RECUPERANDO EL CENTRO HISTÓRICO DE LIMA

ENRIQUE BONILLA
DIRECTOR DE LA CARRERA DE ARQUITECTURA DE LA U. DE LIMA

Un centro histórico deteriorado, como el nuestro independientemente de pequeñas acciones, requiere de grandes proyectos para su recuperación. Uno de ellos es la recuperación del río Rimac y su entorno.

Ya desde el lejano 1987, cuando se formuló el primer plan del centro de Lima, era uno de los proyectos fundamentales para iniciar cualquier tipo de recuperación, y así ha sido recogido por los diversos documentos que contienen estudios y propuestas al respecto: Reglamento de Administración del Centro Histórico de Lima, Plan Maestro del Centro Histórico de Lima, Gran Parque del Río Hablador, hasta el Proyecto Río Verde.

Más allá de matices y diferencias, todas apuntan hacia el hecho de recuperar el río y devolverlo a lo que fue históricamente: el espacio de verdor que acompañaba la ciudad con sus alamedas, como la desaparecida Alameda de Acho.

Recuperar el Río Rimac, su cauce y sus orillas, es devolverle al Centro Histórico esa base paisajista que tanto necesita y que le permitiría respirar.

El año pasado, después de la emergencia del llamado Niño costero, quedó claro que el proceso de "reconstrucción" era en realidad el de una construcción nueva, debido a que, en vista de tantos errores, tenemos la obligación de hacer bastantes replanteamientos.

No construir en quebradas, ni en cauces ni ríos, ni en franjas marginales de estos, ya debería ser norma luego de la experiencia de un fenómeno climático como el que padecimos en el no muy lejos verano del 2017.

Por eso es que llamó mucho la atención que la primera acción del Gobierno luego del compromiso de emprender acciones correctivas, fuera la noticia del cambio de zonificación para permitir la edificación de viviendas en ese sector. No es un sitio adecuado desde el punto de vista técnico, porque está conformando por suelos constituidos por rellenos pocos compactos, con mucha basura y además vulnerables ante una crecida del río.

Tengamos en cuenta de que por muy alto que nos haya parecido el caudal del Rímac el año pasado, ha llegado un poco más de la mitad de las avenidas histórico que se tienen registradas.

Insistir en mantener la ocupación actual es condenar a una población que ya ha sufrido un incendio de grandes proporciones, a una situación de permanente inseguridad y nada recomendable.

Esto lo saben muy bien los técnicos que hoy están en el Gobierno y en el propio Ministerio de Vivienda.

No trasladar a la población que actualmente ocupa una forma precaria esa "isla" urbana que es Cantagallo, encerrada entre el cauce del río y la autopista de la Vía de Evitamiento y ahora la Línea Amarilla, es un error.

Desde el punto de vista urbano, es evidentemente el lugar menos indicado para desarrollar viviendas, porque su aislamiento del tejido urbano producirá un fenómeno de "guetización" y de deterioro social.

Si se dispone de recursos, como se ha ofrecido, para dotar de servicios básicos a la población, además de bonos de Techo Propio para la construcción de viviendas, ¿no debería el Estado, con algo de imaginación, emprender una acción de renovación urbana y buscar o adquirir suelo en sitios vecinos como Barrios Altos o el Rímac y trasladar allí a la población afectada?

Un proyecto piloto de renocación urbana, como lo fue en su momento el programa de viviendas desarrollado en Martinete, sería una acción concreta que permitiría, por un lado, que Cantagallo sea ese parque que el área central tanto necesita y, por otro, que unos pobladores afectados hoy por la precariedad puedan alcanzar viviendas dignas e integrarse plenamente a la ciudad, contribuyendo activamente a la recuperación social del Centro Histórico, que es el principal objetivo de toda política de recuperación urbana.

Publicado en Gestión, 3 de julio del 2018