EL NIÑO Y LA RECONSTRUCCIÓN

 

El propio Niño, la pérdida del empuje minero y el efecto Odebrecht amenazan con desacelerar nuevamente nuestra economía.

 

 

JAVIER PORTOCARRERO
Director Ejecutivo CIES


Hasta ahora el Niño 2017 ha dejado cerca de 90 muertos, 20 desaparecidos, 350 heridos y 121 mil damnificados. Según INDECI, 13,000 viviendas fueron destruidas y 14,500 quedaron inhabitables. Otras 137,000 sufrieron diversos daños, elevando el total de afectados a 742,000 habitantes, un 2.4% de la población. Macroconsult estima los daños en US$ 3,100 millones (1.6% del PBI, tres cuartas partes debido al colapso de carreteras y viviendas); y calcula un efecto negativo de medio punto sobre el crecimiento económico del 2017, sobre todo por las pérdidas de producción agraria.

Desde el segundo semestre del año 2012 muchos vaticinaban la inminencia de un mega Niño. El lobo no vino en los cuatro veranos siguientes, y ya nadie creía en él, hasta que nos agarró por sorpresa este 2017. En febrero, los limeños desde Asia hasta Ancón disfrutaban de un mar mucho más caliente que lo normal. De pronto, a mediados de marzo sobrevino el diluvio. A mí me agarró ese martes 14 en la noche trujillana, donde aterrice en medio de una llovizna que luego devino en aguacero. Los empleados del hotel lucharon hasta la madrugada por mantener a raya las aguas.

Así, en contraste con los mega Niños de 1982-83 y 1997-98, el actual se ha presentado de manera súbita, y duraría menos, pues se disiparía conforme avance el otoño, aunque nadie lo sabe a ciencia cierta. Otra diferencia clave es el contexto macroeconómico: en 1983 y 1998 estábamos en medio de crisis internacionales, con un fisco escuálido y escasez de divisas. Hoy el Tesoro Público tiene dinero, el Banco Central dólares, la deuda es baja y los precios de exportación se están recuperando un 10%.

Sin embargo, el propio Niño, la pérdida del empuje minero y el efecto Odebrecht amenazan con desacelerar nuevamente nuestra economía. Por ende está cantada la necesidad de incrementar la inversión pública. Dado que hay dinero, así como capacidad ociosa en la construcción, los cuellos de botella serían el buen diseño de los proyectos y la capacidad de ejecución del Estado.

¡Tenemos que construir decenas de miles de casas para los damnificados! Uno de los instrumentos que se podría promover es el crédito hipotecario. En nuestro país, este último alcanza solo un 6% del PBI, con tasas de interés de 8.9% en soles y 7.8% en dólares, alrededor del doble que en Chile, que muestra un mercado mucho más profundo.

Además, el acceso de los sectores populares al crédito hipotecario se dificulta no solo por el bajo ingreso, sino también por la elevada informalidad, que obstaculiza la acreditación de garantías y de ingresos permanentes. Los diversos productos de MI Vivienda contribuyen a una mayor cobertura, pero su escala no es tan grande: en 2016 desembolsaron 8 mil créditos por un equivalente a US$ 259 millones, un 2% del crédito hipotecario total. Entonces, hay que buscar mecanismos que amplíen la cobertura y disminuyan los costos para los usuarios.

 

Publicado en Gestión, 28 de marzo de 2017