RECAUDACIÓN, DÉFICIT FISCAL Y DEUDA PÚBLICA

 

 

César Peñaranda Castañeda

Economista

Dos instrumentos potentes de la política económica son la política tributaria y la fiscal, la primera define en gran medida la recaudación de impuestos, mientras que la segunda esencialmente la asignación de estos recursos vía gasto corriente o de capital hacia actividades fundamentales como la salud, educación, justicia, seguridad e infraestructura y servicios públicos, en general.


Los impuestos a recaudar son una transferencia de ingresos y utilidades de las personas y empresas al sector público que podrían estos utilizarlos en consumo e inversión o por último ahorrarlo; por ello, la alta responsabilidad del Ejecutivo en sus tres niveles, nacional, regional y local., de darle un eficiente y eficaz uso a los ingresos fiscales. Además, el gasto público es un mecanismo importante para propender a una mejor distribución de oportunidades.


En este contexto, la recaudación se torna en un factor clave para la estabilidad macroeconómica pues con base en ella se podrá atender el presupuesto público previsto. La relación entre esta y el producto bruto interno, PBI, se conoce como presión tributaria, PT, que para una economía como la peruana puede estar en el entorno al 20%; como referencia Chile está en 19%, Costa Rica 23% y Argentina en 31%. En lo que va del siglo XXI, la presión tributaria del país pasó de 13% en el 2000 a 16.4% en el 2007 y se mantuvo alrededor de ese nivel (salvo en el 2009/10) hasta 2014, incluso alcanzó 16.9% en el 2012, para caer los años siguientes y llegar a 12.9% en el 2017, lo peor del periodo comentado salvo en el 2002 (12.7%). Esto como resultado –que no obstante un crecimiento leve del PBI- la recaudación creció bastante menos e incluso se redujo.


El efecto de la evolución de la PT impacta en el resultado económico del sector público que ha estado arrojando creciente déficit fiscal, desde el 2014 que fue de apenas 0.3% al 2017 que llegó a 3% y se prevé suba a 3.5% este año, lo que deja cuesta arriba poder cumplir con el compromiso de bajarlo a 1% en el 2021. Para cubrir este saldo negativo de las cuentas fiscales se debe recurrir a los ahorros públicos, a deuda pública o a ambas como en nuestro caso.


Los ahorros después de continuas alzas desde el 2010 y que alcanzaron US$ 15,100 millones en el 2016, han descendido a US$ 9,100 millones en el 2017. Por su parte, la deuda pública –que en términos del PBI había llegado a 20.1% en el 2014- empezó a subir hasta alcanzar 24.5% en el 2017 y se estima suba a 26.2% este año, con una clara tendencia hacia el límite legal actual del 30%. La deuda pública percápita pasó de S/ 3,449 a 5,398 entre el 2012/17, un incremento de 57% en 5 años.


Claramente, este escenario debe controlarse pues de ninguna manera se puede perder la estabilidad fiscal que, conjuntamente con la monetaria, ha mantenido la estabilidad macroeconómica lograda hasta hace 27 años permitido lograr la calificación de grado de inversión y sustentar el crecimiento económico del país con una sustancial reducción de la pobreza. Por cierto, la estabilidad macro es necesaria, pero no suficiente para aspirar alcanzar una tasa alta del PBI de manera sostenida, se requiere además y de manera prioritaria el incremento permanente de la productividad. Varias acciones deben realizarse en el campo fiscal, en especial una reforma integral de la política tributaria que permita revertir la caída de la recaudación y propender a una PT del 20%, a la par con una reforma del Estado en busca de una organización más chica, pero mucho más eficiente y eficaz, como se señaló al inicio.

Publicado en Gestión, 12 de febrero de 2018