo, existe un grupo importante de naciones desarrolladas que, contando con importantes sectores primarios exportadores, lograron sofisticar significativamente su estructura productiva.

Esto no significa que la riqueza de recursos naturales se traduzca siempre en crecimiento económico y sostenido. Que ello ocurra dependerá de la orientación de las políticas públicas adoptadas y de la calidad del entramado institucional vigente. Aquellos países que optan por un marco macroeconómico sano y prudente, desprovisto de prácticas distorsionantes que desincentiven la actuación de los agentes productivos, serán capaces de transformar la riqueza natural en desarrollo sostenible.

Esto es lo que ha venido ocurriendo en nuestro país, con la bonanza minera contribuyendo decididamente al crecimiento económico y reducción de la pobreza. Además, hemos logrado esta expansión evitando muchas de las trampas vinculadas a la ya citada maldición. Así, el volumen de exportaciones no-tradicionales ha crecido más que el de las tradicionales, y ello a pesar de la apreciación cambiaria. Igualmente, la estructura de nuestra economía se ha diversificado, no obstante la preponderancia de los minerales en la canasta exportadora. De hecho, las actividades primarias en su conjunto no representan más del 15% de nuestro PBI.

Uno de los grandes desafíos que enfrentamos es cómo destrabar la inversión minera para dinamizar aún más nuestro crecimiento y generar más bienestar para todos los peruanos. En los últimos años hemos sido testigos de la ola de conflictividad que ha agitado diversas zonas mineras, impidiendo la puesta en marcha de iniciativas de gran envergadura. De allí la enorme importancia que adquiere el construir una institucionalidad capaz de mediar y mitigar la conflictividad. De ello dependerá que podamos seguir transformando nuestra riqueza natural en desarrollo inclusivo.

Publicado por Diario Gestiòn (29 de Abril de 2013)