EN BUSCA DE LA CONFIANZA PÉRDIDA EN LA EMPRESA


Los recientes sucesos de corrupción en el ámbito político que han asomado en el país involucran a diversas empresas, a veces como agentes activos, otras como pasivos.

No hay que olvidar que la corrupción implica siempre no menos de dos actores: quien pide y quien da, quien ofrece y quien recibe. Si además de esto se añaden algunos casos de malos, defectuoso o deficientes productos, publicidad engañosa, fraudes internos, es evidente que la empresa, al igual que la sociedad, padece el flagelo de la corrupción. Y esto hace quedar bastante mal parada a la institución empresarial, embarrando inoportunamente a muchas empresas o empresarios que anónimamente hacen un buen trabajo, serio y honrado.

El Barómetro de Confianza de Edelman 2017, publicado por Corporate Excellence, destaca que la confianza en las instituciones (empresas, medios de comunicación, Gobierno y ONG) ha caído tres puntos. El 75% de los países desconfía del Gobierno, y el 82% de los medios de comunicación. Por primera vez, la confianza de la ONG cae a un nivel similar que la confianza en los negocios.

Los tres atributos más importantes para construir confianza en una empresa son: tratar bien a los empleados, ofrecer productos y servicios de alta calidad y escuchar a los clientes, señala este informe.

Analizando posibles causas de las actitudes no éticas, es evidente que la priorización absoluta del beneficio a corto plazo motiva una avasallor enfoque que desplaza a todo aquello que puede memarlo: la vedad, el bien, la belleza, se relativizan, y se pone todo al servicio de este lucro voraz. Aún cuando muchos empresarios saben tener otras prioridades, y valores bien adheridos, en algunas circustancias concretas las decisiones suelen ir por ese camino: se puede dejar llevar por un mal consejo, la prisa, la pereza y hasta la cobardía para el buen actuar. El papa Francisco nos dijo en Lima: "La corrupción es evitable y exige el compromiso de todos".

Pero no se piense que el actuar ético implique menores ganancias: hay que mirar el largo plazo, y entonces la perspectiva es diferente. La sostenibilidad requiere la actuación honesta.

Los sucesores recientes, generados por unos pocos, causan un gran daño a la reputación de la institución empresarial: pérdida de confianza. Recuperarla no es fácil, y no basta con aisladas acciones sociales o apadrinar proyectos sociales. Hay que fortalecer tres grandes áreas vulnerables en las que una pequeña pero insidiosa corrupción daña mucho la reputación empresarial: la calidad integral de los productos o servicios ofrecidos, la publicidad y el trato al personal.

Los productos deben ser mejorados constantemente y la publicidad debe estar acorde con lo que se ofrece. Si algún producto sale defectuoso, hay que reconocerlo con hidalguía, corregir y aprender del error. Es preciso exigir que la publicidad se haga con seriedad y respeto, que se diga con la verdad, sin dar gato por liebre.

En el trato con el personal se deben dejar de lado los discursos para actuar con veracidad, justicia y sentido común: ¿cómo son los servicios higiénicos o el comedor?, ¿cómo se trata en caso de despido?¿se sentiría usted cómodo? Siempre hay que actuar con veracidad, aunque cueste; con justicia, aunque duela; con nobleza, aunque sorprenda. No se deje engañar; el mejor ranking se lo hará su conciencia, con criterio y al desnudo.

Y no hay que olvidar que la confianza se genera escuchando con atención y ganas de interiorizar, y actuando en consecuencia. Así, con estas conductas, como hay tantas, a Dios gracias, anónimas pero eficaces, se restablece la buena reputación de la empresa y los empresarios.

Publicado en Gestión, 26 de febrero del 2018