EL GURÚ

EN TIEMPOS DE URGENCIA, LA REFORMA LABORAL ES IMPOSTERGABLE

JULIO LUQUE
PRESIDENTE DE IPAE, ACCIÓN EMPRESARIAL

Todos entendemos que un país en el cual solo uno de cada cuatro trabajadores tiene un contrato formal no es viable.

Nos queda claro que no podemos construir una nación cuando menos del 10% de trabajadores paga impuesto a la renta. Sabemos que nuestro sistema de protección social es una realidad una burla, ya que solo el 13% de nuestra PEA puede aspirar realistamente a recibir una pensión durante su vejez. Lo más grave es que conocemos también cuál es la causa de este descalabro y no existe la mínima intención de corregirla: una legislación laboral que penaliza y encarece la contratación por parte de empresas formales y productivas y que, al mismo tiempo, se convierte en la principal ventaja competitiva de los informales.

El problema comienza con el establecimiento de un sueldo mínimo que se dice es de S/ 930 mensuales. Falso. La verdad es que después de sumar gratificaciones, Essalud, CTS, vacaciones, asignación familiar y utilidades, el costo mínimo para una empresa por contratar un trabajador supera los S/1.500 soles mensuales. Es un error centrar el debate en si el monto es alto o bajo, pues el problema real se origina cuando la obligación de cumplir con el salario mínimo es solo para una minoría de empresas.

En aquellos sectores intensivos en personal, como los servicios o el comercio minorista, las empresas formales se ven obligadas a pagar sueldos que duplican los de su competencia informal.

La mayor productividad, las economías de escala, el poder de comprar y la mejor gestión en general no alcanzan para cubrir la enorme brecha que se genera en el costo laboral. La lamentable consecuencia es que se limita al crecimiento de las empresas grandes, modernas, formales y se impide de esta manera que millones de peruanos accedan a empleos de calidad, con derecho a vacaciones, a descanso posnatal, a pago por horas extras, etc. No es menor, además, la cifra de impuestos que se deja de recaudar por seguir protegiendo al sector informal con leyes que solo son de cumplimiento obligatorio para sus competidores, formales.

En segundo orden está el problema de la inflexibilidad, creado gracias a la antojadiza interpretación del Tribunal Constitucional que ha creado la estabilidad laboral absoluta allí donde ninguna ley la señala.

Son los propios trabajadores formales quienes están pagando las consecuencias de este absurdo fallo, pues -como se ha demostrado hasta la saciedad- lo único que se ha conseguido es el aumento exponencial de los contratos de trabajo a plazo fijo. Ha llegado la hora también de corregir esta barbaridad.

En el pasado hemos intentado solucionar el problema de la informalidad creando diversidad de regímenes especiales para microempresas, pymes, etc. Claramente han fracasado porque, por lo menos en materia laboral, siguen violando un principio básico: no son sostenibles los pagos de remuneraciones y beneficios que superan la productividad de un empleo. En un país en el cual se respetan las leyes, toda esta normatividad hubiese ocasionado la quiebra masiva de las pequeñas empresas. Como en el Perú el cumplimiento de la ley es opcional, todas estas empresas sobreviven manteniéndose al margen de la ley, arrastrándonos a todos con su baja productividad y privando a millones de peruanos de tener empleos dignos.

Ahora que el tema de las reformas está en boca de todos, sería bueno poner sobre el tapete aquella que es sin duda la más importante para el futuro de los peruanos: la reforma laboral. No es que tener senado o impedir la reelección de congresistas no sean propuestas importantes. Lo son, pero su capacidad para reducir la pobreza y generar más prosperidad para todos es ínfima cuando se compara con la creación de millones de empleos formales que produciría un nuevo marco laboral, que deje de promover la informalidad. Requerimos con urgencia políticos que se compren este pleito, cuyo real interés sea la calidad de vida de los peruanos en el medio y largo plazo y no las encuestas de opinión a la semana que viene o las próximas elecciones. Pero, para que esto ocurra, es necesario que toda la legión de analistas, comentaristas, periodistas y líderes de opinión en general que hoy exigen sentido con urgencia para la reforma política se pronuncien con la misma pasión e intensidad acerca de la necesidad de cambiar drásticamente una legislación laboral, que condena a la gran mayoría de peruanos a vivir con bajos ingresos, sin protección alguna, sin acceso a un crédito hipotecario para adquirir una vivienda; en resumen: sin una real posición de progresar.

Publicado en El Comercio, 17 de setiembre del 2018