EL MITO DE VICHAMA: LA HISTORIA DEL ENFRENTAMIENTO ENTRE EL SOL Y PACHACÁMAC

 

Durante el Vichama Raymi se escenificó el mito fundacional de la ciudad agropesquera de la civilización Caral. Así, propios y extraños, conocieron la historia de los primeros hombres que pisaron el actual distrito de Végueta (Huaura, Lima).

 

Historia que se representa para que las raíces ancestrales no se pierdan en Vichama

 

Andy Marquiño

Se observan, sienten y sufren. Se palpan. El primer varón y la primera mujer se conocen. Se miran, se atraen, se complementan. No hay palabras. El lenguaje no verbal los obliga a danzar y acariciarse para conocerse. Con el tiempo, todo escasea y se alimentan de raíces. El varón sucumbe y muere. La mujer se sobrepone y arranca las últimas raíces para alimentarse. Se pone de pie y sobrevive.

“¡Ay, mujer!, cuantas veces has sido más fuerte que el hombre”, se oye como un susurro del cielo. La mujer ruega y le implora a los dioses para que no la dejen sola en tierras estériles. ¿Por qué tanta muerte y tanta hambre?, se lamenta.. De pronto, el dios Sol se avecina, la abraza, se marcha. Al cuarto día da a luz a un niño. Es el símbolo de la alegría en medio de la sequía.

“Para qué vino el sol”, pregunta Pachacámac el creador. No entiende por qué el dios Sol dejó a su hijo en sus dominios. “Querrá hacerme sombra”, se cuestiona, se molesta, actúa. Pachacámac le arrebata el bebé a la mujer y, respondiendo a sus plegarias, decide darle alimento a cambio de la sangre de su hijo.

Y fue así que de los dientes del difunto germinaría el maíz; de sus huesos nacerían las yucas; de su carne los pepinos y pacaes. Desde ese momento no hubo hambre ni necesidad alguna, por lo que al dios Pachacámac se le debe la fertilidad de la tierra, el sustento y los dulces frutos. Sin embargo, a la madre no la consoló la abundancia. Cada fruta era un testigo de su agravio.

Sola y destruida por la muerte de su hijo, sus lamentos fueron escuchados por el Sol. El dios retorna para vengarse de Pachacámac, quien se ocultó de sus rayos de luz. De esa travesía la mujer volvería a quedar embarazada. Al quinto día nacería Vichama.

Vichama, el semidios

“Yo te cuidaré durante el día y otros dioses de noche”, jura el dios Sol. Vichama, señor de los pescadores, amo y señor de Végueta, crece rápido y es fuerte como su padre, y, para demostrarlo, decide recorrer Végueta y el mundo.

Mientras tanto, Pachacámac está furioso por la osadía del dios Sol y busca a Vichama. No lo encuentra y desata su furia contra la madre, enviándole unos gallinazos para que se la coman.

Vichama regresa y la encuentra tirada en la tierra. Su madre está muerta. Desesperado le pide ayuda al dios Sol, su padre, para que le devuelva la vida.

'Vichama, tu madre está viva', sopla el dios Sol, que al no poder vengarse del dios creador, convierte en piedras, rocas, huacas, cerros e islas a todas las criaturas creadas por Pachacámac.

Como escarmiento, el Sol crea seres nuevos: hombres y mujeres pueblan nuevamente la tierra. Las características de estos nuevos seres se engloban en huevos de oro, plata y cobre.

Del huevo de oro salen los hombres y mujeres libres guiados por el amor. Del de plata, la mujer de la divina concepción que poblará todo el territorio con gran maestría. Y, el de cobre, los hombres y mujeres que vivirán en armonía con la naturaleza y el cosmos.

Desde entonces, esta zona costera adora a las huacas, cerros e islas. La representación del mito es un esfuerzo por transmitir la historia a las nuevas generaciones, para que recuerden sus raíces y estas no se pierdan en el olvido, que tanto daño hace a la identidad social.

 

Publicado en La República, 30 de agosto del 2016