El futuro del planeta

 

AUTOR: PAUL KRUGMAN

 

Ya tenemos una idea bastante aproximada de lo que veremos en la cédula de votación en noviembre: Hillary Clinton, casi con seguridad (después del reventón de Carolina del Sur, los mercados especulativos le otorgan 96% de probabilidad de que ganará la nominación del partido Demócrata), y Donald Trump, con altas posibilidades (actualmente, 80% de probabilidad de obtenerla en el partido Republicano). Aun si ocurriera una gran sorpresa en lo que resta de las elecciones primarias, ya sabemos muy bien qué estará en juego: el futuro del planeta.

¿Por qué digo esto? Es obvio que la polarización partidaria en política ambiental se ha profundizado. Hace solo ocho años, el candidato republicano Jhon McCain, cuya plataforma electoral incluyó el planteamiento de un sistema de comercio de derechos de emisión- que restringe las emisiones de gases de efecto invernadero (GEF) pero autoriza la compraventa de permisos de contaminación-.

Desde entonces, sin embargo, la negación de la ciencia del clima y la oposición a cualquier cosa que pudiera prevenir la catástrofe se han convertido en pilares esenciales de la identidad republicana. Así que la decisión que los votantes tomarán este año será más decisiva que nunca.

Pero esa polarización en sí misma no será suficiente para hacer de este un año crucial. Después de todo, no haría mucha diferencia si se elige a un presidente que esté a favor del medio ambiente si no estuviese en capacidad de alejarnos del precipicio. Y lo cierto es que considerando la regresión republicana y su control casi total de la Cámara de Representantes, hasta una abrumadora victoria demócrata probablemente no crearía un entorno político en el que cualquier propuesta como la de McCain pueda ser aprobada por el Congreso.

No obstante, el próximo presidente no necestará que se apruebe toda una legislación sobre el tema para que se logre un gran avance en pos de salvar el planeta. Es que el notable progreso en la tecnología energética nos ha colocado en una posición en que la acción ejecutiva -normas emitidas por el Gobierno Federal basadas en la legislación existentes- puede obtener grandes logros. Todo lo que se necesita es un Ejecutivo dispuesto a tomar tal acción, y una Corte Suprema que no se interponga en su camino. La elección de este año determinará si esas condiciones se mantendrán.

Mucha gente, incluyendo algunos que deberían saber más, todavía parece no estar al tanto de la revolución de las energías renovables en curso. Hace poco, Bill Gate declaró, como lo ha hecho muchas veces en los últimos años, que necesitamos un "milagro energético" -una suerte de descubrimiento tecnológico sorprendente- que sirva de contención al cambio climático.

El asunto es que ya tenemos ese milagro: el costo de la electricidad generada por el viento y el sol ha caído dramáticamente, mientras que los costos de almacenaje, cruciales para que las energías renovables sean competitivas con la convencional, continúan disminuyendo.

El resultado es que estamos a pocos años de un mundo en el que las fuentes de energías sin carbono podrán reemplazar mucho de nuestro consumo de combustibles fósiles a un costo bastante modesto. Es verdad que los republicanos siguen repitiendo robóticamente que cualquier intento de limitar las emisiones de GEF "destruirá la economía". Pero a estas alturas esas afirmaciones son absurdas. Tanto en el aspecto técnico como económico, sería fácil de obtener drásticas reducciones en las emisiones de GEF. Todo lo que se necesitaría para hacerlo serían políticas ambientalistas moderadas. Como economista partidario de la lucha contra el cambio climático, tengo que decir que lo mejor sería que tales políticas tomasen la forma de un sistema integral de comercio de derechos de emisión o impuestos al carbono, lo cual proveería de incentivos para reducir las emisiones en toda la economía.

Pero algo como el Plan de Energías Limpias del Gobierno de Barack Obama, que plantea usar regulaciones flexibles impuestas por la Agencia de Protección Ambiental sobre los mayores emisores, debería ser suficiente para situarnos camino a la meta.

Y como ya mencioné, no se necesitará legislación nueva, solo un presidente dispuesto a actuar y una Corte Suprema que no sacrifique el planeta en nombre de una ideología conservadora. Es más, del Acuerdo de París (alcanzado a fines del año pasado) se desprende que si Estados Unidos avanza en la acción climática, buena parte del mundo lo seguirá.

No sé si a ustedes, pero a mí esta situación me pone muy nervioso. Cuando las perspectivas de una acción efectiva parecían remotas, una profunda desesperanza me mantenía cómodamente adormecido -no sabía qué iba a pasar, así que seguía con mi vida-. Si bien ahora la salvación está a nuestro alcance, todavía es muy posible que nos las arreglemos para salir derrotados. Y este es, de lejos, el asunto más importante, mucho más que temas como el cuidado de la salud, la reforma financiera y la desigualdad.

Así que durante esta elección voy a estar comiéndome las uñas. No hay duda que tendremos abundante entretenimiento, considerando el circo que está teniendo lugar en uno de los bandos. Pero no olvidaré que lo que está en juego es enormemente serio. Ustedes tampoco deberían olvidarlo.

Publicado por: Diario Gestión (02 de Marzo del 2016)