Calculando las remesas

Por Luis Davelouis Lengua

En el 2007, según cifras del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), el Perú recibió alrededor de US$ 2.900 millones en remesas enviadas por los peruanos que radican en el extranjero, una cifra equivalente al 3% del PBI, al 40% de la inversión extranjera directa en el país y al 90% de la inversión que con un gran esfuerzo ha previsto realizar el Gobierno este año.

Entre el 2.000 – cuando eran US$ 716 millones – y el 2006, las remesas han estado creciendo de manera sostenida y vigorosa a un ritmo de 15% anual en promedio, pero el año pasado este flujo de ingresos que va principalmente para cubrir las necesidades de las familias pobres del país (90% de los envíos son usados por quienes los reciben para cubrir necesidades básicas) ha registrado una tasa de crecimiento de poco más del 8%, coincidiendo esta caída con el comienzo de la crisis financiera internacional.

¿Ironía del destino?

En general, como resultado de la desaceleración económica en los países más desarrollados – el destino preferido de los migrantes que buscan un mejor futuro –, es cada vez más difícil para los que migran encontrar un trabajo bien remunerado o, al menos, que les permita enviar remesas con la misma regularidad y por los mismos montos a los miembros de su familia que dejaron en su país de origen.

Si a ello se suma la depreciación del dólar que se ha originado con esta crisis internacional, el poder adquisitivo de las familias que reciben las remesas se ha reducido de manera muy importante. En el Perú, por suerte, al registrar la tasa de crecimiento de su economía más alta en la región y una de las más bajas, la pérdida del poder adquisitivo de quienes reciben las remesas ha sido de solo 16% en el 2007. En países con tasas inflacionarias más altas y apreciaciones más bruscas de la moneda local – como México o la India –, dicha pérdida ha llegado hasta el 25%.

Y puede ser peor. Según el Banco Mundial, si se asegura el precio del petróleo para medir el poder adquisitivo en los países que reciben remesas, en lugar de la inflación, el monto de cada remesa enviada debió duplicarse entre el 2004 y el 2007 para poder mantener el poder adquisitivo de cada envío realizado.

Por suerte, habría que decirlo, el Perú no es el país cuyos pobladores dependen de los envíos de remesas en la región. De los US$ 64.000 millones que llegaron a América Latina y el Caribe, el Perú apenas recibe el 4,5%. Países como El Salvador, a pesar de los magníficos resultados económicos que ha registrado en los últimos años, puede enfrentar un problema, pues las remesas pueden representar casi el 25% de su PBI.

Nuevos rumbos

La falta de empleos en algunos países desarrollados y la pérdida de valor del dólar han empezado a modificar las rutas migratorias de los latinos. Si bien la migración ilegal no permite tener cifras confiables, las tasas de inmigración hacia Europa se han incrementado. Para los peruanos, por ejemplo, España se ha convertido en un destino más atractivo que EE.UU., pese a la incipiente pero ya fuerte caída de su sector inmobiliario, además de la ventaja del idioma.

Por desgracia, para mercados pequeños como el Perú, incluso irse a Europa en busca de una moneda más fuerte puede no ser suficiente. Y es que cambiar euros a soles en la plaza limeña, de por sí la más grande del país, implica la realización de dos operaciones: de euros a dólares y luego a soles. Y es justamente esa doble operación y pérdida en el cambio lo que motiva a algunos cajeros de bancos recomendar a sus clientes cambiar sus euros en la calle, donde pueden obtener unos soles extra.

Uno de los mayores retos con los que se enfrenta la banca para canalizar los recursos de las remesas es darle mejores condiciones.
Hasta ahora se ha buscado bancarizar a quienes las reciben a través de productos que de otra manera no podrían obtener, cómo créditos hipotecarios y seguros de ahorro.

Sin embargo, con perspectivas poco auspiciosas en varias de las economías desarrolladas (en EE.UU. la tasa de desempleo está de subida, el crecimiento estancado y la inflación empieza a ser un problema), se esperaría que las instituciones bancarias no aten por mucho tiempo más sus productos a la recepción de remesas, pues cada vez hay menos certidumbre del monto y periodicidad de los envíos.

En ese sentido, para Hugo Perea, gerente de estudios económicos del BBVA Continental, lo más probable es que si la crisis se hace más severa, estos productos no desaparezcan, pero sí se encarezcan, reflejando con ello el incremento del riesgo que suponen estas operaciones.

Visión del peruano

Héctor Briceño era un empresario fabricante de muebles en el Perú que viajó a Japón acompañado por su esposa hace 19 años, empujado por la debacle económica de la década de 1980. No recuerda cuánto ganaba en el Perú “porque en esa época todavía se utilizaba el inti”.

“Cuando llegué ganaba US$ 3.800, pero en esa época el dólar costaba entre 30 y 35 yenes más que ahora y se podía hacer más horas y ganabas más yenes pero podías comprar menos dólares.
Ahora se trabaja menos horas, se gana manos y se puede comprar menos dólares a pesar de la caída porque, en el neto, estoy ganando US$ 500 menos”, comenta Briceño.

Desde que llegó a Japón ha tenido media docena de trabajos. Envía a su padre alrededor de US$ 300 todos los meses de manera electrónica y a través del Banco de Brasil que tiene un convenio con el Banco de Crédito. Enviar dinero desde Japón es, en algunos casos, muy caro. Por esos US$ 300 el envío puede costar hasta US$ 40 si lo realizara a través de un banco japonés. En Japón, el golpe de la crisis internacional no se ha sentido con tanta fuerza.

Otro peruano, Jorge Escalante, quien trabaja en una fábrica de piezas electrónicas en Nagoya, dice que “ya no hay tanto trabajo como había antes pero todavía hay”, aunque, eso sí, cada vez “las empresas japonesas prefieren contratar a chinos o coreanos porque les pagan menos que a un peruano; por eso, o manejas el idioma y eres joven o no lo haces”.

Europa va bien

En España y Europa en general, el panorama parece distinto para los peruanos y los efectos de la crisis financiera internacional parecen imperceptibles.

Gabriel Anca es un publicista que llegó a España hace menos de un año.
Desde que llegó, ha doblado su sueldo a 2.000 euros.
En Lima ganaba 2.200 soles. Actualmente le envía 1.200 euros a su familia en el Perú. Aquí están su esposa, su hija y su madre. Para él, la crisis ha forzado a que eleve los montos que remesa todos los meses.

“En España los alimentos suben céntimos, pero en el Perú, según me dicen, algunos han subido incluso al doble por el alza del petróleo”, afirma.

Sin mebargo, piensa que las cosas, al menos para él, mejorarán pues dice tener más perspectivas de trabajo y piensa pedir un aumento en los próximos días a su empleador.

Un compatriota también residente en España, Juan Luis Salvatierra, llegó en 1989 y ciertamente no se puede quejar. En el Perú ganaba US$ 500 y recién llegado empezó ganando 1.200 euros. Hoy, asegura , gana unos 4.000 euros (unos US$ 6.000), remesa 150 euros mensuales a su madre, no ha sentido en absoluto el incremento de precios – ni en España ni en el Perú – y no espera que la situación cambie en el corto plazo. Suerte de algunos.

¿Y en EE.UU:?

En EE.UU., la situación es muy diferente. De ahí proviene aproximadamente el 30% o 40% de las remesas que llegan al Perú.

Allá, la dura coyuntura macroeconómica /este año, se estima, la economía de EE.UU. crecerá solo 1,2%) se ha dejado sentir sobre todo en el sector construcción, que es el colchón del empleo para la mayoría de inmigrantes latinoamericanos.

Según la última encuesta del BID y del Banco Mundial, el 14% de ellos trabaja actualmente es ese sector, el 12% en manufactura y el 10% en servicio doméstico. Es decir, sectores que demandan mano de obra no calificada. El 15% se desempeña como ama de casa.

El sueldo promedio de los inmigrantes en EE.UU. es de US$ 1.600, el monto promedio por remesa oscila entre US$ 200 y US$ 300 (como en casi todo el mundo) y se realizan, también en promedio, 15 veces al año.
El 81% de los encuestados piensa que hoy es más difícil encontrar un trabajo bien remunerado que hace un año y el 68% (contra un nada despreciable, pero menor 37% en el 2001) cree que, en EE.UU la discriminación contra los inmigrantes es un problema mayor para sí y su familia.

Pero los datos en verdad preocupantes son que el porcentaje de personas que envían remesas hacia Latinoamérica de manera regular ha disminuido de 73% en el 2006, a 50% en el 2008. Y eso que en ese lapso la población hispana se ha incrementado en 1,5 millones de personas.

Eso significa que, en los últimos dos años, el monto promedio anual por persona remesado desde EE.UU. hacia América Latina ha pasado de US$ 2.630 a US$ 2.400, lo que confirma la dificultad que tienen para ahorrar y enviar dinero a su familia.

Si, pero se espera, la economía de EE.UU. se sigue desacelerando, la tendencia se hará más pronunciada a la baja, sin que ellos signifique, necesariamente, un colapso.

Según las cifras del MEF, durante el primer trimestre de este año las remesas todavía siguieron creciendo de manera sostenida, sobre todo por las que provienen de países de Europa (España), América Latina (Chile, Argentina) y Asia (Japón).

Frente a esas cifras, el Banco Mundial y el BID advierten en América Latina (la región con los mayores niveles de desigualdad del planeta) podría ser funesto, pues en algunos países del Caribe las remesas representan hasta 50% del PBI. Pero incluso en países como el Perú, donde un porcentaje bastante alto de la población depende, al menos parcialmente, de los ingresos que recibe por remesas, el aparente desacoplamiento de las economías emergentes de las más desarrolladas, deja de parecerlo tanto.