PERSONAJES

LA LUZ DEL CAMINO

 

En momentos en que denuncias concretas ponen en tela de juicio la integridad de algunos personajes, ejemplos de vida como el del sacerdote Luis Bolla y su paciente trabajo con las comunidades nativas achuar sirven para marcar el auténtico derrotero de la fe.

 

 

CÉSAR CHAMAN

En momentos en que denuncias concretas ponen en tela de juicio la integridad de algunos personajes, ejemplos de vida como el del sacerdote Luis Bolla y su paciente trabajo con las comunidades nativas achuar sirven para marcar el auténtico derrotero de la fe.

A estas horas del viernes 12 de mayo, el padre Luis descansa para siempre bajo la cama donde dormía, en vida, en la capilla que le ayudaron a construir los nativos de la comunidad de Kuyuntsa, en el extremo noroeste de la región Loreto.

Esta semana, su cuerpo misionero, embalsamado, surcó por última vez los ríos de la selva, cerca de la frontera con Ecuador. Y ocupa hoy la tumba sencilla que le hicieron los fieles indígenas debajo de la cama, tal como manda la tradición del pueblo achuar para emprender el viaje eterno.

Al padre Luis lo bautizaron dos veces. Primero, cuando era chico, con el nombre de Luis Bolla Sartori, en Schío, su pueblo natal en la provincia italiana de Venecia. Y años más tarde, cuando ya era un sacerdote en medio de la selva, los nativos le asignaron un nombre simbólico casi una idea que sintetiza el espíritu de su obra en las provincias de Alto Amazonas y Datem del Marañón: padre Yánkuam o simplemente Yánkuam, término achuar que en castellano significa 'estrella del atardecer', 'luz del camino'.

VOCACIÓN

El sacerdote salesiano Vicente Santilli reconstruyó la trayectoria misionera del padre Luis y la ha publicado en forma de libro, con el título de Las aventuras de Yánkuam, padre Bolla.

A partir del libro póstumo de Luis Bolla, Memorias, y de testimonios recogidos en Italia, en Lima y en la selva peruana, el biógrafo propone un relato que, sin estar exento de valoraciones, da cuenta minuciosa de toda una vida dedicada a la evangelización del pueblo achuar.

Antes de llegar a Lima en 1984, el padre Bolla trabajó en Ecuador con comunidades achuar asentadas en el sureste de ese país. Pero luego tramitó su traslado al Perú para acercarse a los achuar del lado peruano, el bolsón más significativo de la etnia.

Fue entonces que se adentró en la inmensidad de Loreto y pasó 17 años sin tener contacto con ningún otro miembro de su orden. Fue un tiempo suficiente para que el padre Yánkuam se hiciera un nativo más, para efectos de la vida cotidiana. Vestía el tradicional itip con que los varones achuar se cubren el cuerpo de la cintura para abajo; usaba la corona de plumas y la faja de colores en la cabeza que distingue a los miembros de la comunidad, y se pintaba la cara como un indígena cualquiera.

Aprendió la lengua achuar y con ella oficiaba misas para que todos entendieran el mensaje. Nunca intentó imponer sus creencias y debió trabajar con paciencia nueve años hasta bautizar al primer achuar cristiano en Datem del Marañón.

 


 

AMIGO DE LA TIERRA

Más aún, Yánkuam hizo suyas las preocupaciones del pueblo achuar respecto a la tierra: el misionero se enfrentó a un grupo de narcotraficantes colombianos que intentaron instalar en los alrededores de Kuyuntsa y Pankintsa el cultivo de la coca ofreciendo precios altos por la hoja cosechada; advirtió en sus sermones sobre el peligro que representaba la explotación petrolera descontrolada en la región, por su impacto negativo sobre la lora y la fauna, y denunció la presencia de madereros ilegales coludidos con algunos dirigentes locales que no alcanzaban a entender las consecuencias de la deforestación. Dinero para hoy, miseria para mañana, repetía el padre Yánkuam: "Sus nietos los maldecirán".

Por todo ello, fue denunciado, acusado de espía y politiquero, y en alguna ocasión debió presentarse a declarar en un cuartel militar en el poblado loretano de Barranca. Además, convencido de que era lo correcto, también se opuso a las iniciativas de control de la natalidad y los métodos anticonceptivos.

MISIONERO VITAL

"Desde su adolescencia, Luis Bolla quiso ser misionero", recuerda Vicente Santilli. Cuando ingresó en el noviciado en Venecia, para estudiar filosofía, daba largos paseos por las laderas de los Alpes y los tomaba como entrenamiento para futuros encargos de evangelización. "En realidad, él quería ir a la India, pero no le salía el permiso".

Una mañana, promovido ya a educador en la isla de San Giorgio y cansado de esperar el visto bueno para partir de Italia, aprovechó que un superior mayor de la orden salesiana visitaba su comunidad y se animó a hablarle sin intermediarios. "Yo no diría que fue un acto de indisciplina, sino una demostración de viveza", comenta el padre Vicente. Días después, Luis Bolla recibió la autorización para su primera misión; pero no iría a la tierra de la opulencia, los últimos maharajás y la miseria, sino a… Sudamérica. Era 1953.

En total, sumando los años que pasó en Ecuador y los que vivió en el Perú, el padre Yánkuam dedicó a la evangelización del pueblo nativo prácticamente sesenta años. Tradujo a la lengua achuar el Nuevo Testamento, escribió textos en achuar para organizar el conocimiento ancestral y no dudó en incorporar usos indígenas al ceremonial católico. No era raro que el padre Bolla cerrara la misa compartiendo masato con los fieles que lo acompañaban en su umpac, la pequeña capilla convertida en casa de esperanza.

En el 2013, Yánkuam llegó a Lima para un retiro espiritual con sus compañeros salesianos. La mañana del 7 de enero sufrió una caída, como consecuencia de una isquemia, de cuyas lesiones ya no logró recuperarse. Un día antes del accidente, el padre Luis escribió en un pedazo de papel: "Lo creo, mi Señor, quédate siempre conmigo y con todos los hombres y mujeres del mundo".

Al morir, el cuerpo del sacerdote fue embalsamado: para todos era natural que en el algún momento sería reclamado por sus fieles achuar, por la selva que lo vio vivir, orar y obrar. El sábado 6 de mayo, Yánkuam partió hacia Kuyuntsa, para iluminar otros caminos.

 

 

OBRA ABIERTA

Confío en que haya muchos otros que se dediquen a reunir abundante material y preparar nuevos escritos sobre Yánkuam, afirma el padre Vicente Santilli, en el acápite de conclusiones de su libro biográfico Las aventuras de Yánkuam. "Es conveniente y urgente reunir los testimonios de los achuar que han vivido largos años a su lado y que por él recibieron la gracia de la Palabra que ha cambiado sus vidas. Estoy seguro de que leyendo sus escritos y los testimonios de tantas personas que lo han conocido brotará en muchos jóvenes el entusiasmo y la voluntad de seguir su camino: continuar la obra de la evangelización ad gentes por él empezada, como personas consagradas o simplemente como voluntarias misioneras laicas".

 

Publicado en Variedades, 12 de mayo de 2017