Una gran depresión… esperemos que no

Por COMEXPERU

Luego de un largo periodo de estabilidad macroeconómica y prosperidad en prácticamente todo el mundo, principalmente en
los países emergentes, nos encontramos al borde (¿o en medio?) de la peor crisis fi nanciera desde la Gran Depresión.
A poco más de un año de iniciada la crisis subprime, los acontecimientos de las últimas semanas, fundamentalmente en el
mes de septiembre, terminaron por redefi nir el panorama fi nanciero estadounidense y las perspectivas económicas futuras
(de todo el mundo). La crisis se ha intensifi cado y esparcido, siendo Japón y especialmente Europa los más afectados. En las
economías emergentes el “golpe” también se ha sentido, poniendo en el olvido la teoría del “decoupling” (una menor dependencia
del mundo con EE.UU.).
Atrás también quedaron las preocupaciones por el alza de los precios del petróleo (hoy en alrededor de US$ 65 por barril), los
alimentos y las presiones infl acionarias en general; ahora lo que inquieta es que se desarrolle un fuerte proceso defl acionario
(mucho más peligroso que la propia infl ación) que, además, sería uno de los canales de transmisión de la crisis hacia países
como el Perú, pues podría afectar el precio de los commodities que exportan. ¿Compensarán la demanda de China e India?
Solo el tiempo lo dirá.


EL FANTASMA DEL 29 Y UN PÁNICO DE 101 AÑOS


Pese a que antes de la Gran Depresión (1929-1941) hubo otras crisis económicas en EE.UU., ninguna fue de su magnitud en
términos de severidad, duración o impacto; basta con señalar que en su fase de mayor contracción, entre 1929 y 1933, el PBI
real experimentó una caída cercana al 30%, la tasa de desempleo pasó de un 3% a un 25%, y los afortunados que continuaron
trabajando lo hicieron de forma parcial y generalmente con un salario relativamente menor (libros como Las uvas de la
ira de John Steinbeck o películas como el clásico de Chaplin, Tiempos Modernos, describen de forma excelente este penoso
escenario).
Otras características que marcaron este trágico periodo fueron una aguda defl ación (los precios cayeron a una tasa anual
del 10% en los primeros años de la crisis), quiebras masivas, el desplome de las bolsas de valores y pánicos bancarios
generalizados que culminaron con el Feriado Bancario de marzo de 1933, en el cual el sistema fi nanciero cerró completamente
por cuatro días. Para tener una idea de lo crítica que fue esta situación, en 1929 existían unos 25,000 bancos en
EE.UU.; luego del feriado, solo quedaron 12,000 bancos operativos y 3,000 más fueron reabiertos eventualmente.
Afortunadamente, de momento, la crisis actual dista mucho de la Gran Depresión, sobre todo en lo que a efectos en la
economía real se refi ere. Es más, si queremos encontrar una crisis pasada que se asemeje a la actual, probablemente tendríamos
que remontarnos al Pánico de 1907, una contracción crediticia (el famoso “credit crunch” que tanto escuchamos hoy
en día) con origen en la bolsa de valores, que se expandió de Nueva York hacia todo EE.UU., sumergió al país en recesión e
impulsó al Congreso a crear la Reserva Federal (FED, por sus siglas en inglés).


NO REPETIR ERRORES DEL PASADO


Al igual que en la Gran Depresión, hoy resurge la idea de que las economías de mercado son inestables y que la intervención
estatal es necesaria para combatir los ciclos económicos y reducir las fl uctuaciones. Sin embargo, al igual que en esos
tiempos, estos argumentos pierden fuerza porque fue justamente el intervencionismo el que originó esta situación e incluso
la empeoró, tal como revelaron Milton Friedman y Anna J. Schwartz en su clásico de 1963 titulado A Monetary History of the
United States 1867-1960.
Primero, fue la política expansiva de la FED la que impulsó la burbuja especulativa de entonces (y de ahora) y fue su subida de
intereses la que ocasionó el colapso bursátil. Luego, en los tres primeros años de la crisis, cuando los bancos más necesitaban
liquidez, la FED redujo sus préstamos para posteriormente subir su tasa referencial en pos de mantener el tipo de cambio fi jo
al patrón oro (conductor de la crisis hacia otros países). La “cereza en el helado” fue el Smoot-Hawley Tariff Act de 1930, mediante
el cual el presidente Hoover, en un arranque proteccionista e ignorando protestas formales de más de treinta naciones,
aumentó drásticamente los aranceles en un momento en el que el comercio exterior era vital para reactivar la economía.
Las recientes y desesperadas intervenciones de la FED y el Tesoro norteamericano han sido necesarias (aunque algo lentas)
para evitar que esta crisis se convierta en una Gran Depresión y son muestra de la preocupación existente. La historia nos
ha enseñado mucho al respecto, no cometamos los mismos errores. Bernanke ya lo prometió, ojalá todos tengan el mismo
compromiso.

Publicado en Semanario COMEXPERU