HUACACHINA, REGIÓN ICA

CALMA Y EUFORIA

Una oportunidad para desconectarse del estrés citadino y sintonizar con la adrenalina del deporte de aventura. Eso es lo que ofrece al viajero el destino Huacachina, el oasis más importante de América.

 

 

ROLLY VALDIVIA

Estás cansado de la rutina y sus bostezos madrugadores. Ya no aguantas a tu jefe, siempre malhumorado, y a ese 'compañero' de trabajo que hace lo imposible por serrucharte el piso. Estás aburrido del menú con sus lentejas de los lunes, de los viajes de sardina en el Metropolitano y del desorden callejero que alarga el final de esa jornada repetidamente agitada.

Pinceladas del estrés urbano que abruma. Retazos de esa vida cotidiana de la que quisieras escapar este in de semana o el próximo feriado largo. Salir para cambiar de aire y conocer un poquito más de ese Perú que todavía te es ancho y ajeno. Y al final, tal vez por falta de rebeldía, terminarás por recorrer las calles de tu barrio y los pasillos de tu casa.

Es muy caro, dirás. "Es peligroso", "Mis hijos están muy pequeños", "Mis amigos no me quieren acompañar", repetirás a modo de excusa, y, para terminar de convencerte o engañarte, te prometerás como tantas otras veces que para la próxima planificarás tu escapada con semanas de anticipación. Mientes. Y con tus palabras trazas un círculo vicioso en el que encierras todas tus vivencias y aventuras postergadas.

Pero tus dudas y temores se disiparán cuando termines de leer esta crónica con aspiraciones de tratamiento contra el estrés y, a la vez, una invitación para acabar con la presión que te agobia. Desde esa perspectiva es que nos atrevemos a sugerirte un destino de arena y viento, de calma y euforia, donde tu descanso no será interrumpido por el desesperante chillido de una alarma.

Tampoco tendrás que desayunar a la desesperada, quemándote los labios con cada sorbito de café. Todo lo contrario. Despertarás alegre de sol para dirigir tus pasos sin prisas, sin atolondramientos, sin ser una sardina en el bus hacia un oasis en el que te morirás de la risa al recordar los berrinches del jefe y los arranques traicioneros de ese colega que no encuentra la manera de ocupar tu puesto.

Y en ese destino que también es pisco, vino y adrenalina, las lentejas de los lunes son reemplazadas por un picante de pallares verdes con asado, contundentes manchapechos (carapulca y sopa seca) y adictivas tejas, mientras que los zarandeos de las combis se sustituyen por las acrobacias de los potentes tubulares que conquistan y dominan las ondulaciones del desierto.

Aquí, a diferencia de las jornadas asfixiantes de todos los días, compartirás la mayor parte del tiempo con tus seres queridos, los amigos entrañables o el amor de tu vida. Ellos serán los principales protagonistas de la historia que tu naciente o renovada inquietud aventurera empezará a escribir 'juntito a la Huacachina', donde, contradiciendo la letra de la escuchadísima polka, nadie te mirará con mala gana.

Amor de sirena

De lo que no quedan dudas y este cronista antiestrés lo dice por experiencia propia es que después de disfrutar de los encantos de la laguna, asumirás como un dogma el 'yo me muero de amor por ti' que completa la composición, cuyo origen y sentido genera más de una polémica, tanto en lo referido a su autoría (es atribuida a más de un creador) como en su verdadero sentido y propósito.

Hay quienes creen que la canción no hace referencia al oasis de aguas verde esmeralda localizado a cuatro kilómetros de Ica, el valle agroexportador, la ciudad que germinó en el desierto. Qué importa. Verdad o mentira, igualito serás conquistado por la arena, las palmeras, las dunas, el solcito querendón y, claro, también por esa leyenda que relata el amor de una muchachita linda y un guerrero valiente.

Un cariño sincero que por la perversidad del destino se convertiría en desgracia, cuando ella recibió la noticia de que su amado había muerto en el campo de batalla. La muchacha lloró infinitamente y decidió que jamás volvería a relacionarse con un hombre. Un día, al darse cuenta de que un caballero se acercaba, se desesperó, corrió, decidió a lanzarse a la laguna que sus lágrimas habían formado.

No debió hacerlo. Aquel extraño era el guerrero valiente, su guerrero valiente. Él quiso evitar la tragedia, pero su esfuerzo fue inútil. Lejos de un campo de batalla perdería la lucha más importante de su existencia. Pero el drama no termina allí. Se cuenta y se asegura que la muchacha se convertiría en sirena y que en las noches de luna nueva, emerge de las aguas para llorar su pena eterna.

Y si bien nadie la ha visto ni escuchado, no es mala idea utilizar este argumento como mentirita piadosa para esperar el amanecer en uno de los bares o restaurantes de la Huacachina. Fin de fiesta de una travesía rompe-rutinas donde la sinuosidad de las dunas se convierte en el escenario perfecto para sentir la velocidad y el empuje de los tubulares, esos vehículos que convierten al desierto en una montaña rusa.

Vértigo en la arena

Motor encendido. Abrocharse los cinturones. Velocidad, vértigo, emociones entre brincos en los cerros de arena. El tubular se detiene. El conductor reparte unas tablas. Los pasajeros las reciben, dudan, varios se animan. Lección de sandboarding, ese deporte de acción que es algo así como surfear en el desierto. Y a la cuenta de tres. Descenso. Parados, sentados o echados. Todo vale, menos no disfrutarlo.

Una experiencia liberadora en Ica, donde los días desconocen de tensiones y tu única preocupación será pasarla bien con la familia, los amigos de siempre o, tal vez, con nuevos amigos, porque juntito a la Huacachina siempre habrá alguien que te mire de buena gana y, quién sabe, termine muriéndose de amor por ti.

Alternativa

➔ Ica se ubica 304 km al sur de Lima. Desde la capital, hay servicio de buses todos los días y a toda hora. El viaje dura de 4 a 5 horas.
➔ En los alrededores de Huacachina hay un buen número de restaurantes y hoteles.
➔ Niños, jóvenes y adultos pueden realizar las distintas actividades turísticas que se desarrollan en la laguna y en las dunas.

Experiencia ampliada

Turistas de distintas nacionalidades visitan Huacachina, que se ha convertido en una especie de punto de encuentro para viajeros, en especial mochileros que recorren el Perú. Aproveche su visita a Ica para conocer las bodegas de pisco y vino que se encuentran en este valle. Durante el recorrido conocerá los procesos de producción y catará las diferentes bebidas. Desde Ica puede visitar la Reserva Nacional de Paracas (Pisco) o prolongar su experiencia aventurera hacia Palpa y Nasca, donde los antiguos peruanos trazaron impresionantes petroglifos y geoglifos.


Publicado en Lo Nuestro, 05 de julio del 2017