Más allá del índice del crecimiento del PBI nacional

Cámara de Comercio de Lima

Nuestro bienestar económico a nivel microeconómico está directamente ligado con la mejora de la capacidad adquisitiva de los hogares, ya sea por ingresos o acceso a créditos de consumo.

En el nivel macro, la capacidad adquisitiva de los hogares encuentra correlación con la estabilidad de los precios y la evolución de la tasa de interés, dos importantes intrumentos de política monetaria para cualquier economía fundamentada en el libre mercado.

De igual forma, un ambiente propicio para la inversión impulsa la actividad productiva. Como respuesta a ese estímulo se generan mayores puestos de trabajo, lo que disminuye la tasa de desempleo y, por lo tanto, aumenta el precio del factor trabajo (remuneración).

Pero cuando estas variables (inflación, tasa de interés y desempleo) suben incontrolablemente, se produce un fenómeno contrario: cae la capacidad adquisitiva de las familias, lo que deriva en una menor sensación de bienestar y descontento de la población, que puede llegar a incubar convulsiones sociales.

Por estas razones, el incremento de la tasa de crecimiento económico, la creación de empleo, las reducciones de la inflación, de los tipos de interés y de los impuestos, son galardones de éxito del gobierno de turno, en cualquier país.

En tal sentido, el grado de mejoría de dichos indicadores respecto a un gobierno anterior se convierte en una importante medición del desempeño de un país, más que una simple mirada del PBI.

Índice de Miseria

Años atrás, Arthur Okun, ex asesor de los presidentes estadounidenses Kennedy y Johnson, elaboró un índice simple y sencillo, llamado Índice de Miseria (IM). Durante la presidencia de Nixon, y como reflejo de la situación de estanflación (estancamiento + inflación) que caracterizaba ese período, propuso un índice de incomodidad o malestar, definido como la suma simple de las tasas de desempleo y de inflación.

Dicho índice reflejaba que más allá de la alternativa entre desempleo e inflación, hay períodos en los que un aumento del mismo señala un deterioro de las condiciones macroeconómicas y una pérdida de bienestar o aumento de la incomodidad, lo que puede servir para calificar la eficacia de los gobernantes de turno y de la política macroeconómica aplicada con la finalidad de sugeriri y, en el mejor de los casos, realizar ajustes.

Posteriormente perfeccionados por los economistas de Merril Lynch, los cambios respecto al modelo base de Okun respondieron al carácter volátil de muchas economías emergentes, como en el caso del Perú, donde los ciclos económicos han sido significativamente volátiles en los últimos 50 años.

Precisamente, el director del Instituto de Economía y Desarrollo Empresarial (Iedep) de la Cámara de Comercio de Lima, César Peñaranda, en la investigación que culminó con su libro "Agenda económica para el cambio, crecer con menos pobreza e inequidad", consideró que a las variables mencionadas se debe agregar la tasa de subempleo, en razón de que recoge la pobre calidad de empleo ofrecido en los mercados donde se reciben ingresos menores a los que corresponderían (subempleo invisible) o se labora menos horas de las que se debería (subempleo visible).

Teniendo en cuenta la información analizada como parte del IM, en el caso del Perú se observa una tendencia decreciente de los niveles de miseria económica desde inicios de la década del 90 -cuando este índice registró un valor de 7.878, una de las cifras más altas en la historia de la economía del país- mientras que en el 2008 cerró con un valor de 57.

Cabe recordar que el alto proceso inflacionario del año 90 fue determinante en el valor de este indicador, al generar una pérdida dramática del poder adquisitivo de la población y, por lo tanto, de su bienestar.

Sin embargo, las importantes reformas económicas implementadas durante los inicios de esa década (1991-1993) permitieron disminuir rápidamente los niveles de miseria económica.

Retroceso en el IM

Si bien el valor de este indicador en el Perú ha descendido significativamente en estos últimos años, aún se encuentra lejos de los niveles adecuados presentados por países con menos imperfecciones en el sistema productivo, en especial en el mercado laboral, al punto que el año pasado, economías líderes en el continente americano, como Chile y EEUU, presentaban valores de este indicador muy cercanos a 22, frente al 57 registrado por el Perú.

Es decir, el valor de este índice en nuestro país es 2.4 veces mayor que en las otras economías, debido fundamentalmente a que el subempleo es marginal en EEUU y Chile, y los niveles de informalidad son bastante bajos (60%del PBI del Perú, frente a 8% de EEUU y 19% de Chile).

Sin embargo, a consecuencia de la crisis internacional, el Iedep estima que el IM pasaría de 57 (en el 2008) a 64 (en el 2009), lo que evidencia un deterioro en el bienestar de la población nacional. Es decir, de un año a otro aumentaría siete puntos.

Concretamente, a partir del 2007, y bajo el actual contexto de crisis internacional, este indicador ha mostrado un giro ascendente, pasando de 54 en ese año a un valor estimado de 64 para el 2009, incremento que se convierte en una clara muestra del deterioro del bienestar económico, que disminuyó más de 18% en los últimos tres años.

Si bien las altas tasas de desocupación e inflación y el menor ritmo de crecimiento económico generan en el común de las personas una justificada desconfianza y angustia, también contribuyen a modificar sus hábitos de consumo y muchas veces juega en contra de una posible reactivación, reduciendo la capacidad adquisitiva de los hogares y aumentando, por ende, la pobreza.

De esta manera, el IM es un indicador que se puede usar periódicamente para dar luces sobre la evolución de las variables claves de nuestra economía y para orientar las decisiones sobre materia económica a fin de lograr un mayor bienestar para la población.

 

Publicado en el diario "Gestión" el miércoles 22 de julio de 2009